Mañana se celebra el Día Universal del Niño, fecha en la que se aprobó la Declaración de los Derechos del Niño (1959) y la Convención sobre los Derechos del Niño (1989). Es un día para tomar conciencia de que el bienestar de todos los niños debe ser nuestra prioridad y obligación.

El cuidado sobre la niñez impacta sobre toda la vida. Esto sucede porque las fases tempranas de maduración, durante el desarrollo fetal y durante la infancia, son cruciales. El cerebro de un recién nacido representa solo un cuarto del tamaño del de un adulto y, en todo el transcurso de su infancia, experimentará un crecimiento intensivo y masivo de neuronas. Se trata de un proceso fascinante en el que intervienen la genética y la interacción con el entorno. Porque es la experiencia la que determinará qué conexiones neuronales se preservarán y cuáles se van a eliminar. Por ello, tanto la estimulación cognitiva como afectiva cumplen un rol fundamental.

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Sabemos que una buena nutrición, el afecto y la estimulación cognitiva tienen un gran impacto en la posibilidad de que los niños desarrollen al máximo su potencial. Por el contrario, la falta de una buena alimentación afecta negativamente en el cerebro de manera temprana.

Un niño que crece en la indigencia no accede a una alimentación saludable; en consecuencia, la maduración de su cerebro puede verse afectada. Esto se debe a que las carencias nutricionales traen aparejadas deficiencias cognitivas. Por ejemplo, la carencia de hierro en los primeros años de vida está asociada a comportamientos deficitarios en el lenguaje, la motricidad y áreas socioafectivas.

Todos los niños nacen con la misma capacidad de aprender y desarrollarse. Que esto suceda depende, en gran parte, del apoyo del entorno ligados a la estimulación cognitiva y afectiva y a la nutrición. Un niño expuesto a altos niveles de estrés ambiental y psicosocial experimenta la activación persistente del sistema neuroendócrino que controla las reacciones al estrés a través de la liberación de hormonas. Esto puede afectar de manera negativa el desarrollo cerebral dañando neuronas en las áreas asociadas a las emociones y el aprendizaje.

Ahora bien, el cerebro es plástico, cambiante, maleable y produce nuevas conexiones durante toda la vida. Por eso, un niño que haya tenido una infancia con falencias nutritivas, cognitivas y emocionales puede beneficiarse en su vida futura de los tipos adecuados de nutrición y estimulación cognitiva y afectiva. Para que esto suceda debe involucrarse no solo al niño, sino también a sus padres y su entorno.

Los niños deben estar bien alimentados, recibir una educación de calidad y crecer en ambientes que los estimulen en la creatividad, el conocimiento y la innovación. Es un fracaso como comunidad que existan en nuestro país chicos que no tengan garantizada su buena alimentación y protección. Este debe ser nuestro compromiso. Nada hay tan urgente.

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