Caleb Schwab falleció de manera espantosa tras subir a la atracción "Verrückt" de un parque acuático ubicado en Kansas, Estados Unidos.

Un niño de 10 años murió decapitado en el tobogán de agua más alto del mundo. Caleb Schwab, el chico en cuestión, falleció en agosto de 2016 de manera espantosa tras subir a la atracción "Verrückt" de un parque acuático ubicado en Kansas, Estados Unidos.

La familia Schwab, que estaba pasando una jornada de vacaciones de verano a pura risa, terminó en desgracia. “Nunca pensamos que ese día no tendría regreso. Lo que debía ser una jornada de felicidad terminó en algo que ninguna familia debería experimentar jamás”, expresaron.

El niño, hijo del legislador estadounidense Scott Schwab, murió en la atracción acuática más alta y veloz del mundo, con ni más ni menos que 51 metros de altura en caída libre, en la atracción llamada Verrückt, que significa “loco” en alemán.

La cantidad de metros equivalía a un edificio de 17 pisos y una pendiente que sobrepasaba los 60 grados. El tobogán nacía de las obsesiones de un hombre: Jeff Henry, el magnate y visionario detrás de la cadena Schlitterbahn. Debía ser una especie de Everest artificial. Ingenieros le advirtieron que no era una buena idea. A Jeff no le importó: “Seremos los primeros. Nadie podrá mirar esta estructura y no querer probarla”.

La inauguración oficial, ya postergada varias veces por problemas técnicos, llegó en julio de 2014. Pocas semanas bastaron para que Verrückt se convirtiera en leyenda urbana, hazaña y, para muchos, una provocación ineludible. Los requisitos eran claros: los pasajeros debían medir al menos 1,37 metros y el trineo, que transportaba tres personas, no podía superar los 245 kilos. La seguridad consistía en cinturones de velcro y una red tubular de nylon que cubría la última parte del trayecto, ese segundo salto vertical que parecía desafiar toda lógica.

El acceso a Verrückt imponía un primer reto: subir 264 escalones de estructura metálica a pleno sol del mediodía. La fila serpenteaba lento, apenas protegida por un toldo improvisado. “¿Están seguros?”, preguntó Michele Schwab, mientras Caleb y su hermano miraban hacia la cima y la escalera temblaba bajo pies impacientes. Scott Schwab sonrió e hizo un gesto de aprobación. Lo demás fue un sí colectivo.

El trineo de Caleb, apenas cruzando la primera vuelta, se disparó ligeramente hacia arriba, lo suficiente para perder contacto con la superficie de la rampa secundaria. El impacto fue brutal y definitivo. Se escuchó un golpe seco sobre el armazón metálico. El niño de 10 años chocó contra un poste de metal que sostenía toda la estructura del tobogán. Murió decapitado al instante expresó la autopsia.

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Scott Schwab, hoy Secretario de Kansas, es el padre de Caleb.

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Las demás personas del trineo quedaron con lesiones menores y sangre en la ropa. Rápidamente aparecieron los socorristas, pero ya era tarde para Caleb. Minutos después aparecieron los padres del niño y los responsables del operativo dijeron con tristeza: “No pudimos hacer nada, lo sentimos. Lo intentamos…”.

Tiempo después, el parque acuático decidió cerrar toda la zona circundante. El icónico Verrückt dejó de funcionar para siempre esa tarde, las ilusiones de un lugar se fueron con el niño. Nadie podía creer lo que estaba sucediendo. La noticia del accidente llegó rápidamente a las redacciones: “Muere niño en el Verrückt, la mayor atracción de tobogán acuático del mundo, hijo de un legislador de Kansas”.

Los Schwab, aún paralizados por el dolor, intentaron pronunciarse: “El mundo nos ha mostrado compasión, nos ha sostenido, pero la herida es demasiado profunda. Caleb era nuestro amigo, nuestro hijo. Ninguna reparación basta cuando el universo pierde a un niño así”.

Los ingenieros consultados por los investigadores expusieron que la combinación de peso mínimo, posición en el trineo y el rebote descontrolado generaba un cóctel letal. Las correas de velcro y la red de nylon eran, simplemente, insuficientes para el nivel de presión y velocidad alcanzados por el trineo al rebotar.

Se supo también que, en las semanas previas, varios visitantes reportaron incidentes de cabezas y cuerpos desplazándose durante el trayecto. “No buscamos dinero ni retribución. Buscamos respuestas y responsabilidad. ¿Por qué se permitió que mis hijos subieran ahí? ¿Por qué la emoción pesó más que la precaución?”, lanzó Scott Schwab en un comunicado oficial.

Las autoridades de Kansas inspeccionaron todas las demás atracciones del parque. El resultado fue lapidario: casi una decena de instalaciones mostraban irregularidades estructurales o fallas en los sistemas de seguridad.

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