Hillary Clinton y Donald Trump encaran el último tramo de un camino sinuoso. Ahora, sólo por ahora, la ex Secretaria de Estado encabeza las encuestas, por 12 puntos, para suceder a Barack Obama en la Casa Blanca. ¿Alguna nueva acusación del multimillonario le hará perder terreno a la ex Primera Dama? ¿Podrá el empresario recuperar los votos perdidos en los debates? Acá, algunas de las respuestas a tener en cuenta durante las próximas dos semanas

Dos semanas restan para las elecciones presidenciales en Estados Unidos en las que se definirán los destinos de la primera potencia mundial para los próximos cuatro años. Y, si bien habrá que esperar el devenir de ese martes 8 de noviembre para saber quién reemplazará a Barack Obama, las últimas encuestas le brindan un guiño a Hillary Clinton, que pasó de un virtual empate con su rival, Donald Trump, hace menos de un mes, a sostener una diferencia cercana a los 12 puntos.

¿Qué ocurrió en el medio, desde fines de septiembre y a lo largo de octubre para resaltar esa distancia? Los debates cara a cara en los que los protagonistas expusieron sus ideas frente a millones de televidentes. Allí hubo un puñado de propuestas impulsadas más como esloganes que como proyectos de largo alcance, y un gran caudal de chicanas, insultos y hasta amenazas de encarcelamiento.

Tal es el margen que le sacó su adversaria en medio de los combates, que el magnate inmobiliario indicó en el último round, en la Universidad de Nevada, que sólo reconocerá los resultados si acaso gana, dando rienda suelta a los rumores sobre fraude y corrupción que impregna en la ex Secretaria de Estado. Todo esto mientras sufre la sangría dentro de su partido, pues hay quienes en sus filas, despegándose de la figura central, optan por cuidar el espacio dentro del Senado y la Cámara de Representantes, donde actualmente son mayoría y hacen de contrapeso al Ejecutivo.


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En contraposición, Clinton, que busca ser la primera presidenta en la historia estadounidense, suma adeptos en distintos rincones, incluso de parte de entidades que jamás habían tomado partido por algún candidato. Un caso resonante es el de la revista de moda Vogue, que nació a fines del siglo XIX y recién ahora, en el XXI, perfila su apoyo, inmiscuyéndose en la política electoral. "Los directores han dado su opinión de vez en cuando,  pero la revista no ha hablado con una sola voz. Pero dada la profundidad de lo que está en juego, y la historia que está por hacer, creemos que eso debe cambiar", sostuvo la publicación, a nivel institucional.

Y como ese medio de comunicación, son varios los que giraron hacia el mismo lado, algo que impulsó la crítica de Trump, despotricando por el papel jugado en las últimas semanas rumbo al denominado "supermartes" electoral.

Así la situación, el multimillonario no dudó, durante los debates, en aferrarse a los lineamientos que lo llevaron a ser el exponente republicano. Rompió, de esa manera, con la lógica habitual que indica que se endurece el mensaje hacia los votantes, en pos de conseguir el visto positivo de los electores del propio partido en las primarias, y luego, ya ganadas las internas, se alivianan las tensiones y se torna hacia el centro, en busca de captar indecisos.

Siguió con su discurso tendiente a la derecha, abroquelando su voto cautivo: apeló a erradicar la inmigración ilegal con un contundente "yo los voy a forzar a que vuelvan a sus países; algunos son asesinos o narcotraficantes, personas problemáticas"; o remarcó su idea de construir una pared hacia el sur de la frontera con un certero "México pagará, reembolsará a EEUU el costo total de ese muro".


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Y, con ése envión, contrapuso su pauta a la de "fronteras abiertas" con la que tildó a la política de Clinton, guía que, según el republicano, no sólo complica la seguridad de los norteamericanos, sino que también propicia la pérdida de trabajo, pues "se lo llevan los extranjeros".

Allí radica un elemento fundamental de un Trump que se posa en las zonas industriales del país para defender puestos laborales, estados que, durante gran parte de la campaña le brindaron su apoyo por sobre su rival. ¿Cómo lo señaló? Aclarando que, si no funciona, reestructurará los lazos comerciales como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, por caso.

Por último, como leitmotiv, el multimillonario apela al fastidio de los ciudadanos hacia el vigente presidente, indicando que anulará muchas de sus medidas, entre las que se evidencia como un claro ejemplo el Obamacare, programa de salud que fue pieza de disputa en los años previos.

¿Cómo contrarrestó la demócrata durante los cruces? Con una línea continuista en relación al gobierno de quien, espera, sea su predecesor en el cargo. Y así fue como se apoyó en la figura de Michelle Obama, la primera dama, de quien tomó una frase que expuso en el debate: " Cuando él va abajo, tú vas alto", en referencia a elevar la vara al momento de recibir golpes bajos.


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Sin embargo, de golpes bajos se nutrió gran parte del mes de debates. Las chicanas estuvieron a la orden del día. De un lado y el otro se tiraron con acusaciones que hicieron mella en el electorado: El audio radial de hace diez años en el que Trump afirmó que, siendo una estrella, puede hacer lo que quiere con las mujeres, algo que abrió el dique para una catarata de denuncias de acoso sexual. O la filtración del gran caudal de correos electrónicos dentro del partido demócrata por parte de Wikileaks, del que el republicano se tomó para acusar de tener que "ir a la cárcel" a Clinton. O la evasión de impuestos de Trump durante las últimas décadas, aprovechando  el sistema legal norteamericano. O las conferencias de Clinton en entidades financieras de relevancia, exponiéndose como una más del sistema, dejando en claro un discurso público más afable a la ciudadanía y otro privado, condescendiente con la elite. O... O...

Los debates, a fin de cuentas, tuvieron su ida y vuelta permanente. La estructura democrática les dio el marco para certificar sus ideas y las herramientas para tumbar al rival, más allá de que tres cuartas partes de los estadounidenses mostraron su disconformismo con un sistema que dejó en claro más las penurias que las sofisticaciones.

Por lo pronto, restan dos semanas, y pese a lo que digan las encuestas, todo se definirá el "supermartes", para el que hay, al decir de "Europa", un "final countdown" que pondrá al rojo vivo no sólo a Estados Unidos y al Viejo Continente, sino al resto del mundo.

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