Las encuestadoras están bajo la lupa de la sociedad. Los fallos de los resultados que vaticinaron para el balotaje porteño despertaron inquietudes en sectores sociales: quedaron rodeadas de desconfianza y sospechadas de haber sido utilizadas más para operar políticamente que para difundir y adelantar lo que serían los resultados electorales. Sin embargo, ¿cómo se hace una encuesta? ¿Son métodos absolutamente precisos?
Por definición técnica, una encuesta es un método que se utiliza con dos grandes objetivos: diagnosticar demandas sociales y pronosticar resultados de sufragios. Se utilizan para captar el humor de la gente y conocer cómo se dará el sufragio más próximo. "Para hacer un sondeo de pronóstico que sea confiable se debe trabajar con un piso de 1100 casos", le dice a DIARIO POPULAR Gonzalo Roqué, presidente de la Sociedad Argentina de Investigadores de Mercado y Opinión (SAIMO).
Los aspirantes a conseguir un cargo político empiezan a medir su imagen hasta un año antes de las jornadas de votación. Gastan un número de siete cifras para conocer cómo les irá electoralmente. A partir de diferentes estudios de opinión, descubren cómo impactan sus mensajes, qué temas están instalados en la agenda pública y, a partir de eso, elaboran sus campañas con mayor precisión.
Diagramar una encuesta no es sencillo. Se selecciona una muestra representativa —por ejemplo, si se trabaja en una elección nacional, se buscan casos de todas las provincias, de todos los sectores sociales— y se realiza un cuestionario que abarca desde el nivel de estudio del encuestado hasta conocer a quién piensa votar. Después, se procesan los datos y analizan los resultados. 
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Algunos terrenos son de extrema complejidad de análisis. La provincia de Buenos Aires es el prototipo de dificultad: la extensión de un territorio muy habitado en algunos sectores y despoblado en otros, además de las diferencias sociales y de clase antagónicas, problematiza los estudios. "Hacer una encuesta en la provincia es muy caro: conseguir un muestreo representativo en un campo muy influenciado por los partidos políticos es muy difícil", cuenta un consultor.
"Una encuesta no es un censo. No se entrevista a la totalidad de la población. Es un método falible, que se maneja por un margen de error", agrega Roqué. El margen de error determina el "mas/menos" de cada resultado: es fundamental para entender los números finales. Un candidato que arroja un resultado del 30% en un estudio confiable, cuyo margen de error es del 3%, en las elecciones reales rondará entre el 27% y 33%. Pero hay que saber leerlos. Si el candidato "A" mide 30% en un estudio con el 5% de error muestral, y el "B" da 27%, el análisis anticipa que el "B" puede ganar la elección.
EL COMPLEJO ROL DE ESTAR ENTRE LA SOCIEDAD Y LOS GRUPOS POLÍTICOS
Las consultoras suelen trabajar para candidatos. Salvo cuando realizan investigaciones para diarios o canales de televisión, los principales clientes son los partidos políticos. Eso despierta dudas sobre la objetividad de los sondeos. "A nosotros, a veces, nos toca decirle a un candidato que perderá las elecciones. Es nuestro deber: decimos lo que pasa, no lo que quieren escuchar. En eso se basa nuestra credibilidad", indica Roqué.
Una de las funciones de las encuestadoras es la difusión. Hay un código ético que indica cómo deben hacerlo. Varias consultoras, a raíz del clivaje gobierno/oposición, tomaron posición. Algunas modifican sus resultados —o arman muestreos que inclinen la balanza— para influir en el resultado de las elecciones. Según Roqué, "el argentino vota a ganador". Con tal de "no tirar el voto", una encuesta con un postulante bien posicionado puede influir en la selección del votante desideologizado. La neutralidad del equipo de investigadores es clave: la trayectoria —el prestigio— de la consultora es el indicador de confianza.
Opinaia fue la más acertada en el pronóstico del balotaje: adelantó un 53.6% para Horacio Rodríguez Larreta y un 46.4% para Martín Lousteau. El método fue innovador: encuestó 1100 casos vía online, una nueva tendencia que se utiliza comúnmente para investigación del mercado. "Frente a una computadora, el votante se siente más tranquilo. Nosotros pudimos simularles en la pantalla lo mismo que vio en el cuarto oscuro", cuenta a este medio Valentín Nabel, director de Opinaia.
Sin embargo, no medirá para las PASO nacionales, ya que en muchos terrenos no se utiliza internet, lo que no da una muestra representativa.
Hay varias cosas para tener en cuenta. En primer lugar, las encuestadoras trabajan con personas: más allá de que tener la intención de hacer un trabajo desligado de tintes políticos, se estudia a individuos. Y no se trabaja sobre lo que hacen, sino sobre lo que dicen que van a hacer, que puede cambiar una vez que entran en la soledad del cuarto oscuro. Otras, por supuesto, aprovechan la primavera eleccionaria para hacer negocios millonarios, ponen su prestigio en juego y no piensan a largo plazo. Estas operan para diferentes sectores.
En el medio está el periodismo, que cumple un rol trascendental: informarle a la población cómo miden las imágenes de los candidatos. Deben difundir con claridad y sin intenciones que vayan más allá, que busquen generar un impacto específico en el conjunto social. 
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