Lorena Miño, la última policía detenida por el crimen de Lucas González, declaró en indagatoria que fue desplazada de la escena para cortar el tránsito.

La última policía de la Ciudad detenida por el crimen de Lucas González, Lorena Paola Miño, declaró en indagatoria que ella nunca tuvo contacto físico con los tres sobrevivientes del ataque e identificó a los dos uniformados que “esposaron y tiraron al piso” a los acompañantes del joven futbolista de Barracas Central.

Miño aseguró que fue desplazada de la escena por el principal Héctor Cuevas, y que fue el chofer de éste quien esposó a uno de los jóvenes que acompañaban a Lucas, mientras que un oficial cuyo nombre no pudo precisar pero que integra el MIR, unidad motorizada de despliegue, hizo lo propio con el otro.

“No tuvimos ningún contacto con los chicos. Les dijimos que se tranquilizaran, que se sentaran y que habíamos pedido la ambulancia. Mi compañera (Micaela) Fariña pidió la ambulancia”, afirmó Miño.

En ese contexto, explicó que quienes esposaron a dos de los acompañantes de Lucas González (un tercero escapó de la escena), “uno fue el chofer de Cuevas y el otro fue un personal de DIR”, cuyo nombre desconoció pero describió como “alto, blanco, con tatuajes en ambos brazos”. Las dos policías fueron las primeras que tuvieron contacto con los jóvenes después de la agresión policial, unos metros después de la balacera.

"Se bajan dos acompañantes, los dos de atrás, uno se da a la fuga sentido Alvarado y Santa Elena y el otro nos decía ‘ayuden a mi amigo, nos quisieron robar’. Le dijimos que descienda al chofer del vehículo y cuando lo hizo vimos que el acompañante tenía abundante sangre en la cabeza. Estaba inclinado sobre el freno de mano", describió.

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Lucas González y tres amigos fueron baleados el 17 de noviembre por efectivos de civil de la Policía de la Ciudad en un crimen que tuvo lugar en las calles de Barracas. Archivo.

Lucas González y tres amigos fueron baleados el 17 de noviembre por efectivos de civil de la Policía de la Ciudad en un crimen que tuvo lugar en las calles de Barracas. Archivo.

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Según la declaración, fue Cuevas quien ordenó perimetrar la zona y Miño y Fariña fueron apartadas del lugar, pues las enviaron a interrumpir el tránsito en zonas cercanas a la escena, por lo que perdieron todo contacto con los jóvenes.

Miño explicó que no observó el arma de juguete que fue "secuestrada" del asiento posterior del vehículo en el que se desplazaban los jóvenes pero recordó que cuando fue desplazada para cortar el tránsito "quedó Cuevas en el lugar".

A partir del relato, el juez Martín del Viso y los fiscales Leonel Gómez Barbella y Andrés Heim dispusieron una serie de medidas para corroborar la veracidad de la secuencia.

"No vi que secuestraran nada del interior del vehículo", aseguró. Miño no escuchó insultos racistas contra los por entonces dos detenidos, a quienes describió como "desarmados, asustados y en shock".

La policía, detenida bajo cargos de encubrimiento, privación ilegal de la libertad y odio racial, explicó que hacía poco tiempo que trabajaba en la fuerza de seguridad y que nunca había afrontado una situación de enfrentamiento armado, ni había intervenido en uno para resguardar la escena. “Hace sólo tres meses que estoy en la policía, no sabía qué hacer, sólo pedí ayuda, una ambulancia y les dije que se tranquilizaran. Ellos estaban muy asustados, en shock", resumió.

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