Fue la noche perfecta para Gimnasia. Arrancó con la emoción, en el minuto 9, con el recuerdo cargado de gratitud para al querido Hugo Romeo Guerra. Siguió con el entusiasmo por ver a Pedro Troglio, otro símbolo de la institución, mirando el último partido de la Superliga y planificando el equipo que se viene. Y terminó con el festejo gigante por el regreso a la victoria, después de nueve partidos que se hicieron muy largos y en los que (salvo los empates ante Boca e Independiente) todo salió mal.
Encima, el triunfo ante Newell’s se empezó a edificar gracias al gol anotado por Nicolás Darío Ortiz, de 23 años, en su debut en Primera. El defensor, de 1,87 de estatura, no es otro que el hijo del Indio, el DT interino del Lobo que logró, ante la emergencia, sumar 5 de los 9 puntos que tuvo en juego.
La victoria la aseguró Bonifacio, en el final, cuando un Newell’s que cerró su torneo con la misma apatía que mostró a lo largo de toda la temporada, no encontraba ideas para vencer a Martín Arias que, en la más clara del Leproso, respondió con una gran reacción ante Leal.
Gimnasia fue efectivo en el área y ordenado a la hora de proteger la victoria que terminó abrazando con total justicia. Por eso se pudo despedir de su gente con una sonrisa grande.