El canciller renunció a menos de una semana de las elecciones y expuso la tensión interna entre el asesor presidencial Santiago Caputo y el ala política del Gobierno. La salida revela el peso creciente del estratega libertario y la fragilidad de la estructura de Javier Milei.
Gerardo Werthein no llegó al año como ministro de Relaciones Exteriores. Su renuncia, confirmada este miércoles y efectiva desde el lunes post elecciones de medio término, sorprendió incluso dentro del propio Gabinete. El empresario y ahora ex embajador ante Estados Unidos había llegado al cargo tras la caída de Diana Mondino, desplazada por haber convalidado en la ONU una resolución contra el embargo de EE.UU. a Cuba sin el aval presidencial.
Wertheim representaba, en aquel entonces, la promesa de una política exterior pragmática, con vínculos empresariales y buenos contactos en Washington. Terminó atrapado entre las internas libertarias, los reproches de Santiago Caputo y las desconfianzas del entorno presidencial.
En la Casa Rosada aseguran que el Presidente todavía no tiene decidido a su reemplazante. Suenan nombres que van desde el embajador en Estados Unidos, Alec Oxenford, hasta el propio jefe de Gabinete, Guillermo Francos. También se mencionan dirigentes del PRO, como Fulvio Pompeo, y figuras cercanas a Patricia Bullrich, como Federico Pinedo, visto en Casa Rosada en las últimas horas.
Werthein nunca terminó de integrarse al Gabinete. Jugó en solitario, se movió con autonomía y recibió críticas por su falta de gestión en temas sensibles. En Defensa y Seguridad lo acusaban de no haber actuado con la energía necesaria para lograr la liberación del gendarme Nahuel Gallo, detenido en Venezuela. Las fricciones con Caputo se hicieron evidentes tras el último encuentro de Milei con Donald Trump, que desató reproches públicos entre las “Fuerzas del Cielo”.
El ahora exministro tampoco logró seducir a los republicanos más cercanos a Trump. Su pasado como donante de la Clinton Foundation y de campañas demócratas lo volvió sospechoso en Washington. Tampoco ayudó su resistencia a modificar la ley de propiedad intelectual, lo que irritó a sectores empresariales y al propio embajador designado por Trump en Buenos Aires, Peter Lamelas.
Antes de su salida, Werthein firmó una polémica tanda de traslados diplomáticos: 88 funcionarios enviados al exterior, pese al discurso de austeridad oficial. Cada mudanza cuesta entre USD$10.000 y USD$20.000, y en varios casos se superaron las vacantes disponibles. En Londres, por ejemplo, había lugar para dos y nombraron tres; en la ONU, una vacante y dos traslados; en la OEA, sin cupos, enviaron a uno “por pedido de Casa Rosada”.
El gremio de diplomáticos, APSEN, defendió las designaciones, pero en Presidencia ya las suspendieron. En el entorno de Milei señalan que “no habrá embajadores nuevos hasta después de las elecciones ”, y que la revisión de esos nombramientos será una de las primeras tareas del próximo canciller
En los pasillos de Gobierno admiten que Javier Milei se inclinó por respaldar a su asesor más influyente, Santiago Caputo. Y que el trascendido de la salida de Werthein lo había deslizado el propio ministro para tantear su respaldo presidencial. No lo consiguió. En rigor, la relación entre ambos estaba rota desde hacía meses, cuando Caputo comenzó a manejar directamente los contactos con Washington y a actuar como una “cancillería paralela”, sobre todo en temas de defensa, inteligencia y comercio.
En la Rosada aseguran que el episodio que selló su suerte fue el almuerzo con Donald Trump en Nueva York. Allí, Werthein no avisó a la Casa Blanca que habría traductor en la mesa, algo que los estadounidenses consideraron “insólito”. Desde entonces, el vínculo se volvió insostenible.
De todas maneras, cerca de Milei insisten en que la salida no implica una victoria de Caputo sobre Karina Milei, ya que la hermana del Presidente tampoco defendía al canciller. Pero todos coinciden en que el hecho consolida el poder del estratega libertario, que ahora acumula influencia política, mediática y diplomática en torno al jefe de Estado.
Mientras tanto, crece la danza de nombres para sucederlo. En los pasillos de Balcarce 50 mencionan a Guillermo Francos —que podría pasar de la Jefatura de Gabinete a Cancillería—, al embajador en Washington, Alec Oxenford, que se habría acercado al círculo de Caputo, y también a referentes del PRO como Fulvio Pompeo o Federico Pinedo, con guiños de Patricia Bullrich.
La sombra de Santiago Caputo se proyecta larga sobre la vacante en la Cancillería. Pero hay que recordar una máxima que en política nunca falla: el que saca nunca pone. ¿Podrá el influyente asesor sin cartera poner a alguien de su confianza en el Palacio San Martin? Habrá que esperar unas horas mas para saberlo.
Mientras tanto, el impacto político es evidente. Milei pierde a su canciller a las puertas de las urnas y muestra otra vez que la gestión libertaria está atravesada por disputas internas. En paralelo, Santiago Caputo afianza su poder y el Presidente refuerza su dependencia de un núcleo cada vez más reducido de confianza.
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