Vuelve a la pantalla después de siete años en una historia que la llevo a estudiar la inmigración masiva de los años 30. Es una madame Ivonne, con ecos del tango de Gardel.

Andrea Frigerio volvió a la televisión tras una pausa de siete años, tiempo que le dedicó al cine y al teatro. La actriz no se pudo negar a formar parte de la superproducción de Pol- Ka, Argentina, Tierra de Amor y Venganza (ATAV, El Trece) porque compone a la villana de la ficción: Madame Ivonne: “Soy la peor de todas. Es una mujer de armas a tomar, violenta, machista y pegadora”.

Un papel distinto en toda su carrera artística, en el cine, por ejemplo, se destacó por roles de mujer tímida y de poco carácter (como en los films El Ciudadano Ilustre y Rojo) y glamorosa (Mi Obra Maestra). Su nombre en la ATAV se debe al tango de Carlos Gardel Madame Ivonne (1933): “Rescata la historia de una mujer de vida ligera en el barrio latino de París que un argentino trae acá, la abandona y pasa de Mademoiselle a madame. En una parte del tango, Gardel, se refiere a ella como una mujer de ojos muy tristes que bebe su champagne. En esa poesía, también la llama alondra gris. Era la más papusa, la más linda, la más alegre y cuando llega a Argentina, la Cruz del Sur sella su suerte”.

Frigerio se metió de lleno en el papel. “No paro de estudiar todo lo relativo a la inmigración masiva de los años 30. Lo que se cuenta en ATAV es una historia sórdida y verdadera de nuestro pasado, lo que no quiere decir que sea completamente real” dice sobre la historia que protagonizan Benjamín Vicuña, Gonzalo Heredia y La China Suárez.

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En el segundo capítulo se hizo la presentación del personaje de Frigerio junto al de Fernán Mirás, Samuel Trauman. Ambos regentean el burdel al que cae por engaño Raquel, una polaca en la piel de Eugenia “La China” Suárez: “Ella se desquita con las chicas nuevas que llegan. Es malísima y débil al mismo tiempo. En aquél entonces era obligatorio y necesario que los burdeles sean manejados por madames, quienes en su mayoría se casaban de forma ficticia con los dueños para tener todo en regla. Con Trauman no estamos casados, pero se nota que tenemos una historia. Si bien soy yo la que comando todo, él si quiere me puede dejar en la calle”.

La actriz cuenta que a principios del siglo 20 “poner un burdel era como poner una librería. Los burdeles se ubican en pleno corazón de la ciudad de Buenos Aires, en los barrios de San Telmo, La Boca y Plaza Lavalle en las inmediaciones del teatro Colón. Había como 200 burdeles totalmente reglamentados. Alfredo Palacios y Nicolás Repetto (ambos políticos socialistas) son los que empezaron a hacer ruido y a traer el tema al Congreso para empezar a mover un poco el avispero”.

Para Frigerio “es importante contar esta historia porque es nuestra historia. En mi caso, mis abuelos paternos uno venía de Londres y otra de Francia y por el otro lado mis abuelos maternos venían de España e Italia (el apellido de mi mamá era Di Paola). Todos (abuelos y padres) vinieron en barco a la Argentina. Mi papá tenía el apellido Mitchelstein, se lo ‘judeizaron’ porque el verdadero era Mitchelstien. Se lo cambiaron acá con la ola inmigratoria”.

Su último trabajo en la televisión fue en la miniserie La Dueña (Telefé, 2012), allí interpretó a una trepadora y es la primera vez que en una ficción tiene el rol de malvada total: “Ivonne está corrida hacia la maldad más absoluta. Tiene que ver con su mala vida. Yo creo que cuando una persona no es feliz, es mala. No soporta que el otro pueda ser feliz. Por eso yo digo que eso es la medida del propio fracaso cuando llegas a este punto en la vida. Se relaja y es feliz cuando al otro le va mal”.

Frigerio agrega que las mismas prostitutas muchas veces “le preguntan: ‘¿Ivonne, usted es mujer? ¿Cómo nos hace esto?’. A lo que yo contesto con una frase defensiva que resulta más un ataque: ‘¿Y vos quién te crees que sos?’. No pueden creer que una mujer sea quien les haga la vida imposible en el burdel. En aquella época no había un mango y la violencia estaba a flor de piel”.

También confiesa cuando en los libros de Carolina Aguirre y Leandro Calderone “me quieren aflojar un poco, yo me niego de manera rotunda. Yo quiero que el color de Ivonne sea éste (señala el color violáceo de su vestido), que no haya medias tintas”.

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