Sería injusto, muy injusto, sumarles cargas y responsabilidades a los futbolistas que en Rusia vestirán la camiseta del seleccionado nacional. Sin embargo, la realidad de siete mundiales con frustraciones -de distinto peso y tenor, pero frustraciones al fin-, igualmente acompañará al equipo albiceleste. No habrá manera de abstraerse. Por lo tanto, con las reglas de juego al desnudo, la misión del plantel será doble: derrumbar los obstáculos que surjan de la propia competencia y, paralelamente, los que se desprenden de una serie -posterior a México º86- llena de decepciones.
En las dos puntas de esta historia de siete capítulos (1990 y 2014), Argentina quedó a un paso de la gloria, que en ambas finales eligió irse con los alemanes. Es muy recordado aquel equipo de Carlos Bilardo, que llegó hasta la final, con mucho amor a cuestas y con el recuerdo de aquel increíble triunfo ante Brasil, con el gol de Claudio Caniggia, en el que la “verdeamarelha” había sido claramente superior. También quedará en la memoria la de 2014, donde Argentina (dirigido por Alejandro Sabella) estuvo muy cerca, pero otra vez la frustración fue con los teutones.
El siempre sólido equipo germano también se transformó en nuestro verdugo en los cuartos de final de 2006 y de 2010, y otros europeos tomaron la posta en las restantes experiencias. Fue Rumania en la del 94, aunque antes el equipo del Coco Basile había sentido el caso de dóping de Diego Maradona como un golpe del que no logró reponerse. Y Holanda en el certamen de Francia º98, donde el gol de Dennis Bergkamp, sobre el final, liquidó un partido que estaba 1 a 1 y que iba derecho al alargue. El recuerdo de Corea-Japón 2002 es más duro aún, porque, tras un debut con victoria sobre Nigeria, la derrota sufrida frente a Inglaterra y el empate insuficiente con Suecia dejaron a Argentina fuera de carrera en la primera fase, aquel equipo que dirigiera Marcelo Bielsa, que había arrasado en las eliminatorias, no solo en cuanto a resultados, sino a juego.
Pese a que trae a la memoria pantallazos del pasado que, en este caso, son dolorosos, la cercanía de una nueva Copa del Mundo renueva las expectativas y las esperanzas. Hay una meta ambiciosa relacionada con el presente... y otra que se añade y que apunta a cortar la malaria.
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