El actual Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
pondrá fin a 12 años de kirchnerismo y ocupará el sillón de Rivadavia hasta 2019.
Cristina Fernández de Kirchner, quien condujo el país durante los últimos ochos años, le colocará la banda presidencial el próximo 10 de diciembre.
Ese día comenzará una nueva era política, económica, social y cultural en el país.
En unos comicios que alcanzaron una participación apenas superior al
80 por ciento, el voto en blanco sorprendió por su baja adhesión, dato que contrasta con la convocatoria realizada por
Nicolás del Caño, candidato a presidente por el
Frente de Izquierda, que se consagró como la cuarta fuerza a nivel nacional según los resultados de la primera vuelta, el 25 de octubre pasado.
Allí Scioli había obtenido el 37,08% de los votos, mientras que Macri tuvo una adhesión del 34,15%. El candidato del Frente para la Victoria no alcanzó el piso exigido por la ley electoral nacional, y ante la estrechez de la diferencia, hubo que definir en el primer balotaje de la historia del país, donde finalmente la voz de quienes aspiraban a un cambio de gobierno tuvo un poco más de alcance que la de aquellos que anhelaban una continuidad.
A las 19.20, las primeras tendencias señalaron una diferencia de siete puntos que luego se estiró fugazmente a nueve, antes de volver enseguida a siete. Sin embargo,
la mesura y las palabras cautelosas dominaban el búnker de Cambiemos, hasta que
Scioli reconoció la derrota. Allí los militantes opositores liberaron el grito contenido y se produjo el primer estallido, intensificado instantes después con
la aparición eufórica de Macri. El devenir del escrutinio acortó la brecha entre los dos candidatos hasta moldear definitivamente una contienda muy pareja. Fuera de esa dicusión, pero con todas las ganas de sacar a la luz una incipiente estrategia,
Sergio Massa también se pronunció e inició la carrera por convertirse en el principal referente de la oposición.
Macri, quien durante la campaña mostró un gran hermetismo sobre su equipo económico y la dirección que tendrá su gestión en ese rubro, asumirá en un país con un proceso inflacionario enquistado desde hace tiempo, una economía que en los últimos cuatro años vio estancado el crecimiento que había tenido desde 2003, y rumores de devaluación y ajuste. Heredará un Estado con alto presupuesto en su servicio público, y que el kirchnerismo se dedicó a ampliar en forma sistemática a lo largo de 12 años. Y encontrará una sociedad polarizada que el propio presidente electo se propuso unir desde el inicio de la campaña. Esa será su agenda inicial a partir del 10 de diciembre.
Tras
su irrupción como presidente de Boca hace exactamente 20 años,
Macri cumplirá un viejo anhelo: ser Presidente de la Nación. Será el desafío más grande para un referente del empresariado local volcado a la actividad política desde hace más de una década. Y será el más difícil.