Francisco invitó a obispos, sacerdotes y feligreses de todo el mundo a unirse a él en la oración de consagración, que inició cuando entró a la Basílica de San Pedro ante unas 3.500 fieles y concluyó cuando se sentó solo ante una estatua de la Virgen.
Ahí, pidió solemnemente perdón de que la humanidad haya “olvidado la lección de las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las guerras mundiales”.
“Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear”, imploró el Sumo Pontífice.
La oración fue el intento más reciente de Francisco para reunir oraciones para que termine la guerra mientras mantiene abierta la posibilidad de diálogo con la Iglesia Ortodoxa rusa y su influyente líder, el patriarca Cirilo.
Francisco todavía no condena públicamente a Rusia por su invasión, aunque en semanas recientes sus denuncias se han tornado cada vez más fuertes y coléricas.
El ritual tiene una gran importancia espiritual para muchos católicos y es fuente de fascinación para muchos otros. Aborda algunos de los aspectos más controvertidos de la fe católica: presuntas visiones de la Virgen, profecías del infierno, comunismo soviético y la muerte de un papa, y si las profecías contenidas en los llamados “misterios de Fátima” ya se han cumplido o no.
Para recalcar su naturaleza universal, el Vaticano tradujo la oración a tres docenas de idiomas. El papa benemérito Benedicto XVI participó en la oración desde su casa en los jardines del Vaticano y un enviado de Francisco celebró una misa simultánea en el mismo santuario de Fátima.
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