Hace 52 años, el 29 de julio de1966, uno de los sucesos más tristes de la historia argentina tenía lugar: “La noche de losbastones largos”. Ese día, un mes después de la destitución por la fuerza del presidente Arturo Illia, la dictadura de Onganía intervino la universidad pública, deteniendo y expulsando a machetazos a sus docentes.

Quebró así e lrecorrido de autonomía que había comenzado con la reforma de 1918 (justo este año se cumple el centenario) y había generado una inigualable riqueza en el ámbito científico y académico.

Esa noche larga se transformó en significativa porque a golpes se rompió con ese rico pasado, pero también se hirió profundamente el futuro.

En alguna oportunidad en este diario escribí sobre los valores de aquella universidad pública que dio sus frutos a través de sus altos niveles de calidad, pasión y compromiso por el conocimiento en celebridades como César Milstein y René Favaloro (entre tantísimos otros).

Todo lo que se perdió en esa noche no se terminó de recuperar del todo nunca. Las universidades son usinas de pensamiento de las sociedades modernas porque generan y transfieren el conocimiento científico y tecnológico, el capital más importante que tienen las naciones. Por eso es fundamental que sean instituciones protagonistas en la construcción de comunidades basadas en el conocimiento.

Deben estar involucradas yc omprometidas con el devenir político y social y, de esta manera, ligadas a las decisiones sociales fundamentales. Esa noche triste condensa como pocas la inmoralidad pero también la torpeza y la miopía de futuro de dirigentes que la llevaron adelante y departe de la sociedad que la toleró.

Hoy necesitamos que las universidades constituyan una prioridad en la agenda pública y se transformen de verdad en uno de los pilares de la revolución del conocimiento, que es lo que nos conducirá a una sociedad con mayor desarrollo y oportunidades para todos.

Debemos generar un sistema educativo que sea un puente hacia el futuro. La clave del progreso de nuestro país está en la promoción del conocimiento que nos volverá una sociedad justa. Para que la violencia, la intolerancia, el autoritarismo y la decadencia nunca más se antepongan a la democracia, el desarrollo y la paz.

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