Jaime pidió ver el fútbol desde la cárcel

La defensa del político expuso en su escrito “urgente”, enviado al juzgado en la tarde del lunes, que los internos del pabellón en el que se encuentra “no tienen acceso a la televisación de espectáculos deportivos, más precisamente al torneo de Primera División de Fútbol (Super Liga)”.

En el “hábeas corpus”, remitido al Juzgado Federal de Lomas de Zamora, Jaime también pide conocer el estado de su solicitud para estudiar la carrera de abogacía “en carácter de libre”.

Ricardo Jaime, que actualmente cumple condena en la cárcel de Ezeiza ya fue sentenciado a prisión en dos ocasiones, en una de ellas por recibir sobornos y en la otra un choque ferroviario que, en 2012, dejó 51 muertos y 700 heridos en la capital argentina.

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Además, el ex secretario durante los gobiernos kirchneristas está pendiente de otro juicio por presunto enriquecimiento ilícito y es investigado en varios expedientes más relacionados con sus operaciones durante su etapa como alto cargo del Gobierno.

Además, el Tribunal Oral Federal Uno (TOF 1) rechazó concederle el beneficio del arresto domiciliario, confirmaron fuentes judiciales.

La defensa de Jaime había pedido la concesión del beneficio argumentando razones de salud y los “malos tratos” que, según expuso, el ex funcionario recibe en su lugar de detención.

Los abogados de Jaime invocaron, también, la recomendación que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos formuló en el caso de Milagro Sala, para que a la líder de la organización Túpac Amaru se le otorgara el arresto domiciliario.

La defensa argumentó que Jaime está detenido en un pabellón de reducidas dimensiones junto con otros 15 internos, sin contar con actividades recreativas propias para su edad, así como que no había obstaculizado la acción de la Justicia en alguna de las causas que se le siguen. Jaime, también condenado por recepción de dádivas y sustracción de elementos de prueba, y enviado a juicio por enriquecimiento ilícito, precisó que su “actividad diaria” consiste en pasar diez horas en su celda de dos metros por tres, y con sus 14 compañeros de pabellón en un pequeño salón de usos múltiples.

El detenido manifestó que en las visitas que le realizaban sus abogados se le imponía quitarse la ropa y era filmado, lo que calificó como un trato indigno, inhumano o cruel.