Mira la vida con un optimismo moderado. Se siente mal cuando le pasan factura con razón. Ya no se cocina al primer hervor. En esta oportunidad, Pepe Novoa, quien se encuentra coprotagonizando la comedia dramática “Con el alma aferrada” en el Teatro Andamio ‘90, afirma que la vida ha sido muy generosa con él, aunque la faltaron fuerzas para exprimirla un poco más.
l ¿Con qué ojos mira la vida?
-La miro con un pesimismo realista o un optimismo moderado.
l ¿Cómo diría que es su línea de conducta?
-En general, uno se va marcando un objetivo pero, a medida que transcurre el tiempo, va cambiándolo. Si bien existe cierto zigzagueo, en el fondo, si uno revisa mi trayectoria, más o menos, sigo estando en el campo popular.
l ¿Para qué aspectos usaría la máxima “poco pero bueno”?
-Para todos.
l ¿Qué se le hace cuesta arriba?
-La realidad circundante, como le sucede a casi todo el país.
l ¿Cuál es su motor?
-El placer. Yo elegí esta profesión para seguir jugando toda la vida.
l Cuando le pasan factura, ¿cómo se siente?
-Cuando tienen razón me siento como la mona. Si no me interesa demasiado, me despreocupo. Si se trata de algo que me duele en el alma, me preocupo bastante.
l ¿En qué tiene un as bajo la manga?
-En mi mazo de barajas, el as no aparece mucho, siempre tengo un dos o un tres (risas).
l ¿Qué lugar ocupa el dinero en su vida?
-A estas alturas, su valor es relativo. Ya tengo la vida hecha, mis hijos no están en casa, excepto a mi señora esposa, no tengo que mantener a nadie, lo cual, me da cierta tranquilidad. El dinero fue muy importante cuando mis hijos eran chicos y se produjeron algunos acontecimientos que hicieron que el trabajo me escaseara o faltara. En esos momentos, la pasamos mal.
l ¿En qué punto de su vida se encuentra?
-Estoy en un tiempo de maduración tardía (risas). Aún estoy verde en algunas cosas.
l ¿Se sigue cocinando al primer hervor?
-No, ya tuve varios hervores (risas).
l Sus años felices, ¿pasaron?
-Mis grandes felicidades fueron los nacimientos de mis tres hijos y mi casamiento con Elena. Ahora, espero que mis hijos me den más nietos, ya tengo cuatro. Cada nuevo Novoa que aparece en el planeta me llena de felicidad (risas).
l ¿A quiénes les levantaría un monumento?
-A los que lucharon y entregaron su vida en favor de las clases populares, cosa que se puede traducir en presidentes argentinos como Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Ricardo Alfonsín.
l ¿Qué se puede aprender de usted?
-No creo que se pueda aprender algo de mi, porque yo todavía sigo intentando aprender cómo encausar mi vida.
l ¿No se siente de vuelta de nada?
-No. Yo sigo yendo para adelante.
l ¿Y hacía dónde cree que va?
-Hacia la eternidad. Estoy haciendo un camino para ser mejor, algo que cuesta mucho, pero lo sigo intentando a cada paso que doy.
l Normalmente, cuando toma una decisión, ¿vuelve sobre sus pasos?
-Soy impulsivo y lo que pienso lo llevo adelante. A veces, debería retroceder para dar nuevos impulsos. En general, sigo contra viento y marea, pero sé que es una equivocación de mi parte.
l ¿Qué le gustaría corregir de usted?
-Casi todo, sobre todo mi esqueleto (risas).
l ¿La vida fue mezquina con usted?
-Por el contrario, fue muy generosa. Me llenó de satisfacciones tanto en lo personal como en lo profesional, ya que me siguen convocando para nuevos proyectos. He tenido una suerte brutal con mi familia. Yo me fui conformando con lo que fui consiguiendo. Haber salido del pozo de los inmigrantes que vinieron con una mano atrás y otra adelante y estar como yo estoy ahora, me hace sentir Gardel.
l Del paso de los años, ¿qué añora y recuperaría?
-El paso del tiempo es algo que se siente en el cuerpo. Yo quisiera recuperar la forma atlética con la que movía de joven, sobre todo, en mi adolescencia. Eso es imposible y me conformo con esta realidad que me permite seguir trabajando a los ochenta años.
l Por último, cuando sea más grande, ¿qué le gustaría ser?
-Un buen actor.
comentar