Datos crudos de las encuestas advierten que se evaporó el clima de euforia que acompañó el triunfo electoral de Cambiemos. En el oficialismo relativizan sus consecuencias, convencidos de la necesidad de tomar medidas antipáticas antes de entrar en una nueva carrera electoral.

Patricia es una argentina que vive desde hace más de 20 años en Estados Unidos. Instalada en Tampa, Florida, se asustó en grande en septiembre pasado cuando el huracán Irma los tuvo en jaque, aunque luego donde ella vive la cosa no pasó a mayores. Esta última semana el clima volvió a sorprenderla. Si bien nevó más al norte, donde ella está sí estuvo helado. “Este ciclón de frío nos sorprendió, desde que vivo aquí las temperaturas más bajas son de 10 grados y solo unos días... Voy a tener que volver a la Argentina y convivir con los piqueteros, jaja”.

El diálogo por WhatsApp es real y sirve para ilustrar cómo nos ven los que al menos nos miran... Los piqueteros siguen siendo para los argentinos una marca registrada en el exterior, lejos de representar un orgullo nacional, por cierto. Esta última semana se conoció un informe de la consultora Diagnóstico Político sobre la cantidad de piquetes durante todo 2017, que marcó sorprendentemente el nivel más bajo desde 2011. Es curioso, porque no dio precisamente la sensación de que el fenómeno estuviera en retroceso. Pasa que si bien los cortes disminuyeron en todo el país, en la Ciudad de Buenos Aires se incrementaron. Fue el único distrito donde eso sucedió, y resultó muy notorio: hubo un 32% más con relación a 2016. Si eso sucede en la vidriera del país, no hay manera de convencer a nadie de que la conflictividad social esté disminuyendo. El propio senador Miguel Pichetto ha dicho sobre los episodios de diciembre pasado que no cree que haya sido bueno el escenario de la calle para el país: “Las imágenes televisivas me parece que no ayudan a lograr inversiones”. Hasta uno de los principales referentes de la oposición lo reconoce.

Por eso resultan contradictorias las señales. Si bien el gobierno considera salir fortalecido cuando logra imponer cuestiones clave como la reforma previsional, el costo pagado incluye imágenes como las de violencia extrema que despiertan dudas en el “círculo rojo internacional”. No solo en nuestra amiga Patricia, a quien dicho sea de paso se le recomendó “bancarse” el clima de Estados Unidos, mucho menos impredecible que la política y la economía en la Argentina.

Precisamente esa imprevisibilidad es la que alteró el humor social que parecía definitivamente enderezado a partir del resultado electoral. Un relevamiento de D’Alesio IROL/Berensztein arrojó esta última semana datos inquietantes para el gobierno: la percepción sobre el futuro económico de nuestro país dio por primera vez negativa desde julio de 2016, cuando esa consultora comenzó a medir el humor social. Previsiblemente, la crisis desatada por la reforma previsional impactó de manera fuertemente negativa en la imagen del gobierno. Concluyente, el estudio sostiene que el optimismo post electoral ha mermado a de raíz de “la incertidumbre provocada por las reformas previsionales y fiscales”, y destaca que “el tratamiento de las mismas -y los hechos de violencia posteriores- impactan en la valoración de la situación económica”. El analista Sergio Berensztein fue lapidario al señalar que “la primavera post electoral se evaporó muy rápidamente”.

Así las cosas, y aunque levemente, predomina el pesimismo respecto del futuro de la economía. Sobre todo cuando las noticias siguen siendo negativas, al cabo de una semana en la que se anunciaron los aumentos del transporte, que habían sido demorados deliberadamente el año pasado por razones electorales. En rigor, el servicio sigue siendo fuertemente subsidiado, al punto tal que el aumento permitirá pasar de un gasto del 0,7% del PBI en 2017, a un 0,6 el presente año. En números contantes y sonantes, se pasará de 81.000 millones de pesos a 75.000 millones destinados a subsidios al transporte.

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Sin subsidios, el boleto de colectivo debería valer 18 pesos, estiman los que saben. Un dólar, sugieren calcular.

Encargado de los anuncios fue el ministro Guillermo Dietrich, que tiene a su favor ser el único funcionario que no solo no recibe críticas cuando va al Congreso, sino que hasta la oposición lo elogia. En efecto, propios y extraños reconocen que buena parte de la fuerte inversión en obra pública está siendo destinada a la infraestructura vial, muy deteriorada por años de desidia. Los anuncios además vinieron acompañados por la presentación de la Red SUBE, un sistema de descuentos que beneficiará a los que viajen más, lo que hizo que organizaciones y referentes del sector tuvieran algo que elogiar, más allá de lo doloroso del aumento.

El problema se agrava cuando se sabe que todavía habrá anuncios de subas de las tarifas de luz y gas, además de incrementos en otros rubros. “En una situación de crisis, las malas noticias todas a la vez, por duras que sean, y a partir de ahí, reconstruir la reputación perdida”, es la recomendación de Carlos Pursals, especialista español en corporate Brand y marketing communication. Es el precepto que pareciera querer seguir el gobierno, más allá de la política de gradualismo que se ha impuesto. La batería de incrementos se extendería al menos hasta el mes de marzo y luego debería sobrevenir cierto alivio. Inquieta el valor de los combustibles, liberado por decisión de esta administración, con el consiguiente efecto arrastre que genera.

Habrá que ver de qué manera impacta en la inflación semejante volumen de aumentos. Más allá de la reconfiguración de las metas oficiales, el porcentaje de 15% anunciado el Día de los Inocentes pareciera quedar nuevamente corto y esa sensación constituye un mal antecedente para el inicio de las negociaciones paritarias.

A propósito del cambio en las metas, la semana terminó con fuertes versiones de un alejamiento del presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger. “Pensar que se va a ir es no conocer a Federico”, advirtió ante este medio una fuente oficial. En la semana que se inicia, todas las expectativas estarán puestas, sino en su continuidad, en el valor de las tasas que fijará este martes. Conforme el clima de rebrote inflacionario que imperaba en la semana, los especialistas sugerían que Sturzenegger actuara con moderación en la baja de tasas. Se verá.

Con todo, la buena noticia para el gobierno es que más allá de la fuerte baja en los niveles de imagen, no solo falta mucho para las próximas elecciones, sino que no hay un opositor que por ahora logre capitalizar el descontento.

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El sondeo de D’Alesio IROL/Berensztein ubica recién en el noveno lugar en cuanto a imagen positiva al gobernador salteño Juan Manuel Urtubey, un escalón delante de Cristina Fernández de Kirchner. ‘La fragmentación de la oposición, en particular del peronismo, le genera al gobierno enormes posibilidades’, reconoce Sergio Berensztein.

El consultor Hugo Haime tiene también datos severos a nivel de expectativas, con una caída de 12 puntos, pero aclara que en el escenario político “el gobierno está cómodo, con Cristina enfrente, y el peronismo con muchas dificultades para recomponerse y generar una alternativa por encima de Cristina y por encima del gobierno”.

Cierto es que el peronismo da señales de intentar recomponerse y abocado a esa tarea aparece el flamante titular del PJ bonaerense, Gustavo Menéndez, que la semana pasada se reunió con Sergio Massa y prevé para los próximos días encontrarse con Florencio Randazzo. Lo anticipó el último día hábil del año pasado, al encabezar un brindis en la sede histórica del peronismo en la calle Matheu, donde habló de la necesidad de consolidar la unidad y enfatizó que hacía falta dejar de lado facturas y reunir “a todos”. Pensaba particularmente en los dos dirigentes mencionados. De ellos, el ex ministro del Interior al que quieren ‘hacer volver’ al PJ es en realidad el único que no se fue, pues el propio Menéndez terminó encolumnándose detrás de Cristina en su Unidad Ciudadana. Y Massa cavila sobre qué hacer con su partido, donde hay dirigentes que quieren volver al PJ más temprano que tarde, y otros u otras que ponen el freno pues no quieren terminar pegados al kirchnerismo.

Lo único claro para el ex candidato presidencial es que piensa endurecer definitivamente su discurso en relación al gobierno -más allá de cuestiones puntuales que terminen votando juntos-, ante la convicción de que Cambiemos en general y el Presidente muy en particular ya no quieren negociar con él.

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