“Bien Ariel, bien, así....”, retumba en el predio. Es la voz de Marcelo Gallardo que sobresale entre los ruidos a pelota y el de un avión que busca aterrizar en el Aeropuerto. Ariel Rojas está de vuelta y en esta etapa de búsqueda de juego y de funcionamiento puede ser un nombre clave. Los elogios para él se repiten en un trabajo de fútbol en espacios reducidos donde el control, la precisión y la intensidad marcan tendencia.
Gallardo mira y da indicaciones. Los nombres que las reciben no son suplentes. Las circunstancias ofrecen un panorama donde hay muchos titulares en el ejercicio de una hora. Están los tres que vuelven de lesiones como Pity Martínez, que hace 4 partidos no juega por una lesión en el sóleo; Rojas, quien aún no jugó en este semestre por un desgarro; y Moreira, que asoma muy metido y rápido luego de la operación de tendón del año pasado.
Precisamente con el paraguayo hubo una charla al final de la práctica en la que, por ademanes y gestos, lo que buscaba saber el DT es cómo se había sentido en los trabajos, porque el equipo extraña su intensidad y sus recorridos en el lateral derecho. Tanto, que hasta probaron con Milton Casco el domingo.
Los otros nombres que estaban en el campo tienen todos los boletos para jugar el sábado en Paraná y también ante Boca. Enzo Pérez -estaba suspendido-, Maidana –descansó- y Ponzio -que tuvo una licencia- son jugadores de la estructura principal del equipo que, increíblemente, cuando los titulares hacían trabajos regenerativos, jugaron con el resto de los suplentes.
La procesión, seguro, va por dentro del vestuario y no es para menos: el equipo apenas ganó un juego en el semestre, está lejísimos de los puestos de copa en la Superliga y se viene una final ante Boca en una semana que puede ser el principio de un tiempo desconocido. A menos que las heridas de resultados y funcionamientos dejen de sangrar.