Una de las consultas frecuentes en los consultorios médicos tiene que ver con el dolor de cabeza. ¿Por qué se desencadena? ¿Qué tipos hay? ¿Cómo se la puede tratar? Son algunas de las preguntas más usuales

Se denomina “cefalea primaria” a este tan conocido dolor que no resulta secundario a otra enfermedad. Su localización puede extenderse al cráneo, los músculos del cuello, los nervios periféricos, el ojo, la cara y las piezas dentarias. Para tratarla es imprescindible identificar el tipo de cefalea: entre sus formas más comunes se encuentra la migraña, la cefalea tensional o la cefalea en racimos.

El síntoma de la migraña suele ser un dolor intenso localizado en una mitad de la cabeza que se presenta en ataques sostenidos durante horas y se asocia con náuseas, hipersensibilidad a la luz y el ruido. Generalmente aparecen síntomas sensitivos que preceden al dolor. Estos conforman la denominada “aura migrañosa”.

La mayoría de los pacientes que sufren migraña describen percibir auras visuales como luces zigzagueantes, centellantes o puntos ciegos que se mueven en el campo visual. En menor medida declaran sentir hormigueos, adormecimiento de miembros y dificultades en la comprensión o producción del lenguaje.

La migraña es causada por una disfunción temporaria de grupos de neuronas. Su diagnóstico se logra con un interrogatorio detallado; asimismo, estudios complementarios como el análisis de sangre y una resonancia magnética ayudan a descartar otras enfermedades.

Por su parte, la cefalea tensional suele estar relacionada con el estrés y los problemas osteomusculares del cuello. Quienes la padecen describen sentir una fuerte presión sobre la cabeza, que a menudo se extiende al cuello. La cefalea en racimos se presenta en breves pero intensos episodios que se producen en una zona determinada de la cabeza y, además, se afecta un ojo, que se enrojece o lagrimea, y también es posible congestión nasal.

El tratamiento, específico según el tipo de cefalea, combina períodos en los que se requiere medicación y otros en los que no. Hay fármacos que ayudan. Y existe el tratamiento preventivo según la frecuencia y la severidad. Puede consistir en administración de vitaminas, derivados vegetales, toxina botulínica y medicamentos desarrollados para otros fines pero que resultaron eficaces como preventivos.

Resulta extremadamente importante contemplar los posibles desencadenantes de las crisis. Los mejores resultados en el tratamiento de las cefaleas se obtienen cuando se atienden a los múltiples componentes de la enfermedad.

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