Diego Arcos tiene 57 años y hace 23 que llegó a la península ibérica. “A mí me interesa dejar de ser súbdito del rey de España", señaló desafiante.
Es argentino y está vinculado a las organizaciones de inmigrantes de Barcelona desde que llegó a España hace 23 años. Cuestionado por algunos, Diego Arcos se integró más recientemente al núcleo duro del movimiento que impulsa la independencia de Cataluña y amenaza con fracturar a España.
 
Muchos catalanes me preguntan por qué soy independentista, y siempre les respondo que también lo soy de Argentina, porque significa ser antiimperialista, plantear que las Islas Malvinas son argentinas y que Repsol tenía que irse”, afirma Arcos.

A sus 57 años, este argentino forma parte de la dirección de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), la plataforma ciudadana que está detrás de la marea popular que el 11 de septiembre de 2012 inundó las calles de Barcelona bajo el lema “Cataluña, nuevo Estado de Europa”.

Tras la histórica manifestación, el presidente catalán, el nacionalista Atur Mas, anunció elecciones anticipadas para el próximo domingo y se puso al frente del reclamo soberanista.

Con las elecciones por delante, Arcos ­que alterna el catalán y el español (argentino) sin la menor dificultad- se muestra pletórico: está surfeando en la cresta de la ola.

Cataluña tiene derecho a ser independiente porque es de justicia, sea negocio o no. Hace 23 años que vivo aquí, llegué el 4 de noviembre de 1989 y cada año recuerdo que tuve la suerte, como inmigrante, de venir a un país sometido”, dice, aunque más tarde va a matizar este concepto.

“Si viviría en Madrid sería un ‘sudaca’ ­término despectivo para sudamericano-, a mucha honra, pero residiría en la capital de uno de los países más capitalistas de Europa y para colmo, del imperialismo más berreta”, añade.

“A mi me interesa dejar de ser súbdito del rey de España, que es una vergüenza, y pasar a ser, igual que soy ciudadano de la Argentina, ciudadano de la república de Cataluña”, dice.

“Por eso, para mi ésta es una aventura magnífica, porque significa participar del proceso de creación de un Estado democrático en el siglo XXI. También es una aventura intelectual, política y personal”, subraya.

Según Arcos, quien se define ideológicamente como troskista y militante del movimiento obrero, “hoy en día la lucha por la democracia, la justicia social y la soberanía popular pasa por luchar contra el imperialismo”.

“En Cataluña, Euskadi (País Vasco) y Galicia, significa que las naciones históricas oprimidas por Castilla, hoy España, tienen derecho a la autodeterminación”, explica.

Arcos conoce el proceso separatista que se está gestando en Cataluña desde sus inicios, ya que participó en la organización de las consultas independentistas que se hicieron en cientos de pueblos -más de 500 de unos 900- de la región nororiental, la primera el 13 de septiembre de 2009 en Arenys de Munt.

Tres años después, los habitantes de estos municipios, castigados severamente por la crisis, los recortes de sanidad, educación y los servicios sociales para los ancianos, tomaron la iniciativa y exigieron la independencia de las calles de Barcelona, dejando a los partidos políticos fuera de juego.
“La crisis económica fue sin duda el detonante de todo esto, ya que España prácticamente entró en quiebra”, señala Arcos, quien cree que el pueblo catalán debe aprovechar la actual debilidad del poder central español igual que lo hicieron hace dos siglos las colonias de América Latina.

Algunos analistas ven los comicios como una estrategia política del propio líder catalán para aguantar en el poder en plena crisis ­las encuestas le dan la mayoría-, pero Arcos asegura que “Mas convocó elecciones porque la movilización lo puso contra la pared”.

“Ellos quieren controlar el proceso soberanista en su propio interés”, añade, al tiempo que niega estar haciéndole el juego a la derecha a pesar de que Convergencia i Unió (CiU), que lidera Mas, y el propio Partido Popular (PP) de Mariano Rajoy saldrían reforzados de las urnas.

Arcos insiste en que CiU intentó primero frenar el movimiento y después apoderarse de él, a tal punto que dentro de la federación surgió un proyecto de Uniò Democràtica de Catalunya para que el proceso quedara “dentro de la monarquía”.

Arcos diagnostica que tras los comicios el gobierno catalán intentará hacer un referendo, que el Ejecutivo de Rajoy vetará, pero luego tendrán que organizar “una consulta no vinculante” sobre la independencia.

Esa consulta se debe hacer con el censo municipal ­que incluye a 1,2 millones de inmigrantes (con 5 años de residencia tienen derecho al voto, según el Estatuto de autonomía) -y con observadores internacionales.

“Mas no podrán evitar este tipo de consulta, habrá movilización en las calles para exigirlo y si quema la etapa civil tendrá que renunciar”, advierte el argentino.

A pesar de sus críticas a CiU, Arcos aclara que cuando habla de “revolución en Cataluña” se refiere una “revolución nacional democrática”, no social, es decir, de una clase que desplaza a otra del poder.

“Hace falta un frente de liberación nacional, por lo tanto, la burguesía catalana tiene que estar”, destaca.

Arcos reconoce que “Cataluña no es una nación oprimida cualquiera, es una nación rica, que está sufriendo un expolio por parte de España”. “El 52% de las exportaciones del Estado español son catalanas”, apunta.

Por eso, defiende incluso una Cataluña fuera de la Unión Europea: “Nuestro negocio es ser como Islandia o Noruega, los que no se pueden permitir una Noruega del sur, que la sexta economía regional del bloque salga del euro, es la Unión Europea y España”, asegura con entusiamo.

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