Le cortó las falanges y dejó el cadáver en una bolsa. Luego intentó vender la vivienda, pero el bajo valor le resultó sospechoso a un interesado, quien se contactó con el padre de la víctima. Esto permitió descubrir el crimen.

Un inquilino fue condenado a prisión perpetua por haber asesinado al propietario de la casa que alquilaba y donde residía en la zona de las Barrancas de San Isidro. Tras cometer el homicidio, le cortó las falanges de los dedos y descartó el cadáver, para luego intentar vender la vivienda haciéndose pasar por su víctima.

Se trata de Juan Pablo Barbaria (de 65 años), quien fue condenado a la pena máxima por el crimen de Hernán Rodolfo Stolzenwald (49), en un fallo dictado por el Tribunal Oral Criminal Nº 1 de San Isidro, tal como lo había solicitado en su alegato el fiscal del juicio Sergio Szyldergemejn, al considerar al imputado como autor del delito de “homicidio doblemente calificado por criminis causae y alevosía”. También fue sentenciado por “estafa en grado de tentativa”, por haber intentado vender la casa; “robo”, por los elementos que se llevó (escritura y DNI de la víctima) para intentar la maniobra fraudulenta y por “amenazas coactivas” a un testigo clave.

Barbaria, quien llegó al juicio detenido y pidió no ser trasladado del penal a los tribunales de San Isidro para conocer el veredicto, también fue declarado reincidente, ya que tenía condenas previas en otras causas, entre ellas, por venta de drogas.

Durante el debate, el acusado dio una insólita versión de los hechos en la que se desligó del homicidio al asegurar que él había encontrado a Stolzenwald “colgado”, dando a entender que se había suicidado, y que sólo admitía que quiso vender la casa.

Sin embargo, el fiscal Szyldergemejn logró descartar esta hipótesis en el juicio al exponer las pericias forenses que determinaron que el surco de ahorcadura que presentaba el dueño de la propiedad no era vertical y compatible con una persona que se ahorca colgándose. Por el contrario, los expertos establecieron que esas marcas eran horizontales como las que quedan cuando un tercero realiza sobre la víctima la maniobra de estrangulamiento a lazo.

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También dijo el imputado que con ayuda de dos policías “de toxicomanía”, descartó el cadáver y que ellos habían sido los responsables de cortarle a la víctima las falanges de los dedos para dificultar la identificación.

Pero para los jueces la mentira quedó al descubierto cuando los médicos legistas demostraron que si bien algunas de las falanges de la víctima habían sido cortadas post mortem, otras fueron amputadas en vida o agonía. Otra prueba que lo comprometió fue que en la bolsa donde apareció el cadáver, se halló ADN cuyo perfil genético coincidió con el de Barbaria.

La causa tuvo como testigo clave a la persona que se había interesado en comprar la casa de la víctima y dudó de la operación por el bajo precio que el supuesto propietario pedía por la vivienda y algunas actitudes del ahora condenado.

Cuando se presentó a declarar, Barbaria volvió a amenazar a ese testigo cuando le dijo delante de los jueces y las partes: “A vos te voy a agarrar del cogote”, por lo que el fiscal pidió la formación de una nueva causa por amenazas.

Según el fallo, el crimen de Stolzenwald, quien era un técnico electromecánico, fue cometido entre el 13 y 14 de agosto de 2013 pero se descubrió un mes después gracias a este testigo que estaba interesado en comprar la vivienda de la calle Los Sauces 1044 de las Barrancas de San Isidro, donde la víctima le alquilaba al hoy condenado una de las dos casas del lote.

Al interesado y a la inmobiliaria les llamó la atención el apuro por vender ya que la casa había sido tasada en 130.000 dólares pero el supuesto propietario se conformaba con 90.000 dólares. Además, cuando mostró la propiedad, Barbaria primero dijo ser “Yani”, un amigo del dueño, y luego, cuando se iba a cerrar la operación, se presentó en la inmobiliaria diciendo que él era Stolzenwald.

El comprador se tomó el trabajo de “googlear” en internet el nombre del vendedor y así llegó al número de teléfono del padre de Stolzenwald. Cuando el interesado llamó al familiar de la víctima, éste le dijo que no sabía que su hijo planeara vender la casa y cuando le dio una descripción física del hombre que le había mostrado la propiedad, el hombre le contestó que ese era el inquilino.

El padre de Stolzenwald se presentó en la comisaría 4ª de San Isidro para denunciar esta irregularidad y así el fiscal de Martínez que llevó adelante la instrucción, Gastón Garbus, asoció esta denuncia con un hombre que había aparecido asesinado el 15 de agosto de 2013 en la esquina de Elcano y Perú, de Acassuso, a mil metros de la casa de la venta sospechosa.

Ese cuerpo fue hallado dentro de una bolsa grande, negra y con cierre, como las utilizadas por la Policía y Bomberos para trasladar cadáveres, con otra bolsa -pero de supermercado- en la cabeza, y tenía como particularidad que le habían cortado las diez falanges o las yemas de los dedos de las manos.

El padre de Stolzenwald reconoció el cadáver como el de su hijo y entonces el fiscal Garbus ordenó la detención del inquilino, pero a esa altura ya se había escapado. Barbaria estuvo dos años prófugo, hasta que en julio de 2015 fue detenido en un hipermercado de la avenida Cabildo al 500 en el barrio porteño de Colegiales, cuando se encontró con una hija.

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