Yamandú es el segundo de los tres hermanos Cardozo. Es hijo de padres militantes de Izquierda, que durante la última dictadura uruguaya sufrieron la persecución y el exilio. Lleva en la sangre no sólo el sentimiento murguero sino también la esencia de un género al cual ellos con su murga, Agarrate Catalina, supieron reinventar y exportar al mundo. Desde sus versos hacen una crítica aguda, seria, irónica y repleta de humor de la condición humana.
Este jueves 3 de diciembre, la murga más popular del momento en Uruguay, aunque hoy, fieles a la teoría, no son profetas en su tierra, se presentará por segunda vez en el Teatro Gran Rex para hacer "Un día de Julio", el último de sus espectáculos con el que no lograron ingresar al torneo de carnaval el último año. En aquella gala de admisión fueron rebotados por el jurado aunque más por otros intereses que por la cuestión artística. Lejos de sentirse derrotados, Yamandú decidió junto a su hermano mayor, Tabaré, hacerle algunos retoques y terminar esta obra de dos horas que recibió las mejores críticas en todos los tablados donde se presentó y que ahora llegó al lugar donde a muchos les gustaría estar: la calle Corrientes.
-¿Cuál es el sentimiento que les despierta estar en el Gran Rex y actuar en la calle Corrientes?
-Nos golpea todo el tiempo esa sensación de felicidad. Si bien llevamos un tiempo largo haciendo esto, aún tenemos muy presente al espectador, nos sentimos espectadores de nosotros. Venimos de un país muy pequeño, de una ciudad muy chica donde nuestra mayor referencia cultural es Buenos Aires. Esta ciudad es la referente cultural del continente, todos los artistas del mundo vienen acá y eso es algo que nosotros siempre miramos desde enfrente. Y más aún la calle Corrientes y el Gran Rex, y hoy sentirnos parte de esto es muy fuerte. Es una emoción doble: primero por ver a nuestro género, el de la murga, llegar a calle Corrientes, y que además sea la Catalina, ese proyecto que comenzamos hace un tiempo, es doblemente gratificante. Nosotros somos bisnietos de murgueros, de tipos que dejaron la mitad de la vida arriba de un tablado y la otra mitad arriba de un camión, que se rompieron la garganta tratando de buscar un reconocimiento que apenas si les llegó en el barrio, y a veces ni eso, y para nosotros haber llegado hasta acá es como una especie de justicia poética para con ellos.
-Hoy tanto ustedes, los hermanos, como un gran grupo de gente vive de La Catalina. ¿Fue duro tomar la decisión de tirarse a este proyecto y abandonar los trabajos tradicionales de cada uno?
-Nosotros tuvimos mucha suerte. Laburamos mucho, eh, pero tuvimos la suerte generacional. Si hoy pudimos llegar acá es porque otros hicieron el camino. Tuvimos suerte de que cuando comenzamos a hacer murga, nuestro país vivía una etapa muy particular. Nosotros como jóvenes que éramos podíamos jugarnos por el sueño de vivir de esto. El dar ese salto no nos hubiese pasado, no lo hubiésemos podido hacer, si hubiésemos tenido 45 años. Sobre todo en la época que había que sembrar, venir y dormir los 20 en una habitación, caminar y recorrer el país para salir empatados, con suerte, lo hicimos porque podíamos generacionalmente...
-Pasaron diez años de aquel primer puesto en el carnaval de 2005 que sin dudas les cambio la vida a ustedes y a la murga. ¿Qué recuerdos hoy se mantienen?
-Fue muy fuerte lo que nos pasó. Porque pasamos del sueño, de creer que podíamos hacer algo con nuestra pasión de murguero a sentirnos desbordados. No teníamos celular y compramos uno entre todos. Me lo dieron a mí, yo era el encargado de organizar los shows, error (risas). Cerraba conciertos a la misma hora en dos lugares diferentes, me olvidaba de otros, pero también nos sirvió para darnos cuenta de que podíamos laburar de esto. Cuando pasó el huracán, cuando bajamos de ese desborde nos dimos cuenta de que no sólo podíamos estar en la Catalina para calmar de alguna manera ese mar de cosas que teníamos para decir, sino que podía ser un trabajo, que podíamos ser una cooperativa con frutos reales para darle de comer a varias familias. Fue ahí que decidimos arriesgarnos y dar el salto. Todo lo que vino después de ganar el carnaval nunca lo hubiese imaginado. Pensar que la murga iba a tocar en todo el mundo, que la íbamos a subtitular, nos parecía imposible, y que encima fuésemos nosotros esa murga, mucho más imposible aún. Todo nos pasó muy rápido, pero si lo pasamos fue porque siempre lo hicimos de manera orgánica. Por la concepción del grupo, porque nuestro fin no era ganar el carnaval, no nos juntamos para eso, fuimos quemando las etapas sin la necesidad de volvernos loco por ganar. No sé qué hubiese pasado con nosotros si pasábamos muchos años en carnaval y siempre estando cerca de ganar. Seguramente nos hubiese picado esa parte fea de querer ser primeros como sea, a nosotros nos pasó y listo.
-¿Se sintieron ganadores?-No. Esa noche del fallo fuimos como siempre, compramos unas cervezas, unos chorizos con la idea de disfrutar de esa última noche. Contentos porque habíamos entrado a la Liguilla y eso nos aseguraba estar en el carnaval al otro año y una plata de premio que íbamos a usar en trajes. Esa noche nos disfrazamos pera celebrar el carnaval pero de repente nos dimos cuenta de que teníamos un montón de gente con nosotros, que venía a esperar el resultado, y entre ellos estaba el Canario Luna que vino a desearnos suerte. Cuando se anuncia que ganamos, se acerca y me dice: "Ganaste gordo. Bueno, jodete. Ya me vas a entender". Yo no entendía nada, había llegado al momento más importante, el de cumplir el sueño de ganar el carnaval y este tipo, el emblema, me decía eso. Con el tiempo fueron apareciendo las miserias humanas, muchas hostilidades para con nosotros y terminé entendiendo ese "jodete" del Canario.
-Sí, claro. Para nosotros fue un portazo deliberado, un mensaje muy claro, decir: "Ustedes no tienen lugar acá. No los queremos". Y no hablo de la gente, sino de la organización en todos sus componentes. Siento que para con nosotros salió esa misera, esa manera de ser del uruguayo, eso de no soportar que a uno de ellos, que estuvo siempre abajo, haya podido triunfar. Es una miseria humana que en las cuestiones pueblerinas sale más a flote. Acá lo que pasó es que durante años las rivalidades, las diferencias, el folclore, se vivían dentro del carnaval. El tema fue cuando la Catalina rompió con todo eso. Ahí empezaron a decir "¿Por qué ellos?" "Nosotros invertimos más plata y no ganamos" "Somos tan buenos como ellos" y ese tipo de cuestiones. Eso fue subiendo en cuanto a intensidad y se hizo todo muy complicado. Se empezó a instalar esa idea de que si éramos masivos, era porque habíamos transado. Todo empezó a repercutir de manera negativa y esa gente que te quería y te adoraba ahora ya no nos quería, y fue muy fuerte ese proceso.
-¿Esto puede influir para que en este verano no estén en carnaval?
-No vamos a estar este año y por un tiempo largo, seguro no estaremos. No sé si nunca más, pero veremos. Pero no sólo por lo del año pasado. Nosotros ya sentimos eso en 2012. De las 20 murgas que había al menos 11 o 12 hablaban en su espectáculo de La Catalina. Con palos, algunos ingeniosos, otros no, algunos que no eran agradables de sentir y eso fue repercutiendo en el grupo. Es como que te inviten a una fiesta y que todos los que están presente te señalen, uno no se siente cómodo. Nosotros sentíamos que aunque hubiésemos presentado el mejor espectáculo del mundo, tampoco íbamos a entrar. Eso ya estaba cerrado, había una decisión tomada por el entorno que posibilitó que sucediera esto, que nos hagan sentir situaciones como: "¿Qué venis acá? Vos ya no sos nuestro".
-Hoy lograron de alguna manera no depender de esa exposición en carnaval y tal vez les permita incursionar en otros estilos, no estar encasillados en las estructuras del carnaval...
-La murga siempre fue crítica, protesta, caricaturas de una realidad, el análisis a traves del humor y la protesta pero como primer paso a la transformación, la denuncia como primer paso de mostrar que hay alguien que quiere cambiar eso. Destapar ollas que no podríamos sin tener la contención de la murga. Nosotros siempre nos volcamos más hacia la parte humanística. Es un poco más universal que la crítica política. Nosotros estamos preocupados por la violencia, el medio ambiente, las miserias humanas y nuestro arte seguirá yendo por ahí. Sentimos que este mundo al que parece que nos da muchas libertades y que nos hace sentir que podemos hacer todo, en realidad ese todo es para un cierto y pequeño grupo de gente. ¿Podés hacer todo? Sí, pero siempre que tengas plata. De hecho este espectáculo, "Un día de Julio", va para ese lado. Hablamos mucho del mercado, de sus reglas, de lo que nos quieren imponer para que sigamos comprando. Hablamos también de los fundamentalismos ideológicos y políticos como peligro ante el mundo. Ese mensaje que hoy logramos unificar y que nos permite llevar la murga a todo el mundo y que nos entiendan.
-¿A qué lugares del mundo llevaron al Carnaval?
-Estuvimos en un montón de lugares, muchos de ellos inimaginables. Pasamos por Japón, China, Egipto. Cuba, Estados Unidos... Lo que hacíamos era juntarnos con todos los traductores de los países que íbamos a visitar, estuvimos con los agregados culturales en las embajadas para después poner una pantalla y subtitular todo lo que decíamos. A veces había un delay, pero se reían, entendían lo que decíamos y eso tiene que ver con el lenguaje universal de la Catalina. En Japón estuvimos en dos teatros y recibimos devoluciones muy hermosas. En China fuimos a un festival que estuvo muy buena, pasamos por Corea y en todas nos seguían ciudadanos de esos países, muy pocos uruguayos y todos entendieron el espectáculo y sobre todo el mensaje. En Egipto nos pasó algo muy fuerte por esta cuestión de no saber cómo moverse con la ropa, cómo mirar a la gente, porque no queríamos ofender a nadie y respetar el tema de la religión. Nosotros cantábamos y veíamos a todas las mujeres tapadas, donde sólo se expresaban a través de sus ojos. En uno de esos shows, al terminar, viene una mujer llorando, se paró delante nuestro y nos dijo en un inglés un tanto primitivo: "Sé que no está bien lo que voy a hacer, pero lo siento así". Ahí se arrancó el velo y nos dio un abrazo a cada uno. Empezó a llorar, a decirnos que conectaba con lo que decíamos, con nuestra idea del mundo en guerra. Fue como romper con una represión de años después de un show nuestro. Esto es lo que la Catalina siente. Si queremos nos entendemos, no somos diferentes, somos habitantes de este mundo.
-Después del cachetazo que les dieron y que los sacó del carnaval, de esas pequeñas miserias, de las viejas estructuras que hoy manejan este espectáculo tan lindo como el carnaval, ¿tiene futuro la murga?
-Obvio, el género está totalmente a salvo, y goza de muy buena salud. Está muy vivo, bien rebelde. La murga logró sobrevivir al gobierno de la Izquierda y eso la hace inmune. Porque la murga podría haber cambiado su esencia, ser obsecuente con un gobierno al que siempre quiso en el poder, y no lo hizo. Criticó, siguió pegando y diciendo lo que no le gustaba. Si se salvó de ese escenario, tiene vida para siempre. Hay una corriente en Uruguay que hace que muchas murgas se dejen llevar por las que ganaron, por las exitosas, y copian el estilo. Eso no me gusta demasiado porque se pierde en esa búsqueda de la imitación el poder encontrar nuevos artistas. Pero también es cierto que todo el tiempo salen nuevas murgas que buscan romper las estructuras, ir por otros caminos justamente para mantener la esencia del género.
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