El impacto que en la sociedad generó la tragedia del boliche República Cromañón dio lugar a numerosos mitos, algunos surgidos de informaciones superficiales iniciales y otros directamente creados con el paso del tiempo. Desde el portal "Que no se repita", fundado por familiares de víctimas del desastre de Once, como el abogado José Iglesias, remarcan que una de las leyendas urbanas más comentados era que en el primer piso del boliche funcionaba una guardería. Cientos de testimonios concordantes de la causa afirman con énfasis que no existía. Los pocos menores que fallecieron eran los hijos de los empleados de Cromañón, que esa noche -la última laboral del año- fueron con sus padres, o conocidos de los músicos.
"Los padres no los cuidaron", otro de los lugares comunes recitados después del 30 de diciembre de 2004. Más del 80 por ciento de los jóvenes fallecidos era mayor de edad, los chicos de entre 15 y 18 años estaban dentro del horario permitido a menores (de 16 a 24). La mayoría de los fallecidos (40 por ciento perecieron intentando salvar a los chicos que quedaban dentro del local que, por el humo tóxico, se convirtió en una trampa mortal. "Los chicos estaban drogados o alcoholizados". En ninguna de las 194 autopsias se detectó alcohol ni sustancias psicotrópicas.
"La justicia actúa", otro de los tópicos que quedaron en el imaginario social a raíz de la tragedia. Desde el portal sostienen que "la justicia en nuestro país actúa sólo con una intensa lucha procesal y enorme presión. Es de recordar que en la causa principal, se sobreseyeron no solo a Ibarra sino también a Juan Carlos López, Yamil Chabán, etc. También se sobreseyó a Callejeros por su participación en el cohecho. Casi todas estas decisiones fueron removidas como consecuencia de una tenaz acción judicial promovida por la querella".
A lo largo de estos años tampoco se cuidó la estructura del boliche. Una nota periodística reveló que en setiembre pasado una sobreviviente del siniestro pasó por la puerta del local de calle Mitre, vio que la puerta estaba entreabierta e ingresó. La joven, de alguna manera, revivió las escenas dantescas que acompañaron aquél desastre, y pudo ver cómo aún yacían en el interior derruido de Cromañón decenas de zapatillas, prendas y otros objetos pertenecientes a las víctimas. Indignada, concurrió a la comisaría 7ª para realizar la denuncia. Pero tuvieron que pasar casi dos meses para que una cuadrilla del gobierno porteño clausurara con una faja el local.