El colombiano Edwin Cardona llegó a Boca seguramente con la ilusión de jugar de enganche. Pero los Barros Schelotto no profesan la religión del enganche clásico. Por eso Cardona se mueve hoy como un puntero izquierdo muy lejano a su característica de organizador. Aquellos viejos episodios con Riquelme. La interpretación de Guillermo para no frenar al equipo. La búsqueda de la velocidad sin pausas.

Boca vive un momento estupendo. Gana, gusta, golea. Se fue Carlos Tevez en el arranque de 2017 a China y apareció la gran potencia goleadora de Diego Benedetto. Se fue Ricardo Centurión hace un par de meses a Italia y entró en escena el colombiano Edwin Cardona. El 4-3-3 que promovieron en los pizarrones virtuales Guillermo y Gustavo Barros Schelotto no se modificó, aunque las características de los jugadores sean distintas.

Por ejemplo, a Cardona, un clásico enganche que apenas arribó a la Argentina expresó que no le gusta que lo comparen con Riquelme “porque cada uno tiene que hacer su propia historia”, la dupla técnica de Boca lo utiliza como un puntero izquierdo o como un volante de ataque bien cerrado a la banda izquierda.

¿Qué hace Cardona? Intenta cumplir. Intenta obedecer las indicaciones que recibe. Pero la función que le dan no es la función en la que él querría jugar cuando lo incorporó Boca hace unos meses. No lo dijo públicamente.

Pero no hace falta que lo diga para interpretar lo que se ve. Sería como si a Riquelme, Gallardo, Romagnoli, Garnero, Ruben Paz, Capria o cualquier enganche bien definido, le dieran un lugar como puntero izquierdo para no desacomodar o desarmar el sistema táctico.

Pero no estarían cómodos ni satisfechos. Jugarían a contramano de sus preferencias o gustos futbolísticos. Cardona está viviendo esa circunstancia. Y por ahora se la banca en silencio. Juega en un sector de la cancha que no es el sector que él precisamente elegiría. Y aunque Boca hoy encontró el funcionamiento que durante el último torneo no tuvo a pesar de conquistar el campeonato a favor de los goles a repetición de Benedetto, no se puede esconder que para los Barros Schelotto en algunos casos especiales parecen ser más importantes las posiciones que las características de los protagonistas.

Si esto no es tacticismo, ¿qué es? El reencuentro de Boca con un fútbol veloz, ofensivo y con una alta dosis de eficacia, por ahora posterga o deja de lado el caso particular de Cardona. Y reinstala algo que Guillermo siempre pensó cuando integraba aquel Boca demoledor que conducía Carlos Bianchi: la verdad es que no se sentía pleno con la compañía de un enganche tiempista y organizador como Riquelme.

Es más: no compartía el juego circular de Riquelme. Decía en privado por aquellos días de gloria nacional e internacional que Román frenaba las revoluciones del equipo. Que paraba al equipo, en definitiva. Y que él tenía que entrar y salir de la jugada esperando que Riquelme lo habilitara o no. Y que en esa alternancia de pique y freno podía caer en posición adelantada por culpa de Román. Lo va a negar Guillermo, pero es lo que manifestaba.

¿A qué viene este recuerdo? A que está relacionado de manera directa con el presente. Guillermo no adhiere a jugar con un enganche. Ni antes como jugador ni ahora como técnico.

Piensa que un enganche le reduce la velocidad de descarga ofensiva a un equipo. Y él quiere un equipo que transite muy rápido por la mitad de cancha. Que toquen y pasen, como en esta versión más dinámica de Gago. Riquelme no tocaba y pasaba. Hacía la pausa. Manejaba según su panorama y lectura del juego las pausas y los tiempos exactos de la entrega. Y ponía la pelota al espacio o al pie después de elaborar la maniobra.

Padecía esas pausas Guillermo. Y las compartía, entre otros, con su amigo Palermo. Pero no podía hacer nada. Tenía que armonizar dentro de la cancha con el manual estratégico y conceptual de Riquelme. Cardona, sin dudas está muy lejos de tener la calidad y el talento que siempre distinguió a Riquelme.

Pero es un jugador que juega de Riquelme. En la actualidad no lo está haciendo. Ahora juega de otra cosa. Y quiere complacer a Guillermo y Gustavo para conservar la titularidad. Hace los deberes. Pero le debe generar contradicciones que hasta el momento no se expresan. Contradicciones que el formidable momento de Boca logra desvanecer.

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