El Presidente valora especialmente al radical cordobés Mario Negri, de quien resalta su capacidad para defender al gobierno con argumentos convincentes. No podría ser de otra manera, tratándose del jefe del bloque oficialista de Diputados, ahí donde los legisladores de Cambiemos libran las principales batallas legislativas, conforme la ajustada relación de fuerzas reinante en esa Cámara. No es como en el Senado, donde el oficialismo tiene una desproporcionada inferioridad frente a la oposición, por lo que las negociaciones deben hacerse allí a través del Ejecutivo.
Con esa facilidad y simpleza que tiene para comunicar, Negri detalló una realidad incontrastable: la beligerancia del movimiento obrero se exacerba cuando el que gobierna no es un peronista. Lo hizo con números contundentes.
“El radicalismo gobernó ocho años y tuvo 22 paros; el justicialismo gobernó 24 y solo tuvo 12 paros”, aseguró Negri.
Esto es, mientras los gobiernos peronistas han tenido un promedio de un paro cada dos años, los radicales cosecharon uno cada 4 meses y fracción.
Hay más datos para graficar la desproporción. Raúl Alfonsín tuvo el primero de los 13 paros que impulsó en su contra Saúl Ubaldini el 3 de septiembre de 1984, al noveno mes de su gobierno. Su sucesor, el peronista Carlos Menem, lo sufrió recién al mes 40, el 9 de noviembre de 1992. Pero peor la tuvo Fernando de la Rúa, que experimentó el primer paro el 24 de febrero del año 2000, en su tercer mes. El sí que no tuvo luna de miel...
Eduardo Duhalde vivió tres paros generales; Néstor Kirchner tuvo solo uno, a los 47 meses de gestión, mientras que Cristina Kirchner atravesó todo su primer mandato sin paros, y el primero en su contra lo vivió el 20 de noviembre de 2012, a los 59 meses de gobierno.
Mauricio Macri deberá conformarse con haber logrado sortear el primer año sin ningún paro general. Sí hubo varias movilizaciones multitudinarias, pero el sindicalismo peronista intentó especialmente quitarse de encima esa mácula que así y todo Negri se encargó de refrescarles.
Aunque pocos tienen dudas de que no fueron pruritos los que mantuvieron con cierta calma a los caciques sindicales, sino el reintegro del dinero de las obras sociales a los gremios, que el primer mandatario confirmó en un acto celebrado en la Casa Rosada el 3 de agosto del año pasado.
Con sonrisas plenas, allí estuvieron José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA), Antonio Caló (UOM), Ricardo Cirielli (aeronáuticos), Omar Plaini (canillitas), Armando Cavalieri (comercio), Dante Camaño (gastronómicos) y Carlos Acuña (garajistas), entre otros.
La devolución incluyó 2.704 millones de pesos en efectivo, más 8.000 millones como compensación de obras sociales al Estado por la atención de sus afiliados en hospitales públicos; la creación de un fondo de emergencia ante una catástrofe natural o epidemia por un valor de 4.500 millones, y la derivación de 14.000 millones para la compra de bonos del Tesoro, cuyos intereses servirán para financiar el pago de prestaciones médicas. Pesos más, pesos menos, son alrededor de 30.000 millones de pesos de una deuda histórica que el sindicalismo no esperaba que un gobierno no peronista les compensara.
Nadie lo ha esbozado, ni lo hará, pero va de suyo que al momento de acordarse la devolución de semejante suma de dinero debe haberse establecido un acuerdo sobre el nivel de conflictividad.
Está claro que durante su primer año, el Ejecutivo compró gobernabilidad en distintos rubros, y uno de los principales fue con el movimiento obrero. Por eso el brindis que compartieron en Olivos con Mauricio Macri en vísperas de Navidad fue una especie de rúbrica del mantenimiento de ese acuerdo.
Allí estuvieron los integrantes del triunvirato de conducción de la CGT, Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña, más Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez, Armando Cavalieri, Antonio Caló, Roberto Fernández (UTA) y Omar Maturano (La Fraternidad).
El gobierno acababa de rubricar un acuerdo con las organizaciones sociales para aprobar la Emergencia Social y -curiosa coincidencia- la cifra acordada también ascendía a 30.000 mil millones de pesos.
A tres meses de su firma, está claro que el pacto no sirvió para limpiar las calles de protestas. Tampoco pudieron los sindicalistas mantener el acuerdo para no realizar un paro general, aunque salta a la vista que lo intentaron.
A muy alto costo buscaron canalizar las presiones a través de una marcha que tuvieron la cortesía de no dirigir a la Plaza de Mayo, sino a las puertas del Ministerio de la Producción. Fue multitudinaria, y terminaron expuestos a las presiones del kirchnerismo y la izquierda, que en el marco de un desborde inusitado metieron a la conducción cegetista en una encerrona de la que solo logró salir -magullada- a través del anuncio del paro previsto para el 6 de abril. Así las cosas, la historia dirá que Macri habrá tenido su primer paro general en el 16º mes de su gestión.
Con todo, el sindicalismo trata de maquillar una protesta que hasta en el gobierno admiten como inevitable, después de lo visto en la marcha del 7 de marzo. Así es que se puede escuchar al garajista Carlos Acuña aclarando que “el paro no es contra nadie”, definiéndolo casi como una disculpa como “un desahogo que tiene el trabajador”.
Un día antes había sido aún más gráfico, al aclarar que “no ponemos palos en la rueda; palos nos van a dar a nosotros si no hacemos el paro”. A buen entendedor...
Como para que la sangre no llegue al río, la CGT acordó un paro sin movilización, al que la izquierda calificó sin sutilezas como “dominguero”. Ellos y la CTA se encargarán de ponerle la acción que reclaman, a fuerza de piquetes. Otra concesión cegetista fue la fecha: a instancias del kirchnerismo y la izquierda, la CTA presionaba para que el paro fuera el 30 de marzo. Hubiera sido un dato muy pesado para el gobierno, pues la fecha hubiera coincidido con la marcha que encabezó Saúl Ubaldini en 1982, contra la dictadura.
“Es too much”, diría Cristina.
Tras haber perdido el gobierno nacional y la provincia de Buenos Aires, la institución más importante que el peronismo lidera es el Senado Nacional. Y no por nada, Miguel Angel Pichetto suele decir que las referencias partidarias que ellos atienden son los gobernadores -peronistas- y el movimiento sindical. Lo sabe el gobierno, por eso la atención especial a la CGT. Y desde el oficialismo advierten sobre el papel fundamental que juega el sindicalismo en el principal partido de oposición.
Interpretando ese concepto, Mario Negri completó su observación diciendo que “tenemos un peronismo desordenado y una dirigencia gremial intentando ordenarlo, como ocurre siempre, por lo general intentando encabezar el conflicto”. Habrá que ver cómo continúa la historia después del 6 de abril y si la medida alcanza para descomprimir la situación.
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