Darío Benedetto tenía apenas 12 años cuando su mamá murió mientras lo veía jugar. Fue durante la final de los Juegos Nacionales Evita, en Berazategui. Ahí nomás, en la cancha, Alicia sufrió un paro cardiorrespiratorio que cambió para siempre la mirada de ese niño que todavía se debatía entre la música y el arco rival.
El pibe del barrio "El Pato" que hacía sus primeras armas en las inferiores de Independiente dejó todo, colgó los timbos, dijo basta. El golpe fue duro y duró cuatro años. Lejos de las canchas, se cobijó en su papá Hugo y en sus hermanos Lucas, Yesica y Adriana. Ellos serían los pilares de su renacer.
Hoy, cuando algo le sale bien en la carrera que eligió, Darío mira al cielo.
A los 16, ya libre en Independiente, pisó la ciudad de Sarandí para probarse en Arsenal. Esta es la historia de aquel Benedetto, al que todavía le faltaba más de una década para ser el goleador del campeón en el equipo que siempre amó.
“Habrá llegado faltando 8 días para el fichaje y me quedaban solo dos lugares. Fueron dos pruebas. En ese momento, el profe Sergio Módica me dice: ‘Ahí hay un chico que vino con el papá o con el tío, y dice si lo podemos probar’. Y probamos. Dijo que jugaba de delantero, y lo pusimos de segunda punta por afuera”, recuerda René Gómez, mientras observa con una sonrisa que desprende orgullo las fotos del Pipa versión Arsenal y versión Boca. El antes y el después. El delantero convertido en bestia del área. El diamante ya pulido.
Gómez estuvo en aquella prueba del Pipa en Arsenal, en 2006. Fue quien hizo fuerza para que lo ficharan y quien lo tiró a la cancha en Séptima División.
—Fue rarísimo lo que pasó con Darío —dice—, porque en la lista de buena fe entró como jugador 28 de 30. El profe me decía ‘pero es flaquito’; yo le insistí para que lo ficháramos igual. Cayó en la Séptima, que era una categoría armada. Arrancó sin jugar y se ganó el lugar bien desde abajo, ¿eh? Ahí le dimos a Gaby la lista de los jugadores para fichar, le dijimos ‘este chico nos cayó del cielo al final y está para sumar al grupo’. Así fue.
Ese “Gaby” que René le nombra a DIARIO POPULAR es Gabriel Viscovich, el coordinador de juveniles que primero dio el “ok” definitivo para el desembarco de Benedetto en Arsenal y que después, cuando la dirigencia le pidió una lista de 12 juveniles con proyección para subir a Reserva, anotó al Pipa sin dudarlo. En esa lista también estaban Nervo, Jara, el Bicho Aguirre y Marcone, entre otros.
—Darío era la sombra de un alambre —se suma Viscovich—. Acá no le enseñamos nada, vino y ya sabía lo que tenía que hacer.
Darío ya pateaba fuerte con las dos piernas, ya tenía un buen juego aéreo y una lectura que lo diferenciaba. Los hombres que lo vieron primero dicen que cabeceaba “como un burro”, y hasta sospechan que tenía más potencia en la cima de su humanidad que en sus botines.
Por esos días, el adolescente no sólo era un laburante del área. Antes de los entrenamientos vespertinos, trabajaba en una obra en construcción junto a su padre. Era el castigo por haber dejado el colegio, ese lugar donde fallaba todos sus tiros. A veces hasta pedía faltar a las prácticas porque tenía que pintar u oficiar de peón de albañil. Para René Gómez, ese fue otro de sus pilares:
—Cuando es así, tenés dos opciones: o aceptás y vas para adelante, o te tirás al abandono. Él eligió lo primero.
—A veces hasta llegaba tarde al predio de la Bernalesa, y lo primero que hacía era pedir perdón. Alguna que otra vez hasta vino a entrenar sin comer —remata Viscovich.
La historia del primer Benedetto pasó entre el golpe más duro, la música –a los 11 era el percusionista de “Los del Pato”, la banda de cumbia villera que formó su hermano Lucas- , cemento, tarros de pintura y el amor por la pelota.
Para llegar a ser el goleador del campeón con 27 años atravesó un camino de espinas y de rosas. Llegó la Reserva, el debut en Primera con Arsenal en 2008, los préstamos a Defensa y Justicia y Gimnasia de Jujuy, el regreso al Viaducto.
Con Arsenal, Darío vivió alegrías inéditas para el club: tres títulos entre 2012 y 2013 (torneo local, Supercopa Argentina y Copa Argentina). Y ahí encontró a uno de los DT que más lo marcó: Gustavo Alfaro.
Desde Rusia, donde trabaja para la TV en la Copa Confederaciones, Alfaro recuerda hasta la fractura de quinto metatarsiano que, sumada a otras lesiones, le pusieron un freno de mano a su ascenso a Primera. Y a la hora de definirlo, dice:
“Es divertido, le gusta compartir y participar de las bromas que hace todo el mundo. Además, es un chico muy profesional, con una idea muy acabada de lo que es esta profesión, y lo que tiene que hacer en cada circunstancia. En el camino lo ha marcado mucho su madre, lo ha formado como persona, y él se ha formado como jugador. Tengo la posibilidad de hablar bastante con él, y que tenga éxito me pone muy feliz porque uno lo veía como un chico que tenía todas las condiciones para triunfar”.
Después de ese momento exitoso en Arsenal, Darío Benedetto saltó a México, primero al Tijuana en busca de experiencia. Y más tarde, al América, un gigante de allá que pagó 8 palos verdes por sus servicios especiales en redes. En tierras aztecas marcó 49 goles en tres temporadas y volvió al país para cumplir el sueño de jugar y salir campeón en Boca. Su amado Boca.
“Para nosotros es un orgullo, es lo que se merece porque nadie le regaló nada”. “Estamos muy felices por su título en Boca, cumplió todos sus sueños”, dicen desde Arsenal Gabriel Viscovich y René Gómez. “Ha trabajado mucho para vivir este presente”, dice Alfaro. Tres escoltas de los primeros pasos del Pipa; tres hombres que saben de lo que hablan.
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