El 29 de junio de 1987, un grupo de personas -autobautizados como "Hermes IAI y los 13"- ingresó a la bóveda que contenía los restos del ex presidente, mutiló su cadáver y, como botín, se llevó parte del cuerpo y varios objetos que se encontraban dentro del féretro. Un pedido de rescate de ocho millones de dólares y uno de los mayores enigmas de la historia argentina

El 29 de junio de 1987, un grupo de desconocidos llegó al Cementerio de la Chacarita con un tétrico objetivo, pero con motivaciones aun poco claras: ingresar a la bóveda donde se encontraban los restos de Juan Domingo Perón y robar parte de su cadáver.

Los atacantes sacaron el cuerpo embalsamado del ex presidente del féretro con cristal blindado que lo protegía, cortaron sus manos y se apoderaron del anillo y el sable que acompañaban en el descanso eterno al viudo de Evita.

La noticia fue tapa en los principales diarios el martes 30 de junio. "Violan tumba de Perón y se llevan el sable, la gorra y una bandera", señaló DIARIO POPULAR en su portada.

Tapa Diario Popular 30 de junio 1987 robo manos de Perón

"El trabajo realizado por los delincuentes es muy grande. Es evidente que no se trata de algo casual, puesto que fueron bien preparados llevando sopletes y otros elementos para ingresar a la bóveda", describió un familiar a este medio, indignado por el panorama que descubrió al llegar al lugar.

Al día siguiente, voceros de la Policía Federal intentaron desmentir la información, pero en simultáneo y con el botín en su poder, "Hermes IAI y los 13" -apodo que utilizaron los malvivientes- enviaron tres cartas dirigidas a diferentes líderes políticos para exigirles el pago de ocho millones de dólares.

tapa diario Popular desmentida robo de manos

Fuentes cercanas al por entonces diputado Carlos Grosso le precisaron a DIARIO POPULAR que efectivamente el referente de la renovación peronista había recibido una nota en la que le pedían la exorbitante suma para restituir los restos profanados y los demás elementos robados.

Ante la creciente incertidumbre, la conducción del PJ le pidió al juez Jaime Far Suau que disponga la apertura del ataúd que contenía los restos del ex presidente para comprobar la veracidad de la información.

"Le dije a la Policía que el ataúd fue violado y ellos insistían en negarlo", Vicente Saadi, titular del consejo nacional del PJ

Tres días después de consumarse el robo de las manos de Juan Domingo Perón, los detalles del tétrico accionar salieron a la luz.

"Las seccionaron con una sierra eléctrica, tras violar doce cerraduras de alta seguridad. También fue levantada una tapa de cien kilos que había en la bóveda. Raúl Ricardo Alfonsín culpó a 'minorías del odio', en tanto que el Gobierno descartó que sea implantado el estado de sitio y se suspendan las elecciones", decía la tapa de DIARIO POPULAR.

El sacrilegio a la tumba de uno de los máximos referentes de la política nacional fue repudiado desde los diferentes partidos y la CGT organizó una manifestación para pedirle a la Justicia que encuentre a los responsables.

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El imaginario popular adoptó diferentes hipótesis para entender las motivaciones de los profanadores. ¿Venganza de una logia italiana o accionar de un grupo de bromistas? ¿El objetivo era abrir una caja de seguridad en Suiza con las huellas dactilares de Perón? ¿Se trató del accionar de una banda de ladrones?

Lo cierto es que pasaron los días, que se transformaron en semanas y estas en años y el paradero de las manos de Perón era un completo misterio para los investigadores.

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Además, personas vinculadas a la causa murieron de manera sospechosa.

El primer juez que tomó la investigación, Jaime Far Suau, falleció en un accidente de tránsito que despertó suspicacias por las extrañas circunstancias que lo rodearon. Su abogado dijo que en su automóvil había un explosivo.

Por su parte, el sereno del cementerio, Luis Paulino Lavagna, y el comisario general Juan Ángel Pirker también sucumbieron poco tiempo después y en circunstancias difíciles de explicar.

El cadáver del primero apareció en la vía pública, un médico trucho firmó el certificado de defunción diciendo que había sufrido un paro cardiorrespiratorio no traumático aunque luego se supo que había sido asesinado a golpes. El segundo falleció de un ataque de asma en su despacho del Departamento Central de Policía.

Curiosamente, en 1995 en la comisaría 29a. se encontró un juego de llaves del blindex que protegía el féretro.

Seis hombres fueron detenidos dos meses después del ataque, pero liberados posteriormente al no pesar ninguna acusación formal contra ellos y el misterio que rodea el robo de las manos de Perón continúa sin resolverse treinta años después.

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