Sin clima electoral por unas elecciones primarias que parecieran haber definido todo y eliminado cualquier misterio, la campaña ya ingresó en sus últimas tres semanas.
Pero ante ese erróneo diagnóstico, conviene recordar que será el 22 de octubre el día en que se definirá la nueva composición de ambas cámaras del Congreso, como así también todas las legislaturas y concejos deliberantes del país. Ese será el voto que vale.
Las encuestas anticipan hoy para la “madre de todas las batallas” -como desde 2005 se denomina a la contienda bonaerense- una prevalencia del candidato oficialista, Esteban Bullrich, que la mayoría coincide en situar en el rango de entre uno y tres puntos.
Demasiado poco, al punto tal de estar demasiado cerca del margen de error estadístico. Ergo, si el 22 de octubre las urnas dicen lo contrario, los encuestadores estarán en su derecho de utilizar ese argumento como justificación.
Lo cierto es que desde el resultado de las PASO, el gobierno saborea las mieles del éxito, presagiando que donde ha ganado lo más probable será que repita, y en los lugares que perdió por escaso margen está todo dado para revertir. Es el caso de dos de los grandes distritos del país, provincia de Buenos Aires y Santa Fe, habiéndose impuesto en ambos Unidad Ciudadana por el canto de una uña.
Trascendió que el gobierno maneja datos de una encuesta que le da hasta 6 puntos de ventaja en la provincia de Buenos Aires, pero nadie lo confirma y, por el contrario, en Cambiemos recibieron la advertencia del cada vez más escuchado Jaime Durán Barba de que la diferencia no es tal, más bien escasa y pasible de revertirse, de modo que lo peor que pueden hacer es confiarse. Bien se sabe que el ecuatoriano es partidario de ir a cada elección como punto, o casi, cuestión de valorar más el éxito, llegado el caso.
Es verdad que la escasísima diferencia de 20 mil votos en la provincia de Buenos Aires fue prácticamente un empate con sabor a derrota para el cristinismo. El resultado definitivo terminó arrojando un 34,27% para Unidad Ciudadana y 34,06 de Cambiemos, de modo tal que la diferencia es demasiado exigua como para que un oficialismo con la economía despegando no la revierta. Amén de ello, los dos principals contendores de la provincia de Buenos Aires salieron a buscar los votos ajenos, confiados en que los propios son inamovibles.
Así las cosas, terceros en discordia como Sergio Massa y Florencio Randazzo se darán por satisfechos si el 22 de octubre terminan el día habiendo retenido la mayor parte de lo alcanzado en las PASO.
Los votantes de 1País (15,41%) son más proclives a inclinarse llegado el caso a Cambiemos, al punto tal que los últimos días circuló un estudio según el cual uno de cada cuatro votos de Sergio Massa podría ir al oficialismo. En el caso del Frente Justicialista (5,94%) es menos lo que hay para repartir, y se supone que la mayor parte de lo que pueda perder Randazzo debería ir a Cristina.
Respecto del Frente de Izquierda que postula a Néstor Pitrola para el Senado, la última fuerza que logró traspasar el límite del 1,5% para competir en octubre, el 3,37% alcanzado en agosto pareciera ser un voto más ideológico y difícil de cambiar en las elecciones generales.
La cuestión se plantea en torno a las diez fuerzas que quedaron en el camino y hacia dónde irán sus votos, que no son muchos, pero cuentan.
Más como están de ajustadas las cosas. Pueden considerarse de izquierda a Creo, de “Pino” Solanas; Izquierda al Frente por el Socialismo, de Vilma Ripoll; el Frente Socialista y Popular, de Víctor De Gennaro; el Partido Humanista y el Partido del Campo Popular, que entre todos sumaron apenas dos puntos y medio en las PASO. Del lado de enfrente, el Frente Patriota Bandera Vecinal y el Partido Federal, apenas si superaron el medio punto.
Se supone que ese voto de izquierda acuda hacia el kirchnerismo o hacia Pitrola.No es mucho, pero en una contienda tan cerrada, cada voto cuenta.
De ahí que la ex presidenta haya modificado sustancialmente su estilo de campaña entre las PASO y octubre: ahora habla, en actos públicos, visitas y reportajes, contra la participación limitada a las redes sociales que había exhibido en agosto pasado. Y su mensaje apunta claramente a buscar -rodeada de intendentes propios- el voto peronista de Massa y Randazzo; y con su discurso “anti-ajuste” y contra el “neoliberalismo”, trata de quedarse con lo que pueda de la izquierda residual.
Por ejemplo, cuando en Ensenada se dirigió a los jóvenes, respaldando la toma de colegios, le apuntaba a un voto que le es afín, como el de la juventud -aunque no es demasiado propenso a ir a votar-, y a la izquierda en general.
Cambiemos, como se ve, no se hace muchas ilusiones con los pocos votos que restan de las fuerzas que ya no compiten, y se juega en cambio a resultar favorecido de una mayor participación en estas elecciones, como así también en lo que pueda lograr de voto útil del frente 1País, fundamentalmente.
En cuanto a los votantes que no hayan participado en las PASO y sí se espera que lo hagan en octubre, es un dato de la realidad que crece sustancialmente la cantidad entre una y otra elección.
Pruebas al tanto, desde el año 2011 en que existen las primarias obligatorias, ese crecimiento se cumple. Pasó en esa primera oportunidad de manera tenue, cuando en agosto asistió un 79,4% y en octubre subió algo más de un punto la participación en la provincia de Buenos Aires, 80,8%.
En 2013, un 79,4% votó en las PASO y un 80,7% lo hizo en las generales; mientras que en 2015 la diferencia fue más notoria: 74,2% a 80,4%.
En esta oportunidad, el porcentaje que participó en la provincia de Buenos Aires en las elecciones primarias fue del 76%, de ahí que el oficialismo se ilusione con captar una buena parte de los 4 puntos de diferencia que, espera, vaya a votar en menos de tres semanas.
El cálculo optimista que hacen en Cambiemos es que con solo lograr subir un voto más por cada una de las aproximadamente 35.000 mesas bonaerenses, alcanzaría para dar vuelta el resultado de las PASO. Pero el rival también juega, claro, y el final sigue siendo abierto.
comentar