Una familia disfuncional de la zona sur del Gran Buenos Aires se pasea por el escenario en "El loco y la camisa", la obra de la Compañía Banfield Teatro Ensamble, escrita y dirigida por Nelson Valente.
El loco es el bicho raro a esconder, a apartar del afuera... pero también del adentro. El novio (José Pablo Suárez) de la nena está por llegar y no es un novio cualquiera. No es un novio que coma milanesas. Es un novio de zona norte. Entonces, la nena le pide a su familia, que disimule, que esconda, que corrija, que cambie... que sea un poco más presentable.
Y en ese pedido desesperado de que sean lo que no son, ella pide algo más: que su hermano, el loco, no aparezca.
La imprevisibilidad del loco se despliega en cada rincón de esa casa arrasada por los años y la rutina propia de una familia de clase media baja. Los diálogos, la cotidianidad y la aparente "normalidad" de la familia se ponen en duda en cada una de sus apariciones. ¿Quiénes son los locos y quiénes los cuerdos? ¿Quiénes ocultan más de lo que dicen? ¿Es el loco una amenaza constante a la mentira que chorrea por esas cuatro paredes?
La obra es un ir y venir entre estas premisas. El público festeja cada aparición del loco y se pregunta qué otra basurita sacará de debajo de la alfombra.
La identificación entre espectadores y actores es casi inmediata. La notoria e histórica división entre zona sur y norte en el Gran Buenos Aires es pincelada por Valente de una manera simpática pero certera. La madre que plancha y opina pero no es escuchada, el padre que está siempre en otra y que cree que con alzar la voz impone autoridad, la hija deslumbrada por un estilo de vida que no le pertenece y ese loco que nos avergüenza y quisiéramos borrar de un plumazo... pero nos da culpa.
Del escenario banfileño donde fue gestada, la obra pasó al Camarín de las musas, en Buenos Aires, y a partir de este sábado 17 estará en una sala del circuito comercial porteño: el Teatro Picadero. En el medio, se presentó en Barcelona, Miami y, recientemente, fue parte del festival internacional chileno "Santiago a Mil", donde agotó rápidamente todas las localidades.
En suelo nacional, las críticas son inmejorables. Lo que sorprende –no por la genialidad de la obra, sino por la prevista lejanía socio cultural- es que en el exterior tuvo la misma suerte. Y la sorpresa es porque "El loco y la camisa" es una pieza muy nuestra, muy argenta e, incluso, muy "conurbarense", en el mejor sentido de la palabra. Hay códigos, costumbres que pensamos muy nuestros y que, sin embargo, despiertan en el extranjero reacciones similares. La risa, el nudo en la garganta, el aplauso, en este caso.
El éxito de la troupe de "El loco y la camisa" no es casualidad, ni suerte, ni producto de escándalos mediáticos. El éxito viene de la prepotencia de trabajo impecable de cada uno de los hacedores. Y por eso, este presente brillante (y acaso también el futuro) es de ellos.
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