El pasado sábado, un sismo de magnitud 7.0 sacudió una región montañosa entre el estado de Alaska (Estados Unidos) y el territorio de Yukón (Canadá).
Según informó el Servicio Geológico de EE.UU. (USGS), el epicentro se ubicó a 370 kilómetros de Juneau, en Alaska, y a 250 kilómetros de Whitehorse, en Canadá, con una profundidad estimada de 10 kilómetros.
La zona donde ocurrió el sismo tiene una muy baja densidad de población, algo que ayudó a reducir el impacto humano. Las autoridades confirmaron que no hubo heridos ni daños importantes en las estructuras cercanas. De todos modos, se registraron pequeñas caídas de objetos en viviendas y comercios.
El movimiento principal fue seguido por varias réplicas menores, algo habitual en sismos de esta magnitud. Aun así, las autoridades descartaron cualquier riesgo de tsunami para las regiones costeras de la zona.
Aunque los reportes sobre derrumbes o daños fueron mínimos, y no hubo heridos ni fallecidos, los organismos oficiales mantienen el monitoreo activo y recomendaron a los habitantes permanecer atentos ante posibles nuevas réplicas.
Si bien Estados Unidos y Canadá afirmaron que el evento no reúne los parámetros para activar una alerta de tsunami, Perú informó que continúa monitoreando los datos generados por los organismos internacionales. En paralelo, cerca del Callao, ciudad costera cercana a Lima, se registró un temblor de magnitud 3.5, muy por debajo del ocurrido en Alaska. Su epicentro estuvo en el Océano Pacífico, a unos 70 kilómetros de profundidad.
Por su parte, Chile descartó riesgo para sus costas del pacifico, según el reporte del Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (SHOA).
El sismo volvió a exponer la vulnerabilidad de las regiones ubicadas en el Pacífico Norte, una de las zonas con mayor actividad tectónica del planeta. Aunque no dejó tragedias, especialistas señalan que eventos así refuerzan la importancia de contar con planes de emergencia y estructuras preparadas para resistir estos fenómenos naturales.
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