Las peleas del Canelo Álvarez, que conquistó su 4ª corona mundial en distintos pesos (mediopesado OMB) al vencer por KOT 11 al ruso Sergey Kovalev, se han transformado en un "reality show", con efectos especiales al natural, que despiertan sospechas, pero son difíciles de comprobar. La única señal es que por más realismo que quieran darle, no traspasa la epidermis

Estamos ante la pantalla de TV por elección propia, y eso significa que ya “compramos”.

Hemos entregado inconscientemente por un momento el poder de que otros nos muestren lo que quieren que veamos, porque en realidad no tenemos muy en claro lo que queremos ver. Es decir, queremos ver lo que pasará, sin saber bien qué.

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Como mínimo, descontamos que será algo real, porque confiamos por cultura en que lo que dice la tele es cierto. Si sale en la tele, existe, si no sale no.

Ingenuidades al margen, el Canelo Álvarez es un instrumento para fines que ignoramos, pero que en el fondo son comerciales. Para eso, alguien tiene que ser el mejor boxeador del momento y captar la atención universal.

Así fue que un día, alguien decidió que ése fuera él, y pagó millones de dólares para eso.

La plataforma de Streaming DAZN, un canal deportivo, firmó contrato con el púgil azteca por 365 millones de U$ para realizar con él 11 peleas en 5 años, y ahora, como buen actor principal, Canelo Álvarez “no debe morir” hasta el final, porque si no se acaba la película.

Entonces, el Canelo, pelee con quien pelee, sabemos que va a ganar, por las buenas o por las malas. Las malas incluyen a los jueces -con fallos dibujados-, a los árbitros -que pueden ver o no lo que sucede según conveniencias, con tal de proteger al protagonista-, y a los “periodistas” -que nos comunican lo que supuestamente estamos viendo, sea real o no, porque es lo que quieren que suceda-.

No hacer periodismo de periodistas fue la primera regla aprendida en las aulas de enseñanza hace muchos años, pero esta vez nos exime una razón: ser actor de reparto “haciendo de periodistas”, no es ser periodista, por lo tanto, entran todos en la misma bolsa.

A las 3 de la mañana, con el sueño a cuestas, en medio de una pelea que es un bodrio, donde las imágenes no logran imponerse, donde el co-protagonista, el ruso Sergey Kovalev -salvando las distancias, simil de Iván Drago en Rocky IV- pega mucho pero a un cuarto de máquina, y donde el Canelo tira poco pero no pega nada, el relato “radial” es el que predominará.

Distraídamente, y entre sueños, uno escucha más de lo que ve. Y escucha: “pega Canelo”. “Qué bien Canelo”.

Cuando el Canelo va para atrás: “el Canelo lo jala”.

Cuando el Canelo va para adelante: “el Canelo lo acorrala”.

Cuando el ruso pega una derecha nítida a la cabeza: “Terrible cross de derecha del Canelo”.

Y cuando Kovalev abraza para evitar el cuerpo a cuerpo: “el ruso está cansado y no quiere más”.

Se sabe, apenas el 0,1 % de los televidentes -siendo optimistas- sería capaz de llevar una tarjeta escrita, y un porcentaje similar conoce lo suficiente de boxeo como para fallar lo fino, por lo cual, ante el desconcierto, se guía por lo que escucha, aunque no le cierre demasiado. Pero lo atribuye a su ignorancia, y se culpa por ello, por no “ver” con tanta claridad lo que “los que saben” ven y relatan.

Ellos –relator y comentarista- son los que dejarán instalado con sus palabras la historia oficial. Las imágenes serán más vagas que un sueño, porque no hay demasiado para recordar.

Todos –o casi todos- los rounds serán del Canelo, aunque no gane ninguno. Y por si acaso, se sorprenderán si la TV yanqui falla al revés, o sea, bien. O mejor dicho, la obviedad.

Kovalev, que está entero y expone su título mundial mediopesado OMB -que a la postre será la 4ª corona en diferentes pesos que obtendrá el Canelo-, pudiendo apretar el acelerador y salir a arrancar cabezas, está demasiado tranquilo. Con los 12 palos verdes entre bolsa oficial -3 millones- y regalías, no importa tanto ganar o perder.

Es más, sabe que va a perder, porque para eso lo contrataron. Total, el Canelo no se quedará con esa corona, de inmediato renunciará al título y éste volverá a ser de Kovalev, que probablemente lo ganará al disputar su vacancia, porque él también firmó con DAZN –por tres peleas, casualmente-.

Y el otro actor principal, el kazajo Gennady Golovkin también puso el gancho con la plataforma, por 3 años.

Pero hay que ser más creíbles, más convincentes. Construir un héroe. Y para que nadie discuta fallos ni honestidades, tiene que haber un nocaut, aunque sea fuera de contexto. Y un buen guión. Con “efectos especiales” de ser posible, que no dé lugar a polémicas, ni se discuta, y de lo que pueda crearse una versión épica.

¿Quién puede discutir el cross zurdo al oído que dejó tambaleante a Kovalev, y mucho menos, el directo diestro del final que lo mandó a la lona, quizás fuera de libreto, pero que contribuyó a la veracidad? ¿Pero a la vez quién puede creer que el Canelo, que no noquea a nadie en mediano a este nivel, lo haga en mediopesado con una sola mano?

Tanto sabía el final el Canelo, que sus pulsaciones no se elevaron. Y en un acting final, con ambas manos le pidió calma a los 20.000 espectadores del MGM Grand de Las Vegas.

Si el KO fallaba, los jueces ya tenían preparado su plan B. Dos de las tarjetas lo tenían arriba 96-94, y la restante -siempre más decorosa, como en los buenos dibujos- 95-95.

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No vimos el libreto, ni hay pruebas de esto, claro. Es simple imaginación, seguramente una fantasía esquizofrénica.

Dicen que si un rayo cae en el medio de un bosque y nadie lo vio, el rayo no cayó. Pero si no cayó y alguien contó que sí, el rayo cayó.

Pero Abraham Lincoln decía: “se puede engañar a todo el mundo por un tiempo. Engañar a algunos, todo el tiempo. Pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”.

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