¿Cuánto agregará el segundo debate presidencial a las campañas en su último tramo? A juzgar por lo que se vio en el primer evento y sus repercusiones posteriores, la incidencia sería marginal. Pero vamos a empezar por sintetizar qué quedó del domingo pasado, para luego pensar en las posibles estrategias que se podrían ver en el segundo encuentro.
El primer debate arrojó poco y nada. Se escucharon muy pocas propuestas concretas, que al menos pudiesen despertar polémica. Casi todos se enfocaron en afirmar su propio electorado de las primarias, con lo cual era esperable que la aguja de los sondeos posteriores no se moviera sustancialmente. El debate concluyó con un juego invertido de roles entre Macri y Alberto. Se suponía que el presidente -luego de perder en las PASO por 17 puntos- iba a buscar el partido, siendo más incisivo en sus intervenciones, arriesgando más, activando más los miedos sobre un regreso de Cristina. Pero se lo notó demasiado contenido, formal, poco empático, pasando sus mensajes y no mucho más. Sólo una vez lo mencionó a Alberto.
Luego de dejar trascender que iba al debate casi desganado, ya que tenía poco para ganar y mucho para perder, Alberto salió desde el primer segundo a enfocarse muy fuerte contra Macri, transmitiendo que el presidente es alguien desconectado de la realidad, desenfocado de los problemas de la gente, mencionándolo de manera directa en cada intervención. Así lució mucho más enfático y sanguíneo que la expectativa creada.
A partir del minuto final interesaba saber cómo iba ser el post debate en los medios, las redes sociales y la amplificación que le diesen los candidatos en sus campañas. Macri se aferró al dedo "autoritario" de Alberto bajo la consigna de "no cambian más". El hombre del Frente de Todos se enfocó a seguir indicando el oficialista miente todo el tiempo. El tratamiento de los medios en general fue impiadoso: poco sustento, aburrido, aludir al dedo habla de la falta de ideas, etc. Es decir: mataron la expectativa que se podría haber producido, sobre todo entre aquellos que no lo vieron.
Teniendo en cuenta el casi nulo impacto en la intención de voto del primer debate, deberíamos ver a un Macri que salga a comerse la cancha para polarizar la elección a su favor y descontar diferencias. Esto solo sucedió al final del domingo 13. Si el presidente vuelve a salir con una actitud prolija pero desangelada, lo más probable es que la instancia sea desaprovechada. Un detalle no menor es con qué ánimo Macri llegará en función del impacto que tenga "la marcha del millón", ya que eso podría entonarlo de otra forma. Desde ese punto de vista, es más probable que el final del debate 1 sea el comienzo del debate 2.
Respecto a Alberto, es más probable que repita su libreto del primer debate. Por un lado, porque es adecuado para blindar su público. Segundo, porque es un personaje que dice definir su estrategia en función de la política y no del marketing. Así, quizá haga referencias explícitas a su "dedo índice", como las hizo durante esta semana pasada. Dudo que acepte modificar su estilo en función de la ventaja que lleva a su favor. Este viernes incluso arriesgó una definición sustancial: "Cristina y yo somos lo mismo".
Sobre el resto de los candidatos difícilmente se vaya a ver algo distinto. El que tuvo mejor desempeño fue Espert, el único que le habló a un público más amplio que su 2.16 %. Luego Lavagna reconoció que no se sintió cómodo con el formato, mientras que Gómez Centurión y Del Caño no trascendieron, ni por estilo, ni por contenido.
En síntesis: todas las miradas deben ser puestas sobre el desempeño de Macri. De él hoy depende que algo del escenario se puede modificar.
(*) Carlos Fara es consultor político
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