Al final del primer trimestre de gestación se detecta un aumento de las necesidades nutritivas debidas al crecimiento del feto, se estima que a partir del 4º mes, sobre la ingesta realizada habitualmente, se deben aumentar unas 350 calorías, nos informa el doctor Jorge E. Tartaglione, médico cardiólogo (MN 67502).
La mujer embarazada debe lograr que los alimentos que componen la dieta aporten al organismo la cantidad necesaria de nutrientes esenciales, tanto para la buena salud de la madre como para el sano crecimiento y desarrollo del futuro bebé.
El metabolismo del sodio se altera durante la gestación, lo que conduce a la aparición de retención de líquidos, que se acentúa principalmente durante el tercer trimestre de la gestación. La hinchazón en las extremidades inferiores que se manifiesta durante el embarazo es normal, no tiene relación con el sodio, sino que se debe en parte a la presión del útero en crecimiento sobre las venas que retornan el líquido desde las piernas.
La sal es uno de los condimentos más populares y tradicionales de la cocina mundial y se encuentra presente en el 75% de los alimentos que consumimos, es habitual preguntar si se debe comer sin sal durante el embarazo.
Cada gramo de sal contiene entre un 40% y 60% de sodio, nutriente esencial que permite al organismo mantener el equilibrio iónico y retener agua para conseguir un buen nivel de hidratación. La sal da sabor y energía pero, en exceso, trae problemas también a las embarazadas, por lo tanto no es que debemos restringir en forma total el consumo de sal, sino que debemos acatar las indicaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) que recomienda que las personas adultas no superen los 6 gramos al día, lo que equivale a 1.6 gramos de sodio diarios.
La sal está compuesta por dos minerales, el sodio y el cloro, ambos con importantes funciones en la regulación de diversos procesos orgánicos. El sodio regula el equilibrio del agua en el organismo y constituye el 90% del peso total del feto, que oscila entre el 50% y 60% del peso de la mujer embarazada. Es un elemento tan fundamental que el organismo tiene diseñados sistemas específicos para controlar sus niveles orgánicos, y que estos se mantengan en unos niveles saludables. Es el elemento químico cuyo exceso en los líquidos corporales se asocia a retención de líquidos, además e hipertensión arterial.
El metabolismo del sodio se ve alterado durante la gestación, lo que conduce a la aparición de edema, es decir, tiene lugar una retención de líquidos leve. Ésta se da principalmente en las extremidades inferiores a medida que avanza el embarazo, de manera que la hinchazón de las piernas se acentúa durante el último trimestre. En la mayoría de los casos, la retención de líquidos que se da en las piernas durante el embarazo no es algo patológico y no tiene relación con el sodio. Se debe más bien a la presión del útero en crecimiento sobre las venas que retornan el líquido desde las piernas. No debe confundirse con el edema generalizado y patológico que acompaña a la hipertensión inducida por el embarazo, que será diagnosticada y tratada por el médico.
Como en el embarazo la retención de líquidos es una consecuencia normal, debemos prestarle más atención a esta indicación. El desafío consiste en no agregarle sal a las comidas y tratar de evitar aquellos alimentos con elevada cantidad de sodio (se considera que estos son los que presentan más de 500mg por cada 100mg de alimentos). Otros hábitos recomendados son consumir productos frescos, beber agua con bajo contenido de sodio, estar atentos a la cantidad de sodio que indican las etiquetas.