Se destaca porque su fermentación fue realizada con bacterias autóctonas de Argentina, algo fuera de lo común ya que los enólogos las importan de otros países.
El próximo jueves, científicas de la Universidad Nacional de Quilmes presentarán oficialmente el primer vino tinto casero y sustentable elaborado por una casa de altos estudios pública en el país: su fermentación fue realizada con bacterias autóctonas de Argentina, algo fuera de lo común ya que los enólogos las importan de Francia, Italia y Estados Unidos, con la consiguiente erogación en dólares.
Son tres tipos de Malbec denominados Sello Bonaerense, Blend 11-73 y Blend Carácter Austral, que demandaron un trabajo de más de 15 años.
Bárbara Bravo Ferrada, integrante del Laboratorio de Microbiología Molecular, remarcó que “como equipo nos da una gran alegría porque este es un ejemplo en el que la universidad pública es una parte activa para el desarrollo productivo vitivinícola a través de la transferencia de conocimiento a la industria”.
“Fue un trabajo de muchos años evaluar enológicamente estas bacterias, desarrollar el nuevo iniciador maloláctico y sacarlo del Laboratorio al sector productivo para que funcione y tengamos un vino de excelente calidad”, resaltó.
No solamente las especialistas de la UNQ intervinieron, sino que también del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) de la provincia de Buenos Aires. En su lanzamiento oficial, estarán el rector Alfredo Alfonso; Roberto Salvarezza, presidente de la CIC, enólogos bonaerenses y productores de la región.
Bravo Ferrada profundizó en el ahorro de la producción de su propio vino para el sector productivo al comentar que “los bodegueros compran estas bacterias que vienen de otros países y tenemos dos problemas. En primer lugar, que se venden a precio dólar y es complicado por el tema de las importaciones. Además, la cuestión central es que los sabores y aromas que generan estas bacterias en los vinos vienen de Francia, de Italia o Estados Unidos. Entonces, se pierde lo nuestro que es el sello argentino”.
“Hace 17 años nos pusimos como objetivo identificar bacterias del ácido láctico que sean de vinos argentinos y para vinos argentinos. Entonces, se aislaron bacterias de la Patagonia y del centro de la provincia de Buenos Aires. Una vez que las tuvimos en el Laboratorio empezamos a analizarlas y caracterizarlas porque tenían que generar los metabolitos adecuados y no otros que son indeseables en cualquier producto alimenticio”, explicó en diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ.
Cuando definieron cuáles eran las mejores bacterias comenzó otro trabajo, que consistió en observar si seguían vivas y cumplían su función luego de ser secadas y almacenadas. Después de ponerlas en el vino para que fermenten y le otorguen el aroma y el sabor deseado, las científicas crearon el primer iniciador maloláctico argentino.
Luego, las investigadoras se asociaron con el Centro de Enólogos de Buenos Aires para producir los primeros vinos con sello UNQ. Realizados con la fermentación maloláctica a partir de las bacterias aisladas por las propias científicas, se llevó a cabo una cata con especialistas y se obtuvo un producto de alta calidad.
Y, a modo de cierre, manifestó “el nuevo objetivo que es salir del laboratorio para ofrecer un producto que necesita la industria y la sociedad productora. Tenemos una bacteria y un iniciador maloláctico donde no se va a perder el sabor argentino. Para nosotras sería un sueño ver nuestro vino en las vidrieras y en los comercios”.
Del proyecto participaron Elizabeth Tymczyszyn, Bárbara Bravo Ferrada, Natalia Brizuela, Danay Valdes La Hens, Lucrecia Delfederico, Marina Navarro, Naiquen Flores, Gabriel Rivas y Andrea Guillade.