Pese a que su salida despertó polémicas a partir de declaraciones de su ex Aníbal Pachano y Sofía, la hija de ambos, la coreógrafa se fue sin rencores del programa. Afirma que no le molesto el jurado, aunque apunta que “a algunas personas las excede el personaje”.
Ana Sans describe cómo es su relación con las distintas expresiones artísticas que la ayudaron a construir lo que es profesionalmente y explica la implicancia que ha tenido en su carrera su participación en el ciclo Bailando por un Sueño.

¿Cómo fue su primer contacto con el mundo del arte?

-En verdad, empecé a estudiar música a los 5 años. Por esos días, yo agarraba un palo de escoba, simulando que era una guitarra eléctrica, y mi abuela, al verme, dijo: “Esta chica tiene que tocar la guitarra”, y me regaló una que era más grande que yo. Arranqué con folklore y con música clásica y a los 14 años me recibí de profesora. Luego fui agrandando mi espectro y comencé a escuchar distintas líneas musicales. Ahora, soy muy oceánica en materia musical y con el arte, en general, me sucede lo mismo

Para usted, ¿con qué se conecta el arte?


-Con crear y eso implica imaginar hacia delante.

¿Cómo definiría al mundo de la danza?

-Es un mundo mágico que hace poner en movimiento el alma y el cuerpo, lo que me parece fantástico.

¿Qué lugar ocupan en su vida el baile y la coreografía?

-Ambos constituyen una parte pequeña de mi vida. El baile fue un rol que llevé adelante en un momento particular, que me resultó muy fácil debido a que tenía mucha preparación física y varios años encima de Bellas Artes. Esto hizo que, en cierta etapa, se conjugaran la aptitud física y la danza, con la composición escénica y terminé creando coreografías y bailando, pero hoy no soy eso.

Haber participado en Bailando por un Sueño, ¿la prestigió?

-Al principio, tenía dudas de participar en el ciclo, por temor a tanta exposición, pero entendí que eso tenía que ver conmigo más que con los otros.

A la distancia, ¿el programa es una hoguera de vanidades?

-Hay de todo. Es un programa de entretenimientos que se transformó en un reality y, como tal, ocurre todo lo que se ve.

¿La complicaba estar ahí?

-Para nada.

¿Convivía bien con ese ambiente?

-Sí. Es como cuando salís a la calle, tenés que convivir con todo el mundo.

Pero ahí está todo compactado.

-Sí, es un pack.

Y con ese pack, ¿no tuvo problemas?

-Cuando los tuve, los expresé. Yo fui a cumplir con un objetivo social. Me gustó el sueño porque tenía que ver con la dignidad y porque creo que siempre se puede hacer algo por la dignidad y el Bailando era una buena ocasión. Eso fue lo que me movilizó. Esa fue mi intención. No me aparté de mi eje. Me hubiese confundido si me hubiese inmolado en un programa de tele. De hecho, las veces que me tocaron situaciones que me disgustaban lo expresé y con carácter.

¿La molestó ser calificada por un jurado compuesto por algunos miembros que no tenían entidad para juzgar lo que usted hace?

-No, porque, en definitiva, a ellos los juzga el público. De todos modos, la situación es asimétrica, porque hay alguien que juzga y alguien que es juzgado. Mi rol era ser juzgada.

¿Siente que le faltaron el respeto?

-No. Por otro lado, como conocía la cocina del programa, por ende, sabía que, en ocasiones, a algunas personas los excede el personaje.

¿Usted sentía que se le iba la vida en cada gala?

-¡Nooo! Eso sería inmolarse.

¿Cómo calificaría su participación en el ciclo?

-Como una experiencia fuerte.

¿Por qué?

-Porque no se trataba de una obrita experimental en el off para ver qué pasaba con mi cuerpo en movimiento y con mi emoción después de 16 años sin bailar, sino de presentarme en el ciclo de mayor audiencia.

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