El desafío no es menor: remonetizar la economía sin poner en riesgo la transparencia del sistema financiero. Hacer que los dólares salgan del colchón sin abrir la puerta a los dólares manchados

En un país donde los dólares no solo se ahorran, sino que se esconden —bajo el colchón, en cajas de seguridad o directamente fuera de las fronteras—, el gobierno de Javier Milei lanzó este jueves un ambicioso paquete de medidas que apunta a captar esos fondos y devolverlos al circuito formal.

Con el pomposo nombre de Plan de Reparación Histórica de los Ahorros Argentinos, la iniciativa combina desregulación, promesas de libertad económica y una narrativa de reconciliación con el contribuyente, al que el Estado —por décadas— trató con presunción de culpa.

El diagnóstico es claro: según estimaciones oficiales y privadas, hay entre 200.000 y 400.000 millones de dólares de argentinos fuera del sistema financiero. Dólares que no tributan, pero tampoco se invierten ni se consumen formalmente. Dólares que no compran casas ni impulsan industrias; simplemente esperan. Con una economía en recesión, reservas raquíticas y la inflación desacelerando a fuerza de licuadora, la tentación de hacer hablar a esos billetes mudos es demasiado grande.

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DNU y proyecto de ley para evitar sanciones futuras

El anuncio se estructuró en dos etapas: un DNU para barrer con regímenes informativos considerados invasivos —desde las compras con tarjeta hasta las expensas o los consumos de luz— y un proyecto de ley para blindar jurídicamente la iniciativa frente a eventuales retrocesos políticos. Es decir, el gobierno quiere garantizarle a los ahorristas que si hoy sacan sus dólares del colchón no serán sancionados en algunos años en caso de que Milei ya no sea presidente.

De esta manera, se eliminan obligaciones que hacían del Estado un voyeur fiscal, atento al movimiento bancario, patrimonial y doméstico de los ciudadanos. Además, se elevan los montos mínimos a partir de los cuales los bancos y billeteras deben informar transferencias, extracciones y saldos. La idea: reducir el miedo a quedar “enganchado” con el fisco por usar los propios ahorros.

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Diferencia con el blanqueo

A diferencia de los tradicionales blanqueos de capitales, esta vez no se exige pagar una multa, ni se establece un plazo cerrado para declarar. La lógica del Gobierno es que, si el Estado deja de perseguir, muchos saldrán de las sombras por propia voluntad. El mensaje implícito es fuerte: los dólares son tuyos, hacé lo que quieras.

El uso de la frase “Tus dolares, tu decisión” podría ser interpretado como una chicana política, ya que durante la discusión de la interrupción del embarazo se acuno la frase “Tu cuerpo, tu decisión”. Sin embargo, ningún colectivo social ni institución salió a responder esta provocación del Gobierno.

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Kristalina Georgieva, titular del FMI, durante el encuentro que encabezó este jueves en Washington, Estados Unidos.

Kristalina Georgieva, titular del FMI, durante el encuentro que encabezó este jueves en Washington, Estados Unidos.

Advertencia del Fondo Monetario Internacional

La foto de este jueves de los integrantes del equipo económico (el ministro de Economía, Toto Caputo; el presidente del Banco Central, Santiago Bausili, y el titular de ARCA, Juan Pazo) mostró las caras sonrientes ante el desafío de retirar controles y liberar la vigilancia para que quienes han ahorrado fuera del sistema financiero vuelquen sus dólares al mercado. Pero esta apertura tiene un límite: el Fondo Monetario Internacional.

Apenas habían pasado unas horas del anuncio y el organismo que preside Kristalina Georgiana —con quien el Gobierno acaba de renovar el acuerdo para refinanciar los 45.000 que le debe Argentina— ya salió a advertir que cualquier medida que implique el uso de fondos no declarados deberá ajustarse a los estándares internacionales contra el lavado de activos y el financiamiento del terrorismo. El FMI no es un convidado de piedra: exige, revisa y califica.

El riesgo es claro: una flexibilización mal diseñada podría convertir a la Argentina en una plaza atractiva para capitales oscuros. Y si bien la motivación oficial parece legítima —recuperar los dólares de los argentinos—, el equilibrio entre la desburocratización y la laxitud legal es tan fino como inestable.

El plan no es solo económico; es filosófico. Refleja la cosmovisión libertaria que sostiene que la carga impositiva y la presión regulatoria no solo asfixian a la economía, sino que erosionan la confianza. En ese sentido, el gobierno apuesta a que menos control significará más cumplimiento voluntario. Pero la experiencia reciente —incluso en gobiernos que ofrecieron moratorias y blanqueos— muestra que la confianza tarda más en volver que en irse.

El desafío no es menor: remonetizar la economía sin poner en riesgo la transparencia del sistema financiero. Hacer que los dólares salgan del colchón sin abrir la puerta a los dólares manchados. Y, sobre todo, convencer a quienes —con o sin razón— sienten que fuera del radar estatal están más seguros.

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