Se conocieron en la Casa de Pre Alta -en 56 entre 9 y 10, La Plata-, hace 12 años, cuando ambos empezaban a transitar una vida nueva lejos del hospital Melchor Romero, en el que habían estado internados, como pacientes psiquiátricos, muchos años.
Marta y Oscar son sólo dos de los 400 pacientes externados del Romero que siguen en tratamiento ambulatorio a través del programa de externación.
Pero primero a lo primero: al poco tiempo de conocerse, se enamoraron y se fueron a vivir juntos a una pensión que estaba justo frente a la Casa de Pre Alta. "Yo pensaba que ella necesitaba la protección de un hombre que la cuide", le cuenta Oscar a DiarioPopular.com.ar.
Al año, iniciaron la aventura de casarse. Contra toda convención, fue ella la que tomó la iniciativa y le propuso a él formalizar la relación. Ahí empezaron las trabas en todos los estamentos estatales. "Trabas basadas en prejuicios, porque a los pacientes psiquiátricos muchas veces se los infantiliza", detalla Clara Weber, jefa de la Casa de Pre Alta, quien define la postergada boda como "una deuda para reivindicar sus derechos" como ciudadanos.
El casamiento se concretó, finalmente, el 14 de julio de 2011, a poco de sancionada la nueva ley de Salud Mental que, precisamente, hace hincapié en la restitución de los derechos de los pacientes psiquiátricos.
Oscar recuerda de ese día que al festejo, en la casa de externación, no faltó nadie. "Estaban los compañeros y los médicos", detalla, mientras Marta le sopla: "Y los asistentes". "Había sanguchitos y empanadas", rememora.
Antes de estar juntos, habían pasado por mucho. Ella, novios que no la respetaban, le robaban o le pegaban. Él, no confiaba en ninguna mujer. Pero desde hace una década, la vida es más fácil para ambos. "Tengo una compañera. Ya no estoy solo", resume Oscar.
"Ahora andá y viví": traspasar los muros
Actualmente, la provincia de Buenos Aires cuenta con 1.208 personas externadas, que continúan su tratamiento en forma ambulatoria en casas de convivencia, hospitales de día o casas de pre alta. Y en 2012, de las 3.600 personas que ingresaron a un hospital por temas de salud mental, 2.500 fueron dadas de alta en ese mismo periodo: es decir, el 70 por ciento.
La Casa de Pre Alta que fue (y es) testigo de la historia de Marta y Oscar está abierta de 8 a 20. Actualmente, el equipo interdisciplinario sostén de la institución trabaja con 95 pacientes, que fueron derivados de hospitales y centros psiquiátricos. Allí comienzan el proceso de externación, que es particular para cada de una de las personas que por allí pasan. Se trata de ex internos que van transitando la experiencia del afuera y comienzan allí a ser ambulatorios.
"La mayoría fue perdiendo sus vínculos familiares y afectivos, por lo que el venir acá es fundamental para armar su propio sostén y no volver a caer en la internación", destaca Weber.
Además de asistir para retirar sus medicamentos o cumplir con sus correspondientes sesiones de terapia, los pacientes de la Casa se acercan hasta allí al mediodía, para compartir un rico almuerzo. Es que la mayoría vive en condiciones de pobreza.
"Ellos
vienen, fundamentalmente, porque quieren, les gusta venir, nosotros no los
obligamos", aclara Weber.
Sobrevivir al afuera
Marta y Oscar ya no viven en aquella pensión que cruzaba la calle de la Casa de Pre Alta. Viven en otra, un poco más cómoda y con baño privado, justo a una cuadra.
Sobreviven con las pensiones que cobran del Estado y que, entre las dos, no llegan a 2 mil pesos.
Por eso ambos coinciden en un deseo: trabajar.
Marta es masajista ("Yo estudié", aclara), y se desespera por poder ponerlo en práctica cuanto antes. "La pensión es cara, tiene baño privado", destaca.
Oscar pretende un puesto de aprendiz de chapista, ya que se capacitó como tal y también reconoce que la plata no alcanza.
Mientras esperan por la oportunidad laboral que les permita reinsertarse definitivamente en el mundo de los que se dicen cuerdos, pasan todo el día juntos, en la pensión o en la Casa de Pre Alta. A la tarde, a veces, se van a pasear a la Plaza San Martín. Caminan, charlan y a veces se quedan en silencio y sólo disfrutan de la riqueza de tenerse el uno al otro.
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