Mientras transita el éxito de Las cosas que perdimos en el fuego, la escritora suelta por un rato el terror realista de los cuentos y se mete en el mundo del encanto efímero de los rock-popstars. La oscuridad sigue indemne en su narrativa, tan inquietante como adictiva.

Hordas de adolescentes gritan, lloran, balbucean, se desesperan por tocar un brazo, una pierna o apenas el cordón de la zapatilla de su ídolo: ese ser inalcanzable que ahora mismo desborda vida pero que pronto, demasiado pronto, vomitará muerte.

La escena se repite una, diez, centenas de veces en el mundo. El rockstar que llega a la cima y justo desde allí se arroja (o es arrojado) al vacío. Algo sucede de manera inesperada y atroz. Algo lo empuja. En ese algo se concentra Éste es el mar (Penguin Random House, 2017), el nuevo libro de Mariana Enríquez, quien parece en esta nouvelle soltar por un rato el terror realista de sus últimos cuentos (Las cosas que perdimos en el fuego, 2016) y lanzarse a un mix de otros dos universos: las mitologías y el rock.

Lo que no suelta Enríquez son esas sombras sutiles, perturbadoras, que merodean en su narrativa. Ya no se trata de relatos de aparecidos, de mujeres que se prenden fuego, de personajes deformes ni de casas voraces, es cierto. Pero la idea de una organización de seres que confabulan para arrastrar al estrellato a rockeritos prematuros, deglutirlos y escupirlos a la inesperada muerte no parece correrse del gusto de esta escritora por lo macabro. Es inquietante el contraste que genera la existencia luminosa y etérea de estos seres todopoderosos con la naturaleza criminal de su misión.

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Quienes leyeron los dos libros anteriores de EnríquezLos peligros de fumar en la cama (2009) y Las cosas que perdimos en el fuego (2016)- se habrán percatado de su capacidad para entender los códigos del lenguaje adolescente y ponerlos en juego en cuentos como “Cuando hablábamos con los muertos”, “La Virgen de la tosquera”, “Los años intoxicados” o “La hostería”. Con su flamante nouvelle, confirma esta habilidad.

Éste es el mar es un libro para leer de un tirón, casi como un cuento largo que no tiene sentido postergar porque la historia se encadena con precisión. Una historia que, una vez leída, queda latente y se manifestará en la memoria del lector cada vez que la tragedia golpee de imprevisto la inmortalidad efímera de nuestros ídolos.

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