La frase, de una hija de dos años de la víctima, retumbará el miércoles en los tribunales de Mercedes cuando se conozca el fallo por el crimen de Virginia Miguel, degollada por su ex marido mientras dormía.
El 6 de julio de 2013, Virginia Miguel fue degollada por el ex marido, cuando dormía en la única habitación de su casa en la localidad de Open Door. Embarazada de seis meses y madre de ocho hijos, varios fueron testigos directos del femicidio, ya que estaban descansando cerca de la víctima cuando la atacó su padre, Julio Herrera. "Mi papá mató a mamá como un chanchito", contó luego una de las nenas, de poco más de dos años. El próximo miércoles, en los tribunales de Mercedes, se conocerá la sentencia contra el sujeto, que podría ser de reclusión perpetua, mientras los hijos de la mujer requieren de ayuda con urgencia, con necesidades básicas como vestimenta, alimentación y también habitacional.

"Queremos que Herrera pague por el tremendo daño que causó, con la mayor pena posible. Sin embargo, el sentimiento que tenemos es contradictorio, porque esta basura está en la cárcel calentito con calefacción, tiene acceso a Internet, come todos los días y lo asisten si tiene problemas de salud, mientras que nosotros tenemos que hacer un esfuerzo tremendo para los nenes, para que no les falte la leche, la ropita, porque casi no reciben ayuda de ningún tipo", dijo Silvia, hermana de Virginia, a DIARIO POPULAR.

El debate oral comenzó el lunes pasado, en el Tribunal Oral en los Criminal 1 del Departamento Judicial de Mercedes, donde declararon como testigos varios hijos de la víctima, que presenciaron el brutal hecho. "Los chicos contaron detalles horribles del ataque. Por ejemplo, una de las nenas dijo que el bebé en la panza de la mamá muerta se movía mucho, durante varios minutos, hasta que dejó de patear. También describieron otras situaciones espeluznantes con el padre", dijo Silvia.

Virginia estuvo en pareja muchos años con Herrera y tuvieron ocho hijos. Actualmente, dos son adultos, y ya viven solos, mientras que los restantes seis (actualmente de 4, 9, 11, 14, 15 y 17 años) comparten una pequeña casa con su abuela Susana Kustner, en el partido de Pilar. Todos duermen en una única habitación, también ocupada por otra hermana de Virginia y sus propios hijos. "Son un montón, por eso siempre necesitamos ayuda. Cuesta mucho la lucha cotidiana. Pasa que a veces da mucha vergüenza andar pidiendo. Nos ayudaron mucho al comienzo de todo esto, pero luego se fue diluyendo. Yo vivo a tres cuadras, con mi familia, pero siempre estamos juntos", comentó Silvia.

Dos días antes del crimen, Virginia se fue de su casa tras recibir una brutal paliza por parte de Herrera, tras tomar la firme decisión de separarse. Recibió tantos golpes que estuvo a punto de morir. Tras ser atendida por médicos, aún aterrada, no quiso regresar a su casa. Herrera le pidió que retorne, y le aseguró que él se iría, argumentando que le había salido un trabajo. Pero fue una trampa. La mujer volvió, cenó con sus hijos, y cuando estaba durmiendo el femicida entró a la vivienda. De manera alevosa y premeditada, con un cuchillo le cortó el cuello a la víctima. "Sólo faltaban los dos hijos mayores. Esperó que ellos se fueran, porque seguro lo enfrentaban. Un miserable y cobarde", definió la hermana de Virginia.

Tras matar a la mujer, Herrera se escapó del lugar, buscando impunidad en la casa de su madre. Pero fue atrapado. En ese momento, se hizo cargo del femicidio. Pero en toda la causa se negó a declarar. Sin embargo, en su lugar de detención tiene acceso a Internet y maneja Facebook, desde donde habla con una de sus hijas. "No está bien, pero es muy difícil controlar eso. A la nena le dice que él no mató a Virginia. No tiene vergüenza", contó la hermana.

La sentencia será leída el miércoles 24, a las 11. "La fiscal María Laura Chapuy pidió reclusión perpetua. Lo único que exigimos es justicia por Virginia, y por sus hijitos", cerró la mujer.

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El esfuerzo de la abuela y dos tías


Luego del femicidio de Virginia, la abuela y dos tías quedaron a cargo de los ocho hijos de la mujer. Al comienzo, recibían ayuda económica de manera periódica, también alimentos, vestimenta y hasta les mandaron materiales de construcción para construir una segunda habitación en la casa de Pilar que habitan.

"La Municipalidad de Pilar nos da un bolsón de alimentos por semana, eso es lo único fijo que tenemos. Después, cada tanto nos dan de provincia 4.000 pesos de subsidio. No es todos los meses, es cuando pueden. El Ministerio de Desarrollo de la Nación nos había hecho llegar materiales, y dos personas para construir una piecita, pero no se terminó", contó Silvia, hermana de la víctima.

Entre las mayores necesidades, los chicos requieren de alimentos, vestimenta, calzado, útiles y mucho más. "Ellos reciben amor, contención. Pero no es fácil. Nadie se ocupa de saber si comieron, si están enfermos, si extrañan a su mamá. Nos dejaron solos en esta lucha. Sería mucho más lindo sentirnos acompañados", dijo la mujer.


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