El índice de Hong Kong (Hang Seng) cerró este martes con una caída de 5,72%, continuando la tendencia del pasado lunes cuando cerró 4,97% a la baja; mientras que las bolsas de Shanghai y Shenzhen retrocedieron 4,95% y 4,55%, respectivamente, según la agencia Bloomberg.
La caída de este martes en Hong Kong fue la mayor desde julio de 2015, mientras que, si se tienen en cuenta únicamente a los papeles chinos que cotizan en dicha bolsa, el desplome fue del 6,6%, un nivel comparable con los que se registraron en la crisis financiera de 2008.
Entre los motivos de las pérdidas, se señala la preocupación de los inversores por la presunta conexión de China con Rusia en el marco de la invasión de esta última a Ucrania.
Diversos periódicos como el Washington Post y el New York Times difundieron el último fin de semana que Rusia habría pedido a China equipamiento militar y asistencia económica para hacer frente a la guerra.
Sin embargo, Beijing desmintió dichas versiones y el vocero del Gobierno de Xi Jinping, Zhao Lijian las calificó como “desinformación”.
Al temor por los posibles vínculos de China con Rusia que podría derivar, se añade la creciente regulación del país sobre diversos sectores de la economía, como el tecnológico, que motivó que el conjunto de empresas que cotizan en el Nasdaq estadounidense perdieran US$ 1,1 billones durante el año pasado.
Además de la regulación de su país de origen, las compañías se enfrentan a un posible retiro de sus papeles en Wall Street.
Cabe destacar que la semana pasada, la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés) nombró cinco empresas chinas a las que amenazó con retirarlas de los mercados bursátiles por no cumplir con los requisitos de auditoria, lo que generó pánico entre los inversionistas.
La SEC acusó a las empresas de no adherirse a la Ley de Responsabilidad de las Empresas Extranjeras, que le otorga a la entidad reguladora la capacidad de expulsar de las bolsas a las firmas que no permiten que los organismos de control de Estados Unidos inspeccionen sus auditorías financieras.
Sin embargo, las empresas chinas se ven en una encrucijada ya que el Gobierno de Beijing prohíbe que desde el extranjero controlen las auditorias de las firmas locales.