
La Guardia Costera estadounidense detuvo un buque con bandera panameña en aguas internacionales. Caracas denunció un “robo y secuestro”, mientras Washington habla de una ofensiva contra el comercio petrolero sancionado.
El Gobierno de Estados Unidos confirmó este sábado que interceptó un petrolero en aguas internacionales del mar Caribe, frente a las costas de Venezuela, en una operación que volvió a escalar la tensión con el gobierno de Nicolás Maduro. Según informaron medios internacionales, el buque navegaba con bandera panameña y había atracado recientemente en puertos venezolanos.
La acción fue encabezada por la Guardia Costera estadounidense, con apoyo de fuerzas militares, y constituye la segunda incautación de un petrolero vinculado al crudo venezolano en menos de dos semanas. El episodio se enmarca en la estrategia de presión máxima impulsada por el presidente Donald Trump, que incluye un bloqueo total a las embarcaciones sancionadas que entren o salgan de Venezuela.
“En una operación al amanecer de hoy, la Guardia Costera de Estados Unidos interceptó un petrolero que había atracado recientemente en Venezuela”, anunció la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, a través de un mensaje en la red social X. En la publicación, acompañada por imágenes desclasificadas del operativo, sostuvo que Washington “continuará persiguiendo el movimiento ilícito de petróleo sancionado que se utiliza para financiar el narcoterrorismo en la región”.
Desde Caracas, la reacción fue inmediata. El gobierno de Nicolás Maduro calificó el operativo como un acto de “robo y secuestro” de un buque privado y denunció una violación del derecho internacional. Según el Ejecutivo venezolano, se trata de una acción ilegal en el marco de un despliegue militar estadounidense en el Caribe que se mantiene desde agosto.
De acuerdo con un reporte de The New York Times, el buque interceptado se llama Centuries y no figuraba en la lista oficial de petroleros sancionados por Estados Unidos. El mismo medio indicó que la embarcación pertenece a una empresa petrolera con sede en China y que transportaba crudo venezolano con destino a refinerías del gigante asiático. Hasta el momento, las autoridades estadounidenses no confirmaron ni desmintieron esa información.
El episodio se suma a la reciente incautación del buque Skipper, ocurrida hace apenas diez días, cuando fuerzas estadounidenses confiscaron su carga de petróleo bajo el argumento de que formaba parte de una red destinada a evadir sanciones internacionales. Aquella operación fue presentada por Washington como un precedente clave para el nuevo esquema de control naval en la región.
En las últimas semanas, Trump endureció su discurso contra Venezuela y aseguró que el país sudamericano “quitó ilegalmente” los derechos petroleros a empresas estadounidenses. “Nos quitaron todo nuestro petróleo no hace tanto. Lo queremos de vuelta”, afirmó el miércoles pasado ante la prensa, al justificar la intensificación de las sanciones y los operativos en alta mar.
Funcionarios estadounidenses señalan que estas acciones se apoyan en órdenes judiciales federales y en leyes antiterroristas, bajo el argumento de que los ingresos del petróleo venezolano financian a organizaciones consideradas hostiles por Washington. En ese marco, el Caribe se convirtió en escenario de un despliegue naval inédito en décadas, con operativos de interdicción y abordaje en aguas internacionales.
Analistas advierten que la escalada podría tener impacto en el mercado energético global, al aumentar la incertidumbre sobre el suministro de crudo venezolano y forzar a los operadores a buscar rutas alternativas. Al mismo tiempo, se prevé un endurecimiento del cruce diplomático entre Washington, Caracas y sus aliados, en un contexto de creciente volatilidad geopolítica.