La caída categórica frente a Venezuela denunció algo más trascendente que la chapa final y se manifestó en el desconcierto que mostró la Selección a partir de la confusión que reveló Lionel Scaloni para pensar el partido, exponiendo a Messi, como había anticipado el Flaco Menotti.    

Tenía razón el Flaco Menotti. Lionel Messi no debería haber jugado frente a Venezuela. No por la derrota irrefutable que sufrió, sino porque se expuso a al mejor jugador del mundo innecesariamente luego de su regreso del Mundial de Rusia.

Y lo había anticipado Menotti sorprendiendo al ambiente e incluso despertando algunas críticas, que señalaron que estaba desautorizando a Lionel Scaloni. La interpretación de Menotti en el rol de director de Selecciones Nacionales, planteaba que lo más aconsejable era no citarlo para no transferirle la responsabilidad de que se haga cargo de un equipo capturado por una desorganización y un desorden imposible de ocultar.

Con este panorama despojado de cualquier atisbo de cierto funcionamiento, la presencia de Messi no le sirvió a la Selección ni al propio Messi. Por el contrario: el astro del Barcelona volvió a dejarse enfocar por la impotencia que siente cuando el equipo que integra no sabe lo que quiere en la cancha. Porque la Selección no expresó ningún contenido futbolístico valioso. Si dejo algo en particular fue un sabor a nada.

En un texto reciente que escribimos en esta plataforma digital comentamos que Scaloni estaba transitando por una cuenta regresiva que finalizaría en el cierre de la Copa América en Brasil, el 7 de julio próximo. Y que el rendimiento de la Selección sería un fundamento determinante para medir sus chances de seguir al frente del plantel o verse obligado a dar un paso al costado.

Messi Argentina Venezuela

Menotti no le puso plazos explícitos, pero hace unos días manifestó: “Scaloni está en evaluación y él lo sabe”. Quedó la sensación en la conferencia previa a la caída por 3-1 ante Venezuela que Scaloni había sentido el impacto de esas palabras. No lo iba a decir, porque estas cosas no se dicen, pero pareció algo desacomodado en relación a otras ruedas de prensa. ¿Sería la presión de esperar la inminencia de un examen? Es muy probable.

Lo que hizo después, a la hora de poner un equipo en la cancha, corroboró que lo habían asaltado demasiadas dudas. Y no pocas confusiones. La Selección salió a jugarle a Venezuela con cinco defensores (Montiel, Mercado, Foyth, Lisandro Martínez y Tagliafico) que nunca defendieron los espacios. La intención fue armar una línea de tres y dos laterales con ida vuelta por las bandas. En realidad, un intento catastrófico que mostró la punta del iceberg: el dislate táctico y estratégico de la Selección, que en el desarrollo del partido fue cambiando de nombres y de dibujos sin alentar mejorías.

El producto final fue un tributo al desconcierto. Porque Scaloni se reveló desconcertado, como si quisiera impresionar a alguien (¿sería a Menotti?) sobre sus capacidades para leer tácticamente un encuentro. Si ese fue el propósito, cometió un error mayúsculo, que incluso perjudicó a Messi, más allá de algunos aportes individuales que prosperaron en muy pocas ocasiones. ¿A qué tipo de error conceptual nos referimos? A privilegiar diseños tácticos, que por otra parte Menotti siempre consideró secundarios.

Lionel Messi Selección ante Venezuela

¿Qué quiso diagramar Scaloni? La pregunta no puede tener una respuesta muy precisa o muy certera. Porque ni él lo debe saber. Lo evidente es que Venezuela recibió regalos casi desde el mismo arranque del partido. Con otro adversario más poderoso la derrota habría tenido un tenor todavía más preocupante. Porque las ventajas que ofreció Argentina fueron notables. Y sus posibilidades de ataque muy restringidas a la inspiración de Messi.

Afirmar que Scaloni retrocedió varios casilleros en 90 minutos sensibles al descalabro futbolero, no podría considerarse una figura exagerada. Fue tal cual. La Selección no apareció por Madrid. No porque las expectativas apuntaban a encontrar un equipo con una idea consolidada y un funcionamiento ambicioso. Pero la experiencia fue decepcionante. Y Messi estuvo ahí para comprobarlo y para padecerlo.

Por eso aquellas palabras que pronunció Menotti respecto a la inoportunidad de llamar a Messi, quedaron en claro que fueron correctas. Messi no puede salvar a la Selección. Y menos a esta Selección que pretendió innovar o hacer experimentos ante Venezuela. Este nivel de improvisación que arrojó a las brasas a los jugadores, también delatan las urgencias que interpelaron a Scaloni.

Quedó entonces en primerísimo plano lo que definimos antes: un sabor a nada. A nada bueno. A nada como imagen de vacío que trasciende el relieve de una derrota.

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