“Lo que tiene Cristina, lo tiene el peronismo de piso, con cualquier otro”, confirma la Garganta. Uno de los instrumentadores del enigmático Grupo Esmeralda. “Sea Randazzo, Verónica Magario, Scioli. Katopodis o Insaurralde”.
Al cierre del despacho, nada indica que La Doctora no vaya a presentarse para competir por la senaduría de la provincia inviable. Buenos Aires. En las elecciones legislativas donde según los incautos- se juega el destino del Tercer Gobierno Radical.
Con la sobriedad del “tiempismo”, La Doctora nada deja librado al azar. Demora la decisión del lanzamiento que acapara la atención. Genera el suspenso que le garantiza la permanencia en la centralidad, mientras subsiste, como puede, en la adversidad. Carga con los procesamientos que incluyen a la descendencia. Derivaciones de la capacidad recaudatoria del jefe del clan, que partió irresponsablemente.
La Doctora se dispone a mantener la tensión hasta el límite. Sin mayores novedades hasta que retorne, según nuestras fuentes, del viaje hacia dos o tres capitales europeas (se descuenta que los jueces respectivos le autorizan a salir del país).
Es probable, además, que antes de desplazarse hacia Europa, La Doctora encare un breve trayecto de cabotaje. Hacia el Estado Libre Asociado de San Luis. Donde el sorprendente Alberto Rodríguez Saa, el único gobernador aliado, planifica brindarle una recepción de Jefa de Estado. Televisado en directo por todos los canales.
La dilatada decisión de La Doctora condiciona a la totalidad del peronismo que aún le cuesta identificarse como “oposición”. Lejos de estar paralizado, el peronismo se encuentra en estado de asamblea permanente. Se multiplican las reuniones entre los minigobernadores, los más activos, Los Esmeraldos, y los nuevos gobernadores que tratan de consolidarse en sus distritos.
Deben contener a la militancia de medialuna enarbolada. E intentan responder la misma pregunta. Si La Doctora se presenta o no. Por su alto nivel de aceptación en las encuestas, en general cuestionables. Sobre todo entre la Tercera y Primera Sección Electoral de la provincia inviable.
Números virtuales, equiparables en intensidad al altísimo nivel de rechazo. En especial en los distritos donde más influye la “Argentina neo pastoril”. O la Argentina blanca.
Los oficialistas del TGR, como los opositores peronistas de las diversas franquicias, esperan. Capturados entre las redes del suspenso, enmarcado en la medianía apabullante que no permite estimular grandes esperanzas de recuperación.
El largo plazo, en Argentina, se agota en octubre. Más allá es la posteridad. .
Pirandellianos. .
“Seis Personajes en búsqueda de un autor”. Obra catalogada de “maestra”, del teatro de Luigi Pirandello. Fracaso escénico en su momento, que paradójicamente produjo la inmortalidad del dramaturgo italiano.
Lo “pirandelliano” se transformó en adjetivo. Suele confundirse con el estado ideal de la búsqueda. El pirandelliano busca entonces la razón. El sentido de la vida, el objetivo existencial.
Sin ir más lejos, los peronistas pirandellianos son críticos de La Doctora que buscan su propio rumbo. Para aportarle un sentido a la identidad de la militancia. Muy culpabilizada desde los instrumentos de “la nueva política”, que se reduce a la cosmetología impuesta por el TGR.
Estos peronistas se resisten a cerrar los ojos y seguir al “frepasismo tardío” que encarna La Doctora. A la que -cabe consignarlo- en general obedecieron. Le rindieron pleitesía y la aceptaron como Jefa. Hasta apenas un año y medio atrás.
A estos peronistas los invade el calificativo despectivo de “populismo”. Concepto de la teoría política, impuesto por la hegemonía del marxismo. Se le niega legitimidad a todo grupo, o partido no marxista, que aspire a la alucinación de ser popular. Imposible evitar la estampilla del populismo.
El dilema de los peronistas pirandellianos no se resuelve con el hallazgo providencial del Líder. Con la búsqueda del “Conductor”, según la tipología costumbrista, hoy ausente. Categoría que de ningún modo admiten asignarle a La Doctora.
Abundan, mientras tanto, los peronistas pirandellianos que detestan orgánicamente el proyecto del TGR. Se disponen a enfrentarlo. Pero tienen inconvenientes, tanto para convocar como ser convocados. Desconocen qué decir. Cómo actuar. Qué demonios proponer. Y carece de sentido convocar a la militancia para transmitirle solo dudas. “No se puede llamar a los compañeros para decirles muchachos, dudo”.
(Lo confirmaba Héctor Mazón, El Chueco, cuando armaba el evaporado Grupo Chiessa, para sostener a Menem).
Con despotricar contra el comodín de Macri no alcanza. Aunque condenarlo hoy sea unificador. Y aunque aún no hayan asimilado la humillación de haber sido derrotados por los que ni comienzan a respetar.
Sin embargo tampoco consideran a los peronistas pragmáticos que por diversos motivos, todos explicables, o para estar cerca del presupuesto del poder, se entregaron a Macri o a la señora gobernadora Vidal. Para figurar, incluso, en los planteles. Y ser -lo peor- exhibidos.
Los peronistas pirandellianos más racionales saben intuitivamente qué es lo que no quieren. Excelente punto de partida para identificar lo que pueda conformarlos.
Para las elecciones legislativas de octubre, estos peronistas quieren, invariablemente, que pierda Macri. Pero que, en simultáneo, La Doctora no gane.
El que se plebiscita en octubre es Macri. Su derrota no debe necesariamente significar el triunfo de La Doctora.
Resulta indispensable la habilitación de otra ventanilla. La tercera alternativa que perfore la polarización inteligente, entre Macri y La Doctora. Natural, recíprocamente aprovechada.
La opacidad cotidiana de Macri solo puede confrontar con la atrocidad del pasado que representa La Doctora.
Mientras tanto, ella se considera de avanzada. Pese al retroceso, en el subcontinente, de “los procesos populares”. Necesita confrontar con la derecha. La que justamente Macri representa. Por el ajuste que no hace. Por el neoliberalismo que existe en la imaginación de los que suponen combatirlo.
En el país donde es infinitamente más redituable comprar Lebacs que instalar un tallercito para darle trabajo a cuatro desdichados.
Ambos -Macri y La Doctora- se encuentran plácidamente condenados a rivalizar. Cada uno es, en la práctica, jefe de campaña del otro. Macri porque no acierta y La Doctora por el bagaje negativo que arrastra. En desmedro de los abrumados que se esfuerzan, en plena impotencia, por subirse al ring. Segundos -por ahora- afuera. .
La ventanilla de Sergio Massa está abierta. Se mantiene intacta. En un principio hasta resultó atractiva. Desde que fue útil para clausurar la ambición de perpetuidad de La Doctora. 2013.
Consumido aquel éxito, ya casi desperdiciada la expectativa que había generado, Massa emerge como un producto experimentado, tan invalorable como insuficiente.
Ocurre, aparte, que los peronistas pirandellianos no son, en general, buchones. Rechazan la idea de enrolarse otra vez detrás de La Doctora, a la que pretenden depositar en el territorio del pasado. Por razones lícitas de conveniencia política. Saben que, aunque con ella puedan ganarle a Macri, a la larga pierden. Se estrellan contra la otra parte de la sociedad. Irremediablemente.
Sin embargo de ningún modo pueden acompañar a Massa cuando llega acompañado en el combo por la señora Margarita Stolbizer. La dama que basa el crecimiento honorable a través de la desdicha de La Doctora. Como el Grupo Clarín, Stolbizer se propone verla presa.
Demasiado explícita la contradicción que arrastra Massa por su alianza protectora con Stolbizer. Hasta aquí, no les sirve a ninguno de los A123 n kdos.
Al cierre real del despacho, es Florencio Randazzo, con su carta de intención, quien presenta el modelo de ventanilla que atrae. Pero Randazzo es otro tiempista. Demora, como La Doctora, la decisión. Produce más fotografías que declaraciones.
Los peronistas pirandellianos, los Esmeraldos, lo aguardan. Como si se aferraran a Randazzo, el penúltimo proyecto que les queda.
Para no resignarse a ir, directamente, detrás de la soberbia inspirada de La Cámpora. Y tomar políticamente en serio, otra vez, al Cenador Zannini. Y contemplar, con simpatía artificial, a exponentes del frepasismo tardío como Sabbatella, o la señora Gabriela Cerrutti. Exponentes cristinistas que se suman a los peronistas fieles como Aníbal, o la señora Juliana Marino, o el desopilante Guillermo Moreno. Y un conjunto numéricamente admirable de mini-gobernadores. Desde Berazategui a Avellaneda, La Matanza incluida.
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