Pensando en la reunión del FMI de mañana en la que aprobará el nuevo plan de apoyo a la Argentina, el gobierno cumplió su objetivo de sesionar esta semana para buscar la media sanción del Presupuesto

En una señal al FMI que torne factible el plan financiero para 2019, el oficialismo impulsó un polémico Presupuesto con déficit primario cero que si bien podría profundizar la recesión, garantizará el cumplimiento de los pagos de deuda hasta el final del mandato de Mauricio Macri.

El Poder Ejecutivo priorizó así dar una señal contundente al Fondo Monetario Internacional (FMI), cuyo directorio este viernes aprobaría el nuevo plan de apoyo a la Argentina. Así, avanzará el segundo programa de asistencia financiera al país, lo que permitirá gatillar un préstamo adicional por 7.100 millones de dólares.

Esos tiempos explican el apuro para que la sesión en Diputados se realizara ayer -en medio de protestas e incidentes dentro y fuera del recinto- y no dilatar el debate para la próxima semana.

En Cambiemos confían en que la media sanción será interpretada por el organismo multilateral de crédito como una demostración de esfuerzo en el camino hacia la mayor austeridad fiscal. Tras la última corrida cambiaria, el gobierno se convenció de que el “gradualismo” había sido un sendero desacertado que, de haber tenido continuidad, podía disparar una espiral inflacionaria, un descontrol cambiario y, finalmente, otro default.

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En el marco del plan de “blindaje” del FMI, el proyecto de Presupuesto tenía que cristalizar un golpe de timón y plasmar una caída en términos reales de las erogaciones en la mayoría de los rubros, aunque garantizando el sostenimiento del gasto en asistencia social, instrumento que el gobierno considera un dique de contención en tiempos de crisis.

La oposición, por su parte, cuestiona el rutilante título de “déficit cero” que el oficialismo quiere imprimirle al plan de Presupuesto, y retruca que en todo caso, el resultado neutro es de déficit primario, y no tiene en cuenta el elevado rojo fiscal por el pago de intereses de deuda.

Como era previsible, una propuesta que prevé una recesión del 0,5% para 2019 -un escenario que los principales actores de la city consideran optimista- no dejaba demasiado margen para un espaldarazo fuerte en la Cámara de Diputados, como el que se logró en los dos años anteriores de gobierno, cuando no se había atado todo el diseño presupuestario a la meta del “déficit cero”.

El resultado final que refleje el tablero de la votación será un parámetro preciso para medir el lugar donde el gobierno se encuentra parado en términos de capital político, luego de pilotar sus primeros dos años con cielo relativamente despejado.

Las virulentas jornadas de diciembre de 2017 por el debate en torno a la reforma previsional interrumpieron la calma relativa, instalaron un frente de tormenta que agrietó el estado de ánimo de la sociedad, y luego el escenario se agravó cuando el gobierno chocó de frente con el iceberg que significó la primera corrida de fines de abril, cuando se empezó a avizorar la crisis.

En el ojo del huracán, y en medio de la negociación con el FMI, el Ejecutivo decidió profundizar los costos políticos y sociales internos con tal de blindar su frente externo: el Presupuesto es un paso clave para terminar de ganarse la confianza del FMI.

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