L represión de un piquete más anunciada de todos los tiempos fue tal vez la que en junio de 2002 se aplicó para disolver el corte del Puente Pueyrredón; en los días previos el gobierno de Eduardo Duhalde había anticipado la decisión de hacer de ese un punto de inflexión en la práctica de los piquetes, pero el episodio terminó muy mal y se lo recuerda como “la masacre de Avellaneda”. El matrimonio Kirchner tomó debida nota y a eso se debe la tolerancia extrema que tuvo con los piqueteros. La solución que siempre le buscaron al tema fue la cooptación de sus representantes.
Néstor Kirchner solía advertir que temía que le tiraran un muerto, aunque al final lo tuvo con Mariano Ferreyra. La resolución fue, eso sí, expeditiva: hubo detenciones y un juicio rápido; no era un caso complicado. También cooptación: el hermano de ese militante del Partido Obrero asesinado es hoy legislador porteño por el kirchnerismo.
Desde hace tiempo, el macrismo comparte el mismo temor: que le tiren un muerto. Y es la razón por la que -para decepción de la masa crítica de Cambiemos- se sobreactuó la cautela con los cortes, salvo contadas y recordadas excepciones. En la semana previa a las elecciones, creció el temor a que Santiago Maldonado, el joven desaparecido supuestamente en el marco de una represión de Gendarmería a una protesta mapuche, se transformara en el muerto tan temido. Que su cuerpo apareciera justo en vísperas de las PASO.
Inocultablemente, la oposición hizo un uso político deliberado de esa desaparición. Obsesionados por emparentar al gobierno con una dictadura, los sectores más duros buscan transformar a Santiago Maldonado en “el primer desaparecido de Macri”, y las organizaciones de derechos humanos más cercanas al kirchnerismo no tuvieron reparos en trazar tal similitud. Fue el tenor de la multitudinaria marcha en Plaza de Mayo para reclamar contra el gobierno. Independientemente de la gravedad del hecho y la validez del reclamo de aparición con vida, hubo quienes aprovecharon para hacer ahí una suerte de cierre de campaña en plena veda electoral.
Más allá del hecho en sí de la desaparición de Santiago Maldonado, la situación planteada con un grupo radicalizado de mapuches genera inquietud en el gobierno, sensación que alcanzó a experimentar también el anterior, dicho sea de paso. La aparición de encapuchados destrozando la Casa del Chubut una semana atrás en la Ciudad de Buenos Aires, mostró un escalón más de la espiral ascendente de este conflicto que preocupa y mucho a las autoridades. Vale decir que el grupo Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) le ha declarado la “guerra” a la Argentina y Chile, plantean crear “un Estado independiente” en la zona y en ese marco reclaman la liberación de su líder, Facundo Jones Huala, cuya extradición exige el país trasandino por “terrorismo, tenencia de arma de fuego, incendio de propiedad con habitantes adentro y violación de la ley de extranjería”.
Luces de alarma encendió también el sorprendente atentado a la empresa Indra, encargada de la organización del escrutinio de las elecciones, que dejó múltiples interrogantes y ni una certeza, más allá de la sospecha esbozada a este medio por un funcionario que se limitó a vincular el estallido de una “encomienda bomba” a la intención de generar inquietud en las vísperas electorales.
En tren de auscultar el trasfondo de cada suceso con el prisma electoral, hubo quienes señalaron la detención justamente una semana antes de ir a las urnas de Claudio “Mono” Minnicelli, prófugo desde hacía 9 meses. Funcionarios del área de seguridad ratificaron la versión que atribuyó el arresto del cuñado de Julio De Vido a la información suministrada por un vecino interesado en la recompensa. En Chapadmalal, donde se lo encontró, los vecinos dan por sentado que la fuente fue una mujer con la que el prófugo se había relacionado. Como sea, no se descarta que, una vez confirmada su ubicación, se haya demorado el arresto hasta una fecha conveniente.
No fue la única buena noticia para el oficialismo en la semana previa a las elecciones. El anuncio de la inflación de julio terminó convirtiéndose en un alivio, pese a no ser un índice bajo. 1,7% certificó el INDEC, un número inferior y por supuesto menos impactante que los 2 puntos o más que auguraban las consultoras. La semana pasada en este mismo espacio habíamos adelantado la posibilidad de que el índice final fuera algunas décimas inferior al 2%. La fuente era confiable: Nicolás Dujovne.
Pero tampoco es para descorchar champán. La inflación núcleo de julio fue alta, y mientras el gobierno celebraba un porcentaje que contribuye a pensar que la inflación anual no estará tan por encima del 17% previsto en el Presupuesto, los supermercadistas anticiparon que recibieron listas de productos con aumentos que atribuyen a la suba del dólar. Lo cual es un mal presagio para el índice de agosto y, peor, genera inquietud en la gente a horas de ir a votar, al tiempo que erosiona la aseveración oficial de que el dólar no afectará a los precios. Como contrapartida, los datos de la primera semana del mes fueron halagüeños en cuanto a variación de precios.
Lo que tuvo claro el gobierno fue que no podía permitir que la divisa norteamericana siguiera desbordándose a días de los comicios y fijó el techo en 18 pesos, que es lo que se estableció en el Presupuesto para este 2017. Dicho sea de paso, conviene recordar las previsiones oficiales para el resto del mandato de Cambiemos: $21,21 en 2018 y $23,53 en 2019. Lo cierto es que la premisa no le salió barata al Banco Central, que desde que empezó a intervenir hace dos semanas para contener la escalada de la divisa norteamericana gastó más de 1.500 millones de dólares.
Nadie ignora que las fluctuaciones del dólar -que todos reconocen estaba depreciado con relación a la inflación- se iniciaron a partir de la confirmación de la candidatura de Cristina Kirchner y, sobre todo, la difusión de las primeras encuestas que la daban en primer lugar. La pregunta que todos se hacen en la city es qué pasará a partir de este lunes si los resultados de hoy confirman lo que anticiparon la mayoría de las encuestas. En el Central aseguran estar bien preparados para esa alternativa que no debería tomarlos de sorpresa.
El economista Daniel Artana dio garantías de esa aseveración afirmando que el BCRA está en condiciones de ‘ganar todas las batallas que se presenten este año’. Pero aclaró que no puede ganar una guerra que se prolongue un par de años.
El resultado electoral se trasladará a los mercados este mismo lunes, en uno u otro sentido. En la Casa Rosada trazaron tres escenarios posibles. El ideal, con victorias en CABA, Córdoba, Mendoza, Santa Fe, Santa Cruz, Jujuy, Corrientes y Buenos Aires. Sería el domingo soñado para Cambiemos y potenciaría, dicen, la recuperación económica que se vislumbra camino a octubre, cuando esos números podrían potenciarse.
El segundo escenario no es tan halagüeño, pero igual los entusiasma: varía en Buenos Aires y prevé una derrota allí por hasta 2 puntos, que imaginan dejaría las puertas abiertas para revertir en octubre.
El tercer cuadro es el infierno tan temido por el oficialismo: derrota holgada en Buenos Aires, que podría incluso potenciar el desasosiego con 1País cercano a Cambiemos. Una diferencia notoria en favor de la ex presidenta es lo que perciben en el bunker cristinista, donde exudan optimismo; en los círculos oficiales insisten con el empate técnico. No hace falta enfatizar la diferencia extrema en cuanto a expectativas.
Como sea, el gobierno prepara el mensaje que acompañará la “celebración” de esta noche. Remarcarán haber sido la fuerza más votada en todo el país, lo cual es obvio en función de ser Cambiemos el único frente con representación en 23 distritos. “No es nuestro problema”, aclaran desde el oficialismo para rebatir ese argumento. Festejarán todos y cada uno de los éxitos que se vayan confirmando y en la práctica será el anticipo de contar con más diputados y senadores a partir del próximo año.
En efecto, en caso de darse los resultados más o menos previstos y repetirse en octubre, Cambiemos tendrá un 16% más de diputados y un 47% más de senadores en la futura composición del Congreso, lo cual debería estar lejos de verse como una derrota. Esos porcentajes no variarían mayormente según lo que pase en Buenos Aires.
Pero inexorablemente el tono de esos “festejos” en Parque Norte lo pondrá lo que terminen diciendo las urnas bonaerenses, qué duda cabe.
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