La medida responde al temor a que el incremento de este tipo de torres en las últimas tres décadas haya disminuido su seguridad.
La decisión fue tomada el martes 6 de julio por la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China, que también estableció que los edificios que superen los 250 metros sean estrictamente limitados.
Por su parte, los edificios mayores de 100 metros deben estar adecuados a la escala y capacidad de rescate contra incendios de los distritos en los que se encuentren.
Todo parece estar relacionado con la seguridad que ofrecen estos edificios tan altos. A partir de cierto punto, la altura de los edificios llega a ser un inconveniente y no una ventaja. El NDRC chino indicó que las regulaciones actuales a menudo son demasiado laxas, lo que implica un aumento de los riesgos de seguridad.
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Una muestra de las preocupaciones respecto de la seguridad de este tipo de rascacielos se dio en mayo pasado, cuando la torre SEG Plaza, ubicada en Shenzhen, se tambaleó y se inclinó de manera inexplicable, por lo que debió ser desalojada. La construcción tiene 73 pisos y casi 300 metros de altura.
China atravesó en los últimos seis años una suerte de "boom" de este tipo de edificaciones, que ha llevado al país a albergar cinco de las diez torres más altas del mundo.
La Shanghai Tower, finalizada en 2015, es la más alta del país, tiene 632 metros de altura. Este edificio posee 128 pisos y está coronada por el hotel ubicado a más altura en el planeta.
En segundo lugar se encuentra el Ping An Financial Center, completado en 2017 en Shenzhen, que cuenta con 115 plantas.