Carlos Bianchi eligió a Messi como el "mejor jugador de la historia". Jorge Sampaoli planteó que "el fútbol le debe un Mundial a Messi" y también lo calificó como "el mejor de la historia". Las cuestiones personales que prevalecen a la hora de construir un análisis. Las opiniones oportunistas en una sociedad colonizada por los disvalores del exitismo. La película fragmentada.

En la esquizofrenia evidente e inocultable de la sociedad mediatizada, las opiniones oportunistas y exitistas van y vienen a una velocidad muy difícil de registrar y de controlar. Hoy, por ejemplo, para la aldea global, Lionel Messi suena más brillante, creativo y conmovedor que ver a los Beatles (con John Lennon y George Harrison) y a los Rolling Stones (con Brian Jones y Bill Wyman) compartiendo un escenario en un barrio del suburbio. No hay con que darle.

Mientras que ayer nomás, hasta minutos antes del partido crucial ante Ecuador, en Quito, Messi era para amplios sectores del ambiente algo así como el jugador que expresaba la indolencia y la claudicación argentina.

El 3-1 frente a Ecuador del martes 10 de octubre con los tres goles convertidos por Messi, despertaron oleadas de admiración sinceras, vulgares revanchismos variopintos y otras cursilerías insoportables. Como si de la noche a la mañana se hubiera descubierto en la figura de Messi a una deidad a la que debemos adorar para no quedarnos afuera de esos placeres mundanos.

Carlos Bianchi comenta que Messi es el mejor jugador de fútbol de la historia

En ese viaje arrítmico subordinado al oportunismo, Carlos Bianchi declaró: “A pesar de que no salió campeón del mundo ni ganó una Copa América con la Selección, Messi es el mejor jugador de fútbol de la historia”. Por su parte, Jorge Sampaoli, fue por la misma ruta que el Virrey. Y comentó: “Messi no le debe un Mundial a la Argentina. El fútbol le debe un Mundial a Messi. Es el mejor jugador de la historia”.

Jorge Sampaoli, eufórico: "Messi es el mejor jugador de la historia"

Se podrá decir, con razón, que cada uno tiene su opinión. Y que puede ser tan valiosa como la de cualquiera al que se le reconozcan algunas capacidades para radiografiar el juego y sus contextos. Pero nadie puede negar que todas las opiniones (deportivas, artísticas, políticas, económicas, religiosas, sociales, culturales, existenciales y de cualquier otro signo) están atravesadas por las emociones personales. Y por las simpatías o antipatías personales.

Las preferencias de Bianchi ubicando a Messi por encima de Pelé y especialmente de Maradona, obedece a un pase de facturas recíproco con Diego de muy vieja data que se remontan a los finales de los 80 cuando Diego la rompía en el Napoli y el Virrey era el entrenador del Stade de Reims.

Varios años después, Maradona, nunca lo reconoció a Bianchi como el gran promotor de los éxitos sucesivos que cosechó Boca bajo su conducción. Incluso en la tercera y última etapa de Bianchi en Boca en el rol de técnico durante el 2013 y hasta agosto del 2014, Diego pidió públicamente que diera “un paso al costado”, en virtud de los pésimos resultados que venía logrando el equipo. Y le regaló una frase que quedó flotando en el adiós: “Ahora aquellos que lo querían que se lo fumen”.

Bianchi, fiel a su prudencia que en muchas circunstancias se reconvierte en ironía, apeló al silencio. No le respondió de manera directa a Maradona. Pero en cada oportunidad que se le presentó, marcó su territorio en pocas palabras. Hace un par de años había declarado: “Messi es superior a Pelé y Maradona. Y lo viene demostrando semana tras semana. Que todavía no haya ganado un Mundial es una respuesta banal. Lo que le vi hacer a Messi en una cancha no se lo vi hacer a nadie”.

El encono perduró. Las diferencias irreconciliables, también. Bianchi decidió, entonces, bajarle el precio a Diego como jugador para intentar herir su ego. Ego que en Bianchi tampoco es menor. Por esa vereda circula su apreciación sobre la dimensión de Messi y Maradona.

El técnico de la Selección, Jorge Sampaoli, también eligió a Messi como “el mejor de la historia”. No mencionó a Maradona. ¿Por qué? Porque Diego había resistido con la vehemencia que nadie le desconoce su designación como entrenador de Argentina. Sampaoli también pasó la factura. Y los juicios de valor sobre este o aquel están impregnados por las cuestiones personales. No lo va a decir Sampaoli. Porque este tipo de cosas no se dicen en público. Se guardan. Hasta que en el momento propicio se da a conocer un ránking. Y por supuesto Maradona va a quedar postergado, en una pulseada sin credibilidad donde prevalecen los intereses, las chicanas disfrazadas de análisis serios y los oportunismos siempre degradados.

Las calificaciones de Bianchi y Sampaoli poniendo en el altar del fútbol de todos los tiempos a Messi e invisibilizando a Maradona (y a Pelé), son emergentes de la sociedad mediatizada. Como también lo es Maradona en otro plano. O en el mismo plano quizás.

El exitismo siempre venenoso que no permite que se vea la película en su totalidad sino fragmentada, hoy a favor del 3-1 a Ecuador parece llevarlo a la gloria eterna a Messi. Pero es falso. Al exitismo y a los exitistas que, sin pausas, las sociedades del presente reproducen por millones, no vale la pena creerles ni una palabra.

No le perdona la vida a nadie el exitismo. Los oportunistas, menos.

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