A 66 años del 3-1 de Argentina sobre Inglaterra en el Monumental, cuando el crack de Independiente y la Selección armó y definió su obra tan reivindicada, se celebra este 14 de mayo el Día del Futbolista Argentino, inspirado en una apilada convertida en leyenda

Aquel gol inolvidable. O aquel golazo inmortal hecho postal que recorrió el mundo. El “gol imposible” para la liturgia del fútbol de todos los tiempos, que en realidad fue posible. Lo hizo Ernesto Grillo en la tarde del jueves 14 de mayo de 1953 cuando Argentina derrotó en el estadio de River 3-1 a Inglaterra.

Esa jornada y ese gol artesanal patentó a modo de símbolo lo que días después se terminó constituyendo como el Día del Futbolista Argentino. El Pelado Grillo, un 10 que la rompió en Independiente y que integró aquella mítica delantera Roja junto a Micheli, Cecconato, Lacasia y Cruz que disputaron el partido citado; también actuó en el Milán para retornar a Boca en 1962, saliendo campeón en esa temporada y en la de 1964 y 1965.

En aquella tarde de una Argentina que seguía conmovida y atrapada en un duelo imborrable por la muerte prematura de Evita producida el 26 de julio de 1952, Juan Domingo Perón, en su carácter de presidente del país, saludó en el campo antes del partido uno por uno a los jugadores de ambas selecciones.

Grillo

Inglaterra, que se adjudicaba ser el precursor del fútbol, había llegado a la Argentina acompañado por la supremacía mitológica y el aura intransferible de los eternos ganadores. Una postal siempre autoimpuesta por el Reino Unido.

Perón, por supuesto, fue a ver ganar a Argentina. Y Argentina ganó aunque arrancó perdiendo con el gol de Taylor. Grillo, de inmediato, recibió de Lacasia y empató dibujando lo que luego se inmortalizó.

Día del Futbolista

La gambeta que desairó a tres ingleses entrando en diagonal desde la izquierda, el arquero Ditchburn que salió a tapar el probable centro y el crack (ídolo de varias generaciones de hinchas y jugadores argentinos), la tocó desde un ángulo no tan cerrado como la historia lo acredita con la cara interna del pie derecho a un arco desguarnecido. Después, en el segundo tiempo, Micheli anotó el segundo y Grillo el tercero, de cara a un Monumental que las crónicas de la época describen colmado por 85.483 personas.

La apilada de potrero de Grillo, la pelota transformada en flecha viajando al gol y sobre todo la presencia de Inglaterra como adversario, precipitaron que el 1º de junio de ese mismo año, Futbolistas Agremiados decretara al 14 de mayo de 1953 como el Día del Futbolista Argentino con la firma de su secretario general Luis Bagnato, secretario administrativo Luis Cardozo e integrantes de la comisión directiva (jugadores en actividad), entre ellos, Arnaldo Balay, Eliseo Prado y Eliseo Mouriño.

Esa formalidad que se construyó como un episodio que reveló la identidad del fútbol argentino, fue quizás también la pintura en simultáneo de un momento político y social histórico. Ese Pelado Grillo, puro desenfado, puro talento y pura potencia, expresó en una gigantografía la virtud, la excelencia y el temple de los jugadores nativos.

Grillo

Antes y después de Grillo, brillaron otros próceres que la perfección de Diego Maradona sintetizó con la sensibilidad de su genio. Como diría el Flaco Menotti, si aquí nacieron Maradona y Messi es porque antes y después estuvieron Pedernera, el Charro Moreno, el Cabezón Sívori, Tucho Méndez, Di Stéfano, Vicente de la Mata, Corbatta, Masantonio, Angel Clemente Rojas, Bochini, Kempes, Brindisi, Beto Alonso, Houseman, Redondo y por supuesto Grillo, entre otros consagrados que permanecen en las memorias de millones de observadores anónimos.

La génesis del fútbol argentino se perfiló desde un mosaico muy diversificado y heterogéneo alimentando por lxs inmigrantes. Pero la tendencia central que lo iluminó se enfocó en la técnica para manejar la pelota y la inteligencia para interpretar el juego. Esas raíces que el folklore bautizó como “la nuestra”, siempre perduraron. Fueron y son su permanente cable a tierra. Su talismán más valioso e influyente. Grillo fue un eslabón muy calificado.

Ese extraordinario periodista que fue Osvaldo Ardizzone en una entrevista que el Pelado le concedió a El Gráfico en 1971, mientras trabajaba en Boca en las divisiones inferiores, lo acarició con estas palabras: “Un silencioso incurable, enfermo de sinceridad”.

Aquel hombre austero, aquel jugador fenomenal, aquel Grillo tímido y para nada exhibicionista, que vivió entre el 1º de octubre de 1929 y el 18 de junio de 1998, escribió, sin desearlo, una versión integradora del fútbol argentino.

El gol fue a Inglaterra con Perón festejándolo. El recuerdo, quizás idealizado por la nostalgia, es de todxs. Hasta de lxs que nunca lo vieron ni lo imaginaron. Pero lo evocan. Y lo seguirán evocando.

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