Hoy sabemos que la adicción al juego es un trastorno adictivo psiquiátrico. Los jugadores patológicos desarrollan un patrón que se caracteriza por la falta de control que repercute negativamente en todos los órdenes de su vida. Además, como consecuencia de su conducta, acumulan deudas económicas y tienen problemas familiares y laborales.
Los circuitos neurales involucrados en esta adicción son los mismos que los de todas las adicciones y afecta al principal neurotransmisor en los sistemas de recompensa del cerebro: la dopamina. Ahora bien, en el jugador se da una particularidad: el pico del neurotransmisor se produce en el momento de la apuesta, no con el resultado. Es decir, que son adictos a apostar, no a ganar. Suelen percibir que tienen influencia en el resultado de eventos que en realidad están determinados por el azar.
De esta manera, distorsionan la dinámica de los juegos al interpretar que ganan a causa de una habilidad personal; mientras que las pérdidas son atribuidas a la mala suerte o son vistas como señal de un inminente triunfo. Asimismo, tienden a recordar más y sobrevalorar las ganancias.
La adicción al juego se desarrolla en varias etapas. Un primer momento incentivado por las posibles ganancias se caracteriza por el aumento progresivo del tiempo y dinero dispuesto para jugar. Luego el jugador intenta desesperadamente recobrar lo que pierde aumentando la frecuencia y la cantidad de las apuestas. Esta conducta crece como una espiral sin control. Así comienzan las mentiras y los engaños para justificar los gastos desmedidos, para pedir dinero prestado y seguir jugando o pagar las deudas. El juego va haciéndose dueño de la voluntad del jugador, quien deja de lado amistades y otros afectos, deteriora las relaciones de pareja y familiares, el rendimiento académico y laboral. Incluso llegan a una etapa de desesperanza, en la cual pueden desarrollar síntomas de depresión.
La antropóloga Natasha Schull describió y analizó el comportamiento de las personas adictas a las máquinas tragamonedas. Explica que los jugadores patológicos que utilizan estas máquinas tienen una sensación de alivio, incluso de alegría, cuando pierden hasta el último centavo. Solo entonces sienten que están libres para separarse de la máquina y marcharse. Por el contrario, cuando las pantallas se iluminan, se escuchan las sirenas y el ruido de las monedas, los jugadores se sienten desesperados. Perder, lejos de registrarse como una derrota, es el precio aceptado que el jugador paga por la vertiginosa experiencia.
Existen diferentes terapias, que suelen combinar estrategias de autoayuda, psicoterapia y de rehabilitación, para tratar la ludopatía. La decisión personal y el apoyo social y profesional es la verdadera apuesta que una persona que padece la adicción al juego puede hacer para intentar ganar la partida más importante.