Ulises tiene 15 años. Desde muy chico tiene la etiqueta de la discapacidad, en formato de autismo. Sus derechos siempre impactaron contra una sociedad que aún no está preparada para que las diversidades resulten respetadas. Como le ocurre a cualquier persona diagnosticada con autismo, seguro tuvo problemas para incorporarse a instituciones educativas, recibir la atención médica adecuada o, simplemente, tener la chance de jugar en absoluta libertad.
Desde hace cinco meses, su padre se encuentra nuevamente detenido en una cárcel. Se trata, nada más y nada menos, que justamente de la persona que lo acompañó durante años a las terapias, a las escuelas, a las plazas, a los recitales. Con su padre, Ulises se siente uno más. Uno igual que todos. Se siente integrado. Cuando está con su padre, Ulises deja de sentir el estigma de la discriminación.
Pero la Justicia en general, y el magistrado José Carlos Pérez Arias en particular, insisten en ese paradigma que tiene a las personas con discapacidad como sujetos con menos derechos que el resto, los comunes, quienes no llevan encima esa etiqueta.
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