Terminó abrazada al desconcierto futbolístico la Selección en su breve gira por Rusia. Funcionó con un nivel estupendo en el primer tiempo ante Nigeria, monopolizando la pelota. Y en el complemento se derrumbó por completo hasta caer 4-2 sin atenuantes. La claudicación notable de la segunda etapa cuando Nigeria atacó y se generó un partido de ida y vuelta, tendrá que ser interpretada con inteligencia estratégica por parte de Sampaoli.

Si el mensaje futbolístico en el 1-0 ante Rusia fue alentador, hay que confirmar que la durísima derrota por 4-2 frente a Nigeria fue muy preocupante. La Selección (en esta oportunidad sin Messi), en su segundo amistoso después de las Eliminatorias, mostró una imagen totalmente desconcertante.

Monopolizando la pelota en el primer tiempo, como lo hizo el pasado sábado contra Rusia, se reveló como un equipo seguro, firme, convencido. Vapuleó a Nigeria, sacó dos goles de ventaja (Banega de tiro libre y el otro de Agüero, quien fue reemplazado por Benedetto en el entretiempo luego de sufrir un desmayo), estuvo a punto en un par de oportunidades de concretar el tercero y sufrió el descuento de Nigeria, también de tiro libre sobre el cierre de la etapa.

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¿Qué le pasó en el complemento para derrumbarse como lo hizo de manera inesperada y sorpresiva? Según Mascherano, “nos pasaron por arriba, nos desconectamos y bajamos la intensidad”. La síntesis fue contundente. Mascherano, de flojísima producción en su rol de defensor, no apeló a explicaciones tibias.

Pero una pregunta casi elemental igual sigue en pie: ¿por qué Argentina se regaló en el segundo tiempo, después de jugar 45 minutos de muy buen nivel? Una razón fundamental es que bajó demasiado el ritmo. Quiso controlar el partido desestimando la presión en campo propio y ajeno. Y no está para dar esas licencias. Dividió la pelota frente a un rival veloz, potente y muy preciso para resolver todas las chances que dispuso. Tuvo cinco, metió cuatro. Y concretó un triunfo impensado si se repasan las imágenes de la primera mitad.

Lo que quedó de los 180 minutos disputados en Rusia es una Selección partida en dos: cuando tiene la pelota y cuando no la tiene. Si la conserva, si la maneja, si la hace circular, si descarga con buena lectura de los movimientos colectivos, si cultiva el pressing y denuncia solidaridades efectivas, el equipo puede conquistar buenas actuaciones. Porque incluso es capaz de mostrar una idea y un estilo incipiente.

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Pero al fútbol también lo integra otro escenario: cuando la pelota pasa a poder del adversario. Este capítulo merece una atención muy particular y muy específica. En esa circunstancia, la Selección resignó el orden y se entregó a la confusión. Sin el control de la pelota, manifestó todo lo que le falta. Porque claramente se desintegró en el campo con una facilidad notable.

Nigeria se encontró en ataque con facilidades inusuales en el nivel internacional. Llegadas limpias en situación de mano a mano con los volantes argentinos demasiado lejos de emprender colaboraciones para defender los espacios. Todo fácil para Nigeria. Todo simple para Nigeria. Y los goles que llegaron a repetición.

Tendrá que serle útil este desarrollo al entrenador Jorge Sampaoli. Porque no puede existir tanta fragmentación futbolística de un tiempo a otro. Sin ejercer un dominio absoluto de la pelota, Argentina reveló una fragilidad infrecuente. Si se acepta la crítica de Mascherano como valiosa para interpretar los extraños vaivenes del trámite, también hay que plantear una claudicación colectiva durante 45 minutos muy difícil de justificar hasta entender.

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Desconectarse y bajar la intensidad, como lo reflejó Mascherano en pocas palabras luego del partido, refleja una falla que por supuesto hace foco en Sampaoli. ¿Por qué se pinchó el equipo cuando parecía tener todo a su disposición? Porque el funcionamiento continúa siendo una aspiración. Cuando hay viento a favor, fluye. Cuando aparecen algunas dificultades, se desmorona y se pinta la tela como la terminó pintando Nigeria a puro galope y definiciones que martirizaron al arquero Marchesín, que no podrá olvidarse jamás de esta jornada.

Quedó y quedará una estela de preocupación inevitable en el campamento argentino. Porque perder está siempre dentro de las posibilidades de la competencia. Pero perdió muy feo la Selección. Y las imágenes finales que regaló pueden tapar lo que había ofrecido antes, en el 1-0 a Rusia y en la victoria parcial 2-1 a Nigeria.

Es cierto, para esto sirven los ensayos. Para tomarle la temperatura a la Selección. Para verlo bien armado y para verlo desnudo. Habrá que encontrar no necesariamente un equilibrio. Habrá que encontrar la verdadera medida del equipo.

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