A cuarenta años, los recuerdos resplandecen. Hace exactamente cuatro décadas, Boca y River disputaban la única final entre ambos, por el torneo Nacional de ese año, la que finalizó con la victoria y el consiguiente campeonato para el equipo Xeneize, quien se impuso por 1 a 0 con un recordado gol de Rubén Suñé, de tiro libre y con el estadio de Racing Club como marco.
De acuerdo a la estructura de los torneos de entonces, el Nacional era la segunda competencia del año y se disputaba en el segundo semestre, con la inserción de equipos del interior como detalle saliente.
Boca se había clasificado en su zona con cierto sufrimiento (lo hacían dos por grupo) y tras vencer a Banfield y Huracán, y a Quilmes y Talleres de Córdoba respectivamente, los tradicionales rivales ganaron el derecho de jugar la final que determinaría al campeón. Como se trataba de un solo partido, se jugó en terreno neutral y el Presidente Perón, fue el estadio elegido.
River, de la mano de uno de sus máximos ídolos como Angel Amadeo Labruna como entrenador, había logrado los dos títulos del año anterior, poniendo fin a dieciocho inverosímiles años de sequía. Para contrarrestar eso, el presidente de Boca, el inefable Alberto J. Armando, contrató a un reconocido estratega como Juan Carlos Lorenzo, un hombre que hacía un culto del trabajo y el sacrificio, que estableció el triple turno como método de entrenamiento y que llegó aclarando que se iba a imponer el "servicio militar". Boca había ganado el Metropolitano de ese año, pero íntimamente todos sentían que la deuda iba a estar saldada, si también ganaban el Nacional.
River fue ligeramente superior. Hasta que, faltando menos de veinte minutos, Passarella le cometió una infracción a Veglio, cerca del área. Antes del partido, ambos capitanes coincidieron con el árbitro Ithurralde en que, en caso de existir un tiro libre a favor, el bando que había recibido la infracción podía ejecutarla, sin necesidad de que se contasen los pasos. Así sucedió y Suñé empujó a Mouzo, el encargado de ejecutar la pena en un primer momento, la puso arriba, al ángulo izquierdo del arco del Pato Fillol y esa bomba quedó para siempre en el corazón de los boquenses.
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